Oasis en el desierto: Majadahonda resiste, por Miguel Menéndez Piñar

 

Miguel Menéndez Piñar

Presidente Asociación Custodia del Monumento de Majadahonda

Cuando apenas han pasado ochenta años de aquella memorable gesta en la que luchó un pueblo armado de Fe, coraje y honor, venciendo a la barbarie roja que quiso asolar nuestra Patria.  Cuando todavía tenemos entre nosotros a muchos de aquellos combatientes que lo sacrificaron todo. Cuando fue reconstruida la Patria, nuevamente, desde sus cimientos, edificando un Estado Nacional con Justicia, Trabajo y Paz. Cuando vemos saqueado el rico patrimonio de aquel pueblo español, entregando la soberanía y la industria a los bastardos intereses de los enemigos de España. Cuando presenciamos las últimas consecuencias de la sustitución del Estado Nacional por el Estado Liberal, la magna obra de Franco por los consensos democráticos que anestesian al pueblo, primero, y los devora, después.

Cuando asistimos, con tristeza y rabia, a la retirada de estatuas o a la eliminación del nombre de las calles para borrar la historia, peregrinamos con mayor fervor cada año a Majadahonda, para andar por suelo libre. Libre de la Ley de Memoria Histórica que está arrancando de nuestras calles y de nuestras plazas, incluso de nuestros cementerios, la esencia del espíritu español. El espíritu de los poetas y los arquitectos, de los mártires y los soldados, de los obreros y los ministros, que sometieron al comunismo y construyeron la mejor España de los últimos siglos. El mismo espíritu de Ion Mota y Vasile Marín: la Fe y la Patria, el espíritu y el Ideal por el que dejaron su tierra y vinieron a España para “luchar hasta que les encontrase la muerte”.

En Majadahonda sigue erguido el monumento a Ion Mota y Vasile Marín, miembros destacados de la Legión rumana de San Miguel Arcángel que no dudaron en venir a España para unirse a nuestros mayores y defender, hasta la muerte, en las mismas trincheras, la fe y la civilización cristiana.

En los arcos del magnífico monumento podemos contemplar las cuatro virtudes cardinales que son la base de nuestra Lealtad. Que todavía hoy sigan estas piedras recordando el sacrificio de los legionarios rumanos Ion Mota y Vasile Marín, es un acto de Justicia permanente, sobre todo cuando han sido derribados en los últimos años casi todos los monumentos al Honor por la memoria histérica y vengativa de los perdedores. La Justicia de rendir homenaje a nuestros caídos, la encontramos en Majadahonda, donde todavía hoy nos reunimos año tras año. Uno de los cuatro arcos del monumento es, por tanto, el arco de la Justicia.

El monumento es, también, como un faro para la militancia y así debe guiar nuestras actuaciones y acometidas, cumpliendo en cada momento con el deber de nuestros Ideales. La virtud de la Prudencia rige el actuar rectamente y no, por unas supuestas cautelas, la omisión o la cobarde quietud. Prudencia es, por tanto, la virtud que llevó a Mota y a Marín a enrolarse en nuestras filas para empuñar las armas junto a nuestros mayores por Dios, España y Rumanía. Junto al arco de la Justicia, encontramos el arco de la Prudencia.

El tercer arco del monumento que contemplamos acudiendo a Majadahonda es la virtud de la Templanza, la templanza que hace austeras y sobrias aquellas piedras y nos describe así cómo eran nuestros mayores. Porque el monumento de Majadahonda fue levantado por el sacrificio y la renuncia a otros bienes de camaradas tan excepcionales como Horia Sima, el Príncipe Sturza, Nicolás Rosca o Blas Piñar, que costearon su construcción y mantenimiento, o la familia que donó gratuitamente el terreno.

El último arco es el que nos recuerda la virtud de la Fortaleza, pues este monumento está cimentado y levantado sobre la sangre derramada por Mota y Marín. Y la sangre, la sangre de nuestros caídos, es el mejor y mayor testimonio que tenemos para vencer las adversidades, encontrando en ella la Fortaleza suficiente para mantenernos fieles a nuestros Ideales.

Y verticalmente erguida, entre las cuatro virtudes del monumento, (Justicia, Prudencia, Templanza y Fortaleza), está la columna de la Fe que sube al Cielo y en lo alto abre sus brazos por el remate de la Cruz.

Quisieran los ideólogos del odio y de la memoria histórica que no existiera el terreno, donado hace décadas con generosidad por Doña María de los Ángeles Millán y su hijo Arturo Sanz, donde se levanta el monumento. Pero todavía quedan rumanos y españoles que están dispuestos a mantener vivo el recuerdo de sus héroes y de sus combatientes. Que no van a permitir que se siga ultrajando el monumento, asaltado y agredido constantemente, ni que se manche la sangre que en Majadahonda se derramó.

El monumento de Majadahonda es la imagen de la actual España: España asaltada y saqueada, como ha ocurrido con la valla perimetral que protegía el terreno; España despreciada y humillada, como actualmente ocurre cuando el suelo del monumento se utiliza para reuniones de pandillas y macarras de todo pelaje; España, agredida, de la misma manera que aquí sucede cada vez que pintan el monumento o golpean la cruz. Pero igual que en la España actual, quedan hombres y mujeres que, ante la ruina del pueblo, ante la destrucción de la Patria, dan un paso al frente –como ya lo hicieron Mota y Marín- para combatir por los grandes Ideales.

Ese paso al frente, con vocación de servicio, lo da la Asociación para la Custodia del Monumento a los Legionarios Caídos de Majadahonda, propietaria del terreno donde cayeron Ion Mota y Vasile Marín, con el objetivo y la promesa de volver a contemplar el monumento en todo su esplendor, rodeado por un muro perimetral que impida los asaltos y asegure el cuidado y la limpieza interna. Embarcados en la tarea de construcción del muro perimetral nos encontramos ya inmersos, habiendo solicitado la licencia de obras y teniendo presupuestos para su ejecución que rondan los 25.000 euros. Todavía no se ha recaudado ni la mitad de lo que se necesita, pero estoy convencido, querido lector, que podamos contar con tu ayuda para mantener el oasis en el desierto que representa el magnífico monumento a Ion Mota y Vasile Marín, Caídos por Dios, por España y por Rumanía.

C/C Asociación Custodia Monumento ES66 0019 0350 1140 1001 8883


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