Por qué la Virgen de la Inmaculada es la Patrona de la Infantería Española, por Joaquín Arnau

 
 
Joaquín Arnau Revuelta 
 
 
   Hay que conocer la Historia de España para poder amarla. Nuestros símbolos, nuestras tradiciones, la inseparable relación entre la Fe Católica y nuestra Historia, en especial en los hechos de armas y en las grandes gestas, son parte de nuestro patrimonio cultural que todo español debe conocer y defender ante los actuales saqueadores de la Historia.
 
   El siglo XVI es el Siglo de Oro español. Carlos I (Gante 1500-Yuste 1558) y su hijo Felipe II (Valladolid 1527-El Escorial 1598) son los grandes reyes de la Cristiandad, los que aglutinan la representación y la defensa del Catolicismo en el mundo. Las guerras de religión en Europa, la guerra contra el Turco en el Mediterráneo y la formación del Imperio de Ultramar merman los recursos económicos y exigen un esfuerzo titánico a nivel demográfico, asumido en gran parte por Castilla, de donde se nutren, en gran medida aunque no sólo, de hombres los famosos Tercios, unidades militares de infantería organizadas por la Ordenanza de Génova, el 15 de noviembre de 1.536: Tercio de Nápoles y Sicilia, Tercio de Lombardía y el Tercio de Málaga (también conocido como de Niza). Años después, el Tercio de Nápoles y Sicilia, se dividiría en dos y el de Málaga obtendría el nombre de Cerdeña. Poco después obtuvieron el apelativo de “Tercios Viejos”, para distinguir a los Tercios originales de los que posteriormente se iban creando. La fama de estas unidades, llevó a que el término “Tercio Viejo” se extendiera a alguno de los recién creados, por lo que los cuatro originales, a su vez adoptaron el de “Grandes Tercios Viejos”. Hay que reseñar, que estas denominaciones tenían un carácter puramente sentimental, sin ninguna ventaja en el equipamiento o material empleado por los Tercios. (Revista Ejército, nº 827, marzo 2010; Tercios de España, Fernando Martínez Laínez, José María Sánchez de Toca, editorial Edaf.)
 
   El nervio de estas temidas unidades, probablemente originarias de tiempos de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, sobrino de los Reyes Católicos, lo conforman españoles, aunque también figuran entre sus filas italianos, irlandeses, lansquenetes, borgoñones, … Un Tercio de españoles estaba, obligatoriamente, formado por españoles y mandado por un Maestre de Campo español, mientras que un Tercio de extranjeros podía ser mandado por un Maestre de Campo, tanto español como extranjero.
 
   Nos situamos, en el transcurso de la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648). En julio de 1585 se culmina la toma de Amberes, ciudad principal de la Unión de Utrech, por Alejandro Farnesio, gobernador de Flandes. Holanda y Zelanda querían separase de aquella Unión y Farnesio les envía la ayuda de tres Tercios al mando del Conde de Mansfeld. Eran los Tercios del veterano Francisco Arias de Bobadilla, el de Mondragón y el de Íñiguez. Cerca de 5.000 españoles de los que el almirante francés Bonnivet dijo que parecían a la vez:
 
 
“cinco mil hombres de armas, y cinco mil caballos ligeros, y cinco mil infantes, y cinco mil gastadores, y cinco mil diablos”.
 
   Mansfeld se estableció en la ciudad de Bolduque y envió al experimentado Bobadilla, con más de veinte años de guerras a sus espaldas, al mando de los tres Tercios a ocupar la isla de Bommel, una franja de terreno desecado de unos 25×9 Km² entre los ríos Mosa y Waal. Las tropas calvinistas de infantería, embarcadas en 100 naves de quilla plana y comandadas por el Almirante Holac, rompieron los diques del Mosa el día 2 de diciembre. El nivel del agua subió rápidamente obligando a nuestros soldados a buscar las zonas altas de la isla, abandonando la impedimenta, los pertrechos y los víveres y quedando a merced del fuego enemigo en un reducido espacio de terreno. El capitán Pazos mandó una vanguardia para forzar una vía de escape, pero fue rechazado y se refugió en un pequeño castillo cerca de la iglesia de Empel. La noche del 3 de diciembre quedaron allí guarnecidos los tres Tercios de Bobadilla. El día 5 Mansfeld tenía 52 naves de apoyo preparadas para el rescate, que debían ser apoyadas por otras 9 barcazas y 270 hombres de Bobadilla, los cuales:

“confesaron y comulgaron como siempre que han de pelear, lo que acostumbra la nación española”
    
 

   El Tercio de Juan del Águila se unió a Mansfeld y se produjo el combate con las tropas de Holac, pero éste fracasó estrepitosamente y los sitiados quedaron, definitivamente, sin posibilidad de huída ni de rescate. Los españoles:
 
“Veíanse en muy gran turbación y trabajo, y el menor que pasaban era el frío, hambre y desnudez, que tanto les apretaba por estar al rigor del tiempo sin ningún reparo donde poder cubrirse ni valer de noche y día, y sobre unos diques yermos y solos, donde iban perdiendo ya las esperanzas de ser socorridos”.
 
   Llegamos al sábado 7 de diciembre de 1585. Bobadilla, ya a la desesperada, pensó en embarcar a sus soldados en las pocas naves que le quedaban, cruzar el canal bajo el fuego de buques y fortines enemigos y desembarcar en cada isleta, tomándolas una a una. Era un suicidio, pero se habían terminado los víveres, y no había refugio, sólo barro y frío, de forma que Bobadilla mandó un nuevo mensaje a Mansfeld, diciéndole que había elegido un nuevo punto para el asalto:
 
“ya que no veía otro remedio, y aún este incierto y casi imposible”
 
   Los habitantes de la católica ciudad de Bolduque, acudieron en auxilio de los sitiados. Intentaron cavar en las zonas anegadas para facilitar el paso, organizaron procesiones pidiendo por los españoles, se sacó al Santísimo Sacramento a la orilla opuesta, con luces, para que los sitiados pudieran verlo y les sirviera de consuelo. Como dijo un español:
 
“Parece cosa extraordinaria que en tierra de tantos herejes y donde tan mal quieren a los españoles hubiese flamencos tan piadosos que se azotasen por ellos y tan de veras procurasen el remedio, los cuales no cesaban en sus plegarias y procesiones”
 
   Para colmo de desdichas, un intento de Mansfeld de bajar el nivel del agua rompiendo unos diques en la orilla opuesta sólo sirvió para aumentar la inundación, poniendo a los españoles en situación crítica. Viendo Bobadilla el apuro, exhortó a sus capitanes
 
“por último remedio y más acertado, que volviesen todos sus corazones a Dios y le llamasen, suplicándole no fuesen parte sus muchos pecados y culpas para que dejase de mirar con sus ojos de misericordia aquellas pobres almas y banderas católicas que habían peleado por defender su santa Iglesia romana, y que les amonestaba y requería olvidasen las cosas de este mundo y desde luego quitasen la mala costumbre que algunos tenían de jurar”
 
 
   Cae la noche sobre Empel y comienza a mostrarse la ayuda Divina:
 
“En esto, estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía junto a su tienda y cerca de la iglesia de Empel, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores como si se hubiera acabado de hacer. Como si se hubiera descubierto un tesoro acuden de las tiendas cercanas. Vuela allá el mismo Maestre de Campo Bobadilla (…) Llévanla pues como en procesión al templo entre las banderas, la adoran pecho por tierra todos, y ruegan a la Madre de los ejércitos que pues es la que solo podía hacerlo, quiera librar a sus soldados de aquella asechanza de elementos y enemigos; que tenían por prenda de su libertad cercana su imagen entregada piadosamente cuando menos imaginaban y mas necesidad tenían, que prosiguiese y llevase a cabo su beneficio”.
 
   Los soldados, que eran muy católicos, vieron en esto una señal divina y su ardor guerrero se desató. Bobadilla aprovechó el suceso para dirigirse a sus hombres diciéndoles que al día siguiente atacarían para vencer o morir. Algunos de sus capitanes propusieron suicidarse antes que darle a los holandeses la satisfacción de la victoria y sufrir la humillación de ser apresados y capturadas sus banderas, pero Bobadilla arengó de nuevo, a sus hombres:
 
“¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota; el milagroso hallazgo viene a salvarnos. Nosotros velaremos por España. ¿Queréis que se quemen las banderas, se inutilice la artillería y abordemos de noche las galeras, prometiendo a la Virgen ganarlas o perder todos, todos, sin quedar uno, la vida?…”
 
   Los soldados, al unísono, como un solo hombre de honor, respondieron:
 
“¡Sí, queremos!”
 
    El Almirante Holac nunca imaginó el devenir de los acontecimientos. Estaba a punto de comprobar contra quién combatía: contra los Tercios Españoles. Mandó al campamento español un emisario ofreciendo la rendición a cambio de perdonarles la vida. El Maestre de Campo Bobadilla, orgulloso y confiado, respondió:
“Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos”

 
   Se produce el milagro. En la noche del 7 al 8 de diciembre se desató un temporal de poniente con un anormal viento gélido y los canales del río Mosa se congelaron. Bobadilla nos lo describe así:
 
“el frío más extraordinario que jamás se vio”
 
   En plena noche los españoles montaron en sus barcas y se lanzaron en silencio al asalto de una de las isletas ocupadas, pero la explosión de un recipiente de pólvora alertó a los holandeses que huyeron a refugiarse en sus barcos. Ante el riesgo del ataque enemigo y de quedar sus buques inmovilizados y atrapados por el hielo, que se estaba formando rápidamente, Holac ordenó retirarse de la zona entre Empel y Bolduque, y volver al cauce del  Mosa. En ese momento las tropas de Bommel y las de Bolduque atacaron de consuno a la flota en fuga, causándoles más de 300 bajas. Cruzando a pie sobre el hielo, los infantes de Bobadilla asaltaron los fuertes de las islas del río, venciendo y poniendo en fuga a sus defensores. Los españoles lograron llegar a Bolduque, salvándose la mayoría, aunque no pocos sufrieron amputaciones por culpa de la congelación. Se contaron entre el botín de guerra diez navíos de bastimentos de boca y armas, toda la artillería y munición enemiga y 2.000 prisioneros. Justo en ese momento, se cubrió el cielo, comenzó a llover y a deshelarse las aguas. Era el día 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción de María.
 
 
   La imagen hallada (probablemente enterrada unos años antes, durante la persecución iconoclasta de los calvinistas de 1566) fue depositada en Bolduque y se le tributó una solemne acción de gracias. Los católicos holandeses calificaron el hecho como Het Wonder van Empel, el milagro de Empel. El conde de Holac en persona dijo que
 
“No era posible sino que Dios era español pues había usado con ellos tan gran milagro” y que “nadie en el mundo sino él por su divina misericordia fuera bastante a librarles del peligro y de sus manos”
 
   Por aclamación fue nombrada la Inmaculada Concepción Patrona de todos los Tercios de Flandes e Italia, fundándose una Cofradía bajo el titulo de Soldados de la Virgen, Concebida sin Mancha, siendo Bobadilla el primer cofrade y figurando en esta Cofradía todos los alistados en los Tercios de Flandes e Italia. Hasta entonces cada unidad tenía por costumbre elegir su patrón o patrona, siendo en muchas ocasiones la elegida nuestra Señora del Rosario. La mayoría cambió su advocación, eligiendo como santa patrona a la Inmaculada Concepción.
 
   El portento meteorológico que aconteció el 8 de diciembre de 1585 en la isla de Bommel ha sido objeto de investigación por historiadores y meteorólogos holandeses por anómalo. En los años 90 el Instituto de meteorología holandés hizo un estudio del fenómeno y concluyó que la concatenación de circunstancias que produjeron que el agua alrededor de la isla de Bommel se helase en una sola noche fue un fenómeno por completo inusual y nunca visto en esas tierras.
 
   Y años después, a solicitud del Inspector del Arma de Infantería, el patrocinio tomó rango oficial: La Inmaculada Concepción de María fue declarada Patrona de la Infantería por una Real Orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, de fecha 12 de noviembre de 1892.
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