Las escuelas de Merás, por Honorio Feito

 
 
 
Honorio Feito 
 
   Cuando la corrupción española alcanza, para vergüenza de todos los imputados por este delito, la portada de The New York Times del pasado domingo, me voy a a tomar la licencia de escribir sobre un hombre generoso de cuya obra cumple este año el primer siglo. Me refiero a las escuelas de Merás, en el concejo de Valdés, en el Principado de Asturias. Este complejo compuesto por dos aulas, una para niñas y otra niños, y con dos viviendas adosadas para los maestros, comenzó su construcción en 1913, gracias a la donación de un personaje de la zona, don Manuel García-Merás Sánchez. Desde 1975, las escuelas permanecen cerradas para la función para la que fueron creadas y sumidas en el abandono de las autoridades locales, como tantas otras obras en esta España que no hace mucho derrochaba caudales por el afán desbordante del poder y del dinero de nuestros dirigentes. 
 
   Como tantos otros asturianos, don Manuel García-Merás Sánchez, nacido en la cercana localidad de Ferrera de Merás el 30 de octubre de 1841, decidió probar fortuna en otras tierras. A los doce años abandonó el domicilio familiar y, primero en Madrid y más tarde en Cuba, no sin muchas calamidades y tropiezos, consiguió trabajar en el comercio de ultramarinos “El palo gordo”, en La Habana. Comenzó como muchacho de la limpieza y en unos años pasó a ser encargado. Se había ganado la confianza de los jefes y, no mucho después, pasó a ser el propietario del establecimiento. Años después, convertido ya en un próspero hombre de negocios, no olvidó sus raíces y se distinguió por su generosidad hacia sus vecinos. En 1913, por la cantidad de 15000 pesetas de las de aquel tiempo, adquirió el local para la construcción de las escuelas; más tarde edificó un centro social o casino, con la ayuda de los pueblos de la pequeña parroquia; abrió una carreterilla que enlaza el barrio de la Ermita con la comarcal que une las localidades de Luarca y Paredes; con sus donativos se arregló el cementerio; también colaboró en el tendido telefónico y llegó a pagar la piedra para la construcción de un hospital con el que, probablemente, pensaba sustituir el que durante años había dado atención a los miles de peregrinos que visitaban a Santa María de Merás. Quiso asimismo arreglar la capilla de Nuestra Señora y dejó dinero para que aquella pequeña Ermita se celebrase una misa todos los días festivos. Todo un ejemplo de solidaridad y entrega porque, en ellas, también don Manuel García-Mérás se ocupó de donar dinero para el Hospital Asilo de Luarca, la capital del concejo, entre otras donaciones. 
 
   Según una crónica de Asturias, Revista Gráfica Semanal, la inauguración de las escuelas, cuyo proyecto comenzó a realizarse en 1913, tuvo lugar tres años más tarde, también en el mes de diciembre, en un acto que, a pesar de las inclemencias del tiempo, reunió al benefactor con las autoridades locales y el párroco. 
 
   Luis Bello fue algo más que un buen periodista, fue también diputado a Cortes. Un liberal que asistió en su infancia a la escuela en Luarca (Asturias), aunque era nacido en Valladolid, y que tras licenciarse en Derecho se volcó en el periodismo. Un hombre ligado a la Institución Libre de Enseñanza a quien debemos un precioso libro-reportaje sobre las Escuelas de España. El primer tomo de su viaje lo dedicó a Madrid, Castilla y León y Asturias. Recorrió estas provincias en 1922, y sus artículos fueron publicados en El Sol, y posteriormente editados en un primer tomo que se ha reeditado hace unos años. El periodista salmantino hizo un esfuerzo titánico por recorrer todos los rincones de las provincias mencionadas, por ver cada lugar en donde estaba levantada una pequeña escuelita, o donde un maestro o una maestra, desafiando los elementos, era capaz de enseñar una regla matemática o de corregir una falta de ortografía. Pasa de puntillas sobre las escuelas de Merás, cuando visita el concejo de Valdés, pero deja constancia de dos realidades: la inmensa y desinteresada obra de los “indianos” y el abandono de las autoridades locales. De esto hace noventa años. No hemos aprendido nada. 
 
 
 
 

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