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Mª Juana Ontañón de López-Mateos
40 años de vida en España
Un ejemplo de obras de ingeniería: Abastecimiento de agua potable en Brunete.
Para Brunete se han proyectado unos servicios sanitarios e hidráulicos decorosos. Cien litros por habitante y día, distribuidos con red domiciliaria y alcantarillado para evacuación de residuales.
Contaba el destruido Brunete con un abastecimiento de agua potable construido con el auxilio del Estado. Se captaban las aguas en un arroyo denominado «Los Morales», mediante pozos y galería, elevándose hasta un depósito existente al lado del cementerio del pueblo. La elevación, de unos 60 m., con una longitud de tubería de casi 3 kilómetros. Escaso el caudal captado en invierno y en absoluto insuficiente en verano.
Es raro que un abastecimiento proyectado con estrechez económica sea susceptible de mejora sensible. La apertura de nuevas galerías o pozos en las cercanías de los construidos en el arroyo de «Los Morales» no podía ofrecernos, ni a nosotros, ni a nadie, garantía para obtener un caudal permanente de 2,5 1/segundo, precisos para sostener efectivamente la dotación mínima fijada.
Se daba, además, la circunstancia de tener que proyectar los abastecimientos de agua de Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo y Quijorna, pueblos también destruidos y adoptados por el Caudillo, con anteriores abastecimientos análogos al reseñado. Todos ellos cercanos entre sí y situados en la cuenca del rio Aulencia.
La solución comienza a perfilarse. Toma en el río Aulencia, y abastecimiento mancomunado o conjunto de los cuatro pueblos.
El presupuesto de ejecución material del proyecto reseñado asciende a 1.188.378,40 pts Corresponden a cada pueblo, en números redondos, 300.000 pts.
La solución expuesta en este artículo no sería más que fracción de un plan mucho más extenso de abastecimiento de los pueblos del O. de Madrid, que valdría la pena tantear si, como complemento del pantano y canal de Guadarrama, actualmente en estudio, se construyera un embalse de tal vez 20 millones de m/3 de capacidad en nuestro Aulencia, y algo aguas arriba de la toma proyectada (de un artículo de Felipe Mellizo, Ingeniero, en el n.° 20 de la revista Reconstrucción).
«Es muy interesante el artículo del arquitecto (y pintor y escultor) Joaquín Vaquero sobre Reconstrucción de Iglesias en los pueblos adoptados, publicado en el n.° 21 de la Revista de Reconstrucción:
«La Dirección General de Regiones Devastadas, al reconstruir las Iglesias que tienen a su cargo, se plantea un problema de enorme importancia y dificultad material, y, además, de una gran responsabilidad espiritual. El acierto en este trabajo implica una aportación valiosísima a la reconstrucción del sentimiento religioso.
El valor de la ruina de una casa, en un pueblo devastado, es, por regla general, nulo, o tan pequeño que en la mayor parte de los casos resulta más económico y conveniente levantar la casa de nuevo, desde los cimientos. Algunas veces, como en el caso de Belchite, Seseña y Gajanejos, ha resultado preferible prescindir de las ruinas y construir el pueblo entero en nuevo emplazamiento y con un nuevo trazado. Por otra parte, esto casi siempre puede llevarse a cabo sin el menor escrúpulo de conciencia, sobre todo en pueblos pobres, en los que el valor artístico de las casas se reducía a su aspecto pintoresco. Los habitantes de la nueva casa o del nuevo pueblo encontrarán en su hogar tan enormes ventajas, en el sentido de la comodidad, de la higiene y de alegría de las modernas construcciones que no tardarán en olvidar, completa-mente, su arraigo a los viejos lugares.
Cuando se trata de la ruina de una Iglesia el problema es completamente distinto; puede tener o no un valor material o artístico, como base para una reconstrucción; pero siempre tendrá un valor espiritual, como lugar con-sagrado y reliquia en la que las gentes tienen puesta su fe. En este caso, una iglesia de nueva planta y de traza diferente constituiría, para los que han sobrevivido, casi un sacrilegio, y si, además, se la cambia de emplazamiento, un motivo de frialdad.
Estos sentimientos, medio supersticiosos, tan arraigados en la mayor parte de las gentes de los pueblos, van íntimamente ligados a sus creencias religiosas, y es necesario respetarlos para que no se tambaleen aquellas, entre tanto no se mejora la mentalidad de la mayoría.
Por todo ello, quizá el mejor criterio que seguir es el de aprovechar todo cuanto haya quedado sólidamente en pie, y sobre ello reconstruir la Iglesia lo mismo que fue, si lo merecía su arquitectura o sencillamente su tipismo, basándose en datos fáciles de conseguir y suficientes para poder realizar una reconstrucción ajustada. Nos referimos, naturalmente, a reconstrucción de Iglesias sin gran valor artístico.
En el interior, las dificultades son mayores y más complejas. De ordinario, retablos, imágenes, pinturas, muebles, etc., han desaparecido por completo, y de ello no se conservan datos de ninguna especie. Únicamente se obtienen algunas explicaciones, más o menos absurdas y casi nunca coincidentes, que nos dan unos y otros. Por otra parte, sería imposible, por excesivamente costoso, el intentar construir retablos comparables a los que tenían la mayoría de las Iglesias, aun las más pobres.
Sin embargo, por respeto a la Religión y al Arte, debiera ser un criterio absolutamente cerrado el de exigir que imágenes, retablos, muebles y cuanto sea menester para el culto que tenga, por lo menos, un mínimo de categoría artística y material, y estas dos circunstancias anteriores, opuestas, obligan a reducir lo más posible, a lo estrictamente necesario, su acondicionamiento interior, estudiándolo perfectamente, desde luego, para que tenga la dignidad que corresponde a su función.
Con fragmentos de retablos destrozados es posible componer otros, de mucha menor riqueza, pero estéticamente magníficos. También se pueden lograr efectos maravillosos si se combinan con fortuna elementos dorados de retablos y se superponen sobre composiciones decorativas pintadas sobre el muro.
En muchas Iglesias, sin embargo, se han conservado los retablos o parte de ellos, y, naturalmente, el criterio que seguir en ellas para su restauración ha de fijarlo la calidad de lo que queda. Las imágenes, en cambio, es muy raro que existan, y se plantea entonces una cuestión de verdadera responsabilidad, digna de ser estudiada sin prejuicios: ¿Deben hacerse las imágenes de acuerdo con los viejos estilos o deben ser consecuentes con la trayectoria que ha seguido el arte hasta nuestros días?
Pensamos, en principio, que cuando la Iglesia o retablo, o aun el altar en que van a ir colocadas las imágenes, constituyan una obra de arte de un determinado estilo, cuyo conjunto sea digno de completarse, deben de hacer-se éstas de acuerdo con ese estilo. Por el contrario, cuando aquellos no tienen un gran valor artístico, o, aun teniéndolo, no sean un ejemplo puro de un determinado estilo —otras épocas han sentado ya el precedente—, no creo que debamos sentir el menor temor a introducir, entre esos elementos de diversas épocas, lo de la nuestra propia. Si no lo hacemos así no haremos otra cosa que falsificar estilos que no podemos sentir con la suficiente hondura para crear dentro de ellos, y ocultaremos vergonzosamente, sin razón alguna, el arte nuestro, el de nuestro siglo, en el que podemos y estamos obligados a crear para que en la historia de la imaginería española no se produzca un colapso injustificado.
Todas las épocas que han creído en su propio arte lo han impuesto sin temor alguno, y así vemos hoy en casi todas nuestras Iglesias y Catedrales, combinándose armónicamente, elementos de diversos estilos.
En el presente número de Reconstrucción se dan a conocer algunos de los trabajos hechos para la Iglesia de San Miguel Arcángel, de Las Rozas, hoy a punto de ser inaugurada.
En ella se han reconstruido la totalidad de la torre, la cubierta y la bóveda de la capilla lateral, todo ello exactamente como fue.
Se ha demolido, para edificarla independientemente, la Casa Parroquial, construcción sin ningún interés artístico, que estaba adosada a una parte de la fachada y ocupaba toda la parte baja del Coro, ocultando la entrada principal.
Se conservaba el retablo mayor, pero había desaparecido la imagen de San Miguel Arcángel, que se ha hecho de nuevo. En la capilla lateral se substituye un pequeño retablo desaparecido por una pintura mural representando un Descendimiento. Se ha construido un nuevo coro alto, de tipo castellano, y se han hecho la totalidad de los muebles, algunos de cuyos proyectos se reproducen aquí.
Una idea, tal vez interesante, sería la de entronizar en todas las Iglesias reconstruidas en los pueblos una imagen de la Virgen de la Cosecha, que vele por la vida próspera del pueblo reconstruido.»