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¿Quién fue Francisco Franco? Del general más joven de Europa al dictador que gobernó España 40 años
Jose Luis Orella
Director de la Cátedra CEU de Historia, Memoria e Identidad
Según una reciente encuesta del CIS, un porcentaje cercano al 20 % de los jóvenes españoles considera que los años del régimen fueron positivos. Si aquel régimen fue una dictadura, ¿quién fue ese hombre y qué hizo para que tenga esta valoración entre los jóvenes?
Francisco Franco Bahamonde nació en El Ferrol en 1892. Tras cursar la enseñanza primaria en su ciudad natal, ingresó en la Academia de Infantería de Toledo en 1907. Destinado en África, emprendió una carrera meteórica por méritos de guerra: capitán en 1915, comandante en 1917, teniente coronel en 1922, coronel en 1925 y general de brigada en 1926.
Su juventud resalta entre un generalato vetusto; a los treinta años se convierte en uno de los oficiales indiscutibles de la recién formada Legión y, tres años más tarde, en el general más joven de Europa. Para entonces, este militar gallego se había convertido en un modelo para muchos jóvenes militares. El general Miguel Primo de Rivera, jefe del Gobierno en 1928, le nombra director de la recién creada Academia General Militar de Zaragoza, hasta su disolución por el ministro de la Guerra, Manuel Azaña.

Francisco Franco dirige a sus tropas durante la Guerra del Rif
Durante la República ocupó la jefatura del Estado Mayor Central del Ejército. Pero con el triunfo del Frente Popular, en febrero de 1936, es destinado al alejado archipiélago canario. Allí le sorprendió el Alzamiento, al que se había sumado en los últimos momentos.
Cuando comienza la Guerra Civil, Franco está casado. Lo había hecho en Oviedo en 1923 con Carmen Polo, matrimonio del que nació su única hija, Carmencita. Se sabe que era un hombre austero en lo personal, de parcos gustos culinarios, amante de la pesca y la caza.
De pequeña estatura y voz aflautada, ridiculizada por la crítica, decía «no meterse en política», aunque sabía armonizar las diferentes familias ideológicas de una derecha contraria al giro subversivo que parecía llevar España. Entre sus amigos, si los tuvo, su primo Pacón y Camilo Alonso Vega. Francisco Franco se decía monárquico, pero quienes esperaban el regreso del Rey tuvieron que esperar más de tres décadas para volver a ver a los Borbones en el trono. Con Franco, España fue un Reino, pero ¿cómo se llegó a la pervivencia de casi cuarenta años de dictadura?
El Franco militar y político que muere en un hospital público
Los sublevados se dieron cuenta de la importancia de una jefatura única que abarcara la dirección militar y política. Había que evitar los enfrentamientos internos que estaban destrozando a sus contrincantes. El 29 de septiembre de 1936, el general Franco asumía la jefatura del Gobierno del Estado y de las fuerzas de Tierra, Mar y Aire. Era ya «el Generalísimo». Durante la Guerra Civil se formó un nuevo Estado, reflejo de los constituidos en Europa, como Portugal, Austria, países bálticos o balcánicos. Un modelo autoritario, de partido único, pero no totalitario.
El régimen de Franco no fue monolítico y tampoco militar, aunque los militares fueron, junto a la Iglesia Católica, pilares en el nuevo Estado. El Ejecutivo representaba las diferentes familias políticas de las derechas, prohibiendo la actividad a los partidos del Frente Popular y a sus aliados, los nacionalistas del PNV y ERC. Los catalanes de la Lliga o de la derecha galleguista sí tuvieron cierto hueco en el régimen.
En la Segunda Guerra Mundial, Franco mantuvo la neutralidad junto al anglófilo Portugal. España vendió minerales estratégicos a germanos y británicos en cantidades similares. No obstante, y para hacer frente al comunismo de la URSS —del que siempre se mostró enemigo inamovible— permitió la formación de una división de voluntarios. Había que «devolver la visita» de las Brigadas Internacionales.
El triunfo de los aliados favoreció el aislamiento internacional de una España obligada a mantenerse en autarquía. Esa España en blanco y negro, aun de posguerra y de cartillas, vivió un cambio profundo a partir de 1953. El 10 de marzo de 1948, los comunistas convirtieron Checoslovaquia en un país satélite. Al año siguiente concluía la guerra civil china con el triunfo de Mao Tse-Tung. El 25 de junio de 1950 estallaba la Guerra de Corea.
El mundo comunista avanzaba en el tablero internacional y España se convertía en la indispensable retaguardia de un posible frente europeo. Era el nuevo «centinela de Occidente». El 26 de septiembre de 1953, España y los Estados Unidos firmaron el convenio que incluía mutua defensa, ayuda económica y defensa frente a la amenaza de los nuevos peligros. Más de cuarenta países hispanoamericanos y árabes apoyaron el retorno de España a las instituciones internacionales. Los diez países comunistas, además de Uruguay e Israel, mantenían su oposición.
En esos años, el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, junto a Joaquín Ruiz-Giménez y Alfredo Sánchez Bella, constituyeron el Instituto de Cultura Hispánica. Era un organismo que bebía del concepto de Hispanidad que habían destilado Ramiro de Maeztu y Manuel García Morente. Su éxito trajo la creación en 1954 del Instituto Hispano-Árabe de Cultura, cuyo fin fue fomentar los vínculos entre España y los países árabes. La diplomacia cultural, a través de becas universitarias, permitía estrechar relaciones con los países de Hispanoamérica y del mundo árabe.
A nivel europeo, el CEDI (Centro Europeo de Documentación e Información) tomó una dimensión internacional conservadora, reuniendo a políticos que quisieran aunar una Europa cristiana de las naciones, en la línea marcada por el Tratado de Roma. En 1957 resultaba elegido presidente el archiduque Otto de Habsburgo.
El aperturismo que lentamente España realizaba en dirección al mundo dirigido por los EE. UU. se aceleró con las reformas económicas de los tecnócratas. Los objetivos de los Planes de Desarrollo tuvieron una finalidad marcadamente política: la transformación de una sociedad que demandara un Estado de Derecho heredero de la «provisionalidad» del régimen creado bajo el caudillaje personal del general Franco. Los tecnócratas y el almirante Carrero Blanco planteaban que la sucesión al liderazgo del general debía ser asumida por unas instituciones enmarcadas en un Estado de Derecho, en calidad de Reino.
Las industrias que sirvieron de motores a este desarrollo fueron la automovilística, la química y la naval. Junto al turismo, protagonizaron el «milagro español», un crecimiento del 7,5 % del PIB durante década y media. Ese Gobierno nombrado por Franco —hombre que no presumía de conocimientos económicos— procedió a crear el marco para fomentar una estructura industrial, protagonizada por empresas españolas de iniciativa privada y extranjeras, estas últimas necesarias para el aporte tecnológico. Este crecimiento provocó una gran demanda de viviendas.
Según Mario Gómez-Morán, en Sociedad sin vivienda, entre los años 1961 y 1973 se construyeron en España 3.347.768 viviendas, sumando otras 358.460 en 1974 y añadiéndose 374.391 en 1975; en definitiva, en doce años, las cifras se elevaron a 4.080.619 viviendas. La industria también requería mano de obra especializada. El Estatuto Docente de las Universidades Laborales aparecerá en la Orden de 16 de agosto de 1958, y su Reglamento Orgánico con el Decreto 2266/60, de 24 de noviembre de 1960. Sin embargo, aquel desarrollo demandaba una sociedad de bienestar, y esta vendría con la Ley de Bases de la Seguridad Social, de 28 de diciembre de 1963, base del sistema de Seguridad Social.
De 1960 a 1975, la mano de obra dedicada a la agricultura pasó de un 36,6 % a representar un 18,3 %; la dedicada a actividades industriales, de 21,2 % a 28,3 %; y en cuanto a servicios, de 29,1 % a 38,6 %. Se redujo el paro y las mujeres pasaron a representar un 25 % de la mano de obra total.
Durante el régimen de Franco empezó a crearse una clase media que proporcionó estabilidad al país, según la opinión de uno de sus ministros, Gonzalo Fernández de la Mora, en su libro El crepúsculo de las ideologías. Pero no había libertades políticas. La conquista de un nivel de vida acomodado proporcionó a la sociedad española la madurez suficiente para asumir el aperturismo que se avecinaba. La línea seguida a favor de un Estado de Derecho con voluntad social se correspondía ya con los regímenes democráticos europeos que habían apostado por Estados de bienestar.
En 1975, Franco tenía ochenta y dos años. Todavía alternaba sus estancias en El Pardo con los veranos en la localidad coruñesa de Mera, en la compañía de sus siete nietos. A finales de octubre celebraba en El Pardo el que sería su último Consejo de Ministros. Los asesinatos de ETA y la crisis del Sáhara concentraban la preocupación nacional. Mientras tanto, el general, ya muy debilitado por una tromboflebitis y una insuficiencia cardíaca, ingresaba en el hospital público de La Paz. A las 10:05 de la mañana del 20 de noviembre, el presidente Arias Navarro aparecía ante los micrófonos de RTVE para pronunciar su frase histórica: «Españoles, Franco ha muerto».
