Los héroes son eternos (II) Por el Coronel Isabel

El segundo aviador que perdió la vida a manos de las que muy certeramente fueron conocidas como “hordas rojas” fue Senén Ordiales González. Pertenecía al Cuerpo de Artillería y en 1936 servía en el Laboratorio de Aviación de Cuatro Vientos (Madrid). Había ganado la Cruz Laureada en Marruecos en 1925 en una arriesgada acción en la que había sido herido de gravedad. Al producirse el levanta­miento se negó a combatir a favor del Gobierno del Frente Popular, por lo que fue encerrado en la Cárcel Modelo. El 17 de agosto de 1936 todos los militares presos en ella sufrieron un cacheo por parte de milicianos, en el que les fueron robados cuantos objetos tenían de valor. Cumplían órdenes del Director General de Seguir­dad, el coman­dante de Infantería y socialista Manuel Muñoz Martínez –justamente enjuiciado y fusilado en 1942-, responsable de las matanzas de la Cárcel Modelo y de Para­cuellos. El capitán Ordiales se libró de las matanzas de Paracuellos pero fue asesi­nado el 22 de septiembre siguiente en el interior de la Cárcel.

Perfecto Rey Castiñeira era uno más de los militares que comenzaron su carrera militar como soldado y llegaron a los empleos superiores gracias a su valor y dedicación. Había ganado la Cruz Laureada en Marruecos siendo sargento de Regulares. Cuando encontró la muerte no servía en el Ejército sino en la Policía. En 1934 había sido destinado al Cuerpo de Seguridad y Asalto y tuvo el honor un año después de portar la primera bandera entregada a la Policía Española, por ser el único Caballero Laureado que servía en sus filas. En marzo de 1936 había sido destinado a Valencia y siete meses después, el 21 de octubre, fue asesinado por milicianos del Frente Popular, cuando tenía 37 años. En ese mes y el siguiente serían también asesinados nueve de sus compañeros en la ciudad del Turia. Un Gobierno tan miserable e inútil sería capaz, catorce meses después de haberle quitado la vida, de publicar una orden en el Diario Oficial del Ministerio de Defensa en la que se daba de baja a tan heroico oficial, con pérdida de todos los derechos, por hallarse clasificado como desafecto al Régimen, y añadía “pasando a la situación militar que le corresponda“. La situación a la que pasó sería más tarde conocida: asesinado cobardemente por el Gobierno del Frente Popular.

Este fraudulento Gobierno había permitido en Madrid la proliferación de centros de represión, conocidos como checas –más de trescientas-, en las que los milicianos encerraban a los considerados como desafectos al sistema y de las que los sacaban para asesinarlos en cualquier lugar de la ciudad. Una de ellas era la de Porlier, en la que fue encerrado el capitán de fragata Rafael Ramos-Izquierdo y Gener, que había recibido la Cruz Laureada de San Fernando en Marruecos en 1914. El 3 de noviembre fueron los presos militares presionados por los milicianos para que se uniesen a ellos, a lo que se negaron, siendo 38 de ellos, entre los que se encontraba Rafael Ramos-Izquierdo, trasladados dos días después a Rivas Vaciamadrid y allí fusilados. No sabemos si en el momento de ser asesinado lucía sobre su uniforme las condecoraciones ganadas, pero si fue así, quizá aquellos cobardes aprovecharan su Laureada, prendida sobre su corazón, para apuntar a ella y así tener la seguridad de no fallar el tiro. La falta de valores morales de aquella chusma les impedía reconocer y respetar el valor de sus oponentes, algo que, por desgracia, se repite hoy en día.

Y llegó el trágico mes de noviembre de 1936, triste para los honrados españoles y alegre para la escoria del Frente Popular. En ese mes tuvieron lugar los masivos asesinatos de Paracuellos del Jarama y de otros diferentes lugares de Madrid tras las sacas realizadas en cárceles y checas. Los valerosos ministros del Gobierno del Frente Popular habían huido a Valencia el 6 de noviembre, ante la inminente entrada de las tropas nacionales, quedando el general José Miaja Menant como Presidente de la Junta de Defensa encargada de conservar Madrid, que tuvo a sus órdenes al comandante Manuel Muñoz Martínez como Director General de Seguridad y a Santiago Carrillo Solares como consejero de Orden Público. Estos tres indecentes personajes fueron los responsables, junto con la diputada Margarita Nelken, de los miles de asesinatos cometidos en Paracuellos. Un gran número de los militares asesinados estaba en situación de retirado y bastantes de ellos eran ancianos, de los que, por supuesto, poco había que temer. El Gobierno sacó a muchos de ellos de sus casas mediante un engaño, ordenándoles presentarse en la Casa de la Moneda para cobrar sus pagas atrasadas. Lo que siguió fue sencillo, según fueron llegando se les fue deteniendo y comenzó su calvario y martirio.

Entre los militares asesinados en Paracuellos se encontraba el prestigioso teniente general José Rodríguez Casademunt, de 66 años, Laureado en Filipinas en 1897 y que a la sazón desempeñaba el cargo de Presidente del Consejo Director de las Órdenes Militares de San Fernando y San Hermenegildo. Apresado por milicianos, fue encerrado en la Cárcel Modelo y asesinado en Paracuellos del Jarama el 7 de noviembre de 1936. En Rodríguez Casademunt se daba un caso único en el Ejército español, a su Cruz Laureada se le unían las dos que había ganado su hijo Miguel Rodríguez Bescansa en Marruecos, ambas recibidas a título póstumo. No debieron sentirse satisfechos los disolutos milicianos que dispararon sobre él, pues también lo hicieron sobre su hijo Alfonso, maestro nacional, que poco había tenido que ver con la contienda que se estaba librando, aunque esto no se lo planteasen aquellos depravados de instintos puramente asesinos. Afortunadamente, el recuerdo del general Rodríguez Casademunt se mantiene en su ciudad de origen, Inca, en la que se le dio a una calle su nombre, que, milagrosamente, se ha respetado.

Compartió suerte con Rodríguez Casademunt el también teniente general y Laureado en Filipinas Pío López Pozas, un año más joven. Había sido Jefe de la Casa Militar del Rey y Comandante General de Alabarderos, demasiada tentación para los criminales milicianos, que le detuvieron y encerraron en la checa de San Antón, de la que le sacaron el 7 de noviembre de 1936 para asesinarle cobarde­mente en Paracuellos del Jarama el 7 de noviembre de 1936. Su nombre se man­tiene en la memoria de los buenos españoles y en el rótulo de una calle de Madrid.

Para terminar, queda un último héroe al que los piadosos milicianos del Frente Popular pretendieron, como a los demás, borrar de la “memoria histórica” de los españoles honrados, aunque sin conseguirlo. Se llamaba Ángel Sevillano Cousillas pertene­cía al Cuerpo de Ingenieros y había sido recompensado con la Cruz Laureada de San Fernando en 1935. Un año después fue apresado en el Cuartel de la Montaña y encerrado en la checa de Porlier, de la que fue llevado el 18 de septiembre de 1936 a Paracuellos de Jarama para ser vilmente asesinado.

Loor a estos héroes y advertencia a los españoles de hoy para que tengan en cuenta las hazañas de quienes formaron aquel Frente Popular, que hoy parece se pretende resucitar.


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