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Capítulo 2. Tercera parte
Así, al año del alzamiento, Franco se había hecho con todo el poder del Estado, militar y
político, convirtiéndolo en un Estado Totalitario, pero sin partido único totalitario. Un
totalitarismo fundamentalmente personalista. Afortunadamente la personalidad de
Franco era la de un austero militar, convencido católico, curado de utopías, inclusive
de la fascista. Su objetivo, tal y como declaró en repetidas ocasiones, era conservador;
volver a la España “Una, Grande, y Libre” del pasado. La persona que regiría a partir
de entonces los destinos de España durante cuarenta años era un hombre seguro de sí
mismo, pero consciente de sus limitaciones, y consciente también, como cristiano
convencido y practicante, de que Dios juzgaría sus actos; actos que siempre procuró
fueran en bien de España, según su mejor entender.
La manera en que Franco planteó la llamada Unificación Política, “proceso político
abierto”, satisfizo temporalmente a los monárquicos que, reconociendo en Franco su
afiliación monárquica, asumieron que esa apertura desembocaría al terminar la guerra
civil, en el reestablecimiento de la monarquía borbónica. Menos satisfechos quedaron
los falangistas, cuyo jefe Hedilla trató de alzar a la Falange contra el decreto de
Unificación, intento que le acarreó la cárcel, donde ingresó el 25 de Abril
Franco dio pie a las expectativas de los monárquicos en diversas declaraciones. El veía
el Estado Monárquico como el Estado Español legítimo, que la República derrocó
mediante un golpe de estado en Abril de 1931, lo que, en su opinión, la restó toda
legitimidad. Claramente, en caso de triunfar, no pensaba reinstaurar la República, sino
un estado monárquico. De hecho, Franco se sentía defensor de la legitimidad del Estado
derrocado en Abril de 1931, aunque consideraba imposible volver a instaurarlo. Cito
ahora, de nuevo, del magnífico libro de Luis Suárez, (Pág. 92),
“En sus declaraciones al ABC de Sevilla el 17 de Julio de 1937, Franco se refirió
directamente a la restauración de la monarquía como si este fuera su proyecto, pero
hizo al mismo tiempo precisiones que pudieron resultar desconcertantes para los
monárquicos puros;
“Tendría que ser distinta, desde luego, de la que cayó el 14 de Abril de 1931: distinta,
o diferente en el contenido, y, aunque nos duela a muchos, pero hay que atenerse a la
realidad, hasta en la persona que la encarne”.