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Emilio de Miguel, secretario del Patronato de la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF), es el único de los trabajadores de la actual sede que ha conocido personalmente al antiguo jefe de Estado. Abogado jubilado, con 81 años, aclara que fue un momento fugaz. «Le di la mano en una audiencia, nada más».
Él fue uno de los 226 firmantes de la constitución de la Fundación Franco el 8 de octubre de 1976, cuando arrancó con la única hija del dictador al frente, Carmen Franco, fallecida en 2017.
En una de las estancias de la sede de la Fundación, que se encuentra muy cerca del estadio Santiago Bernabéu, De Miguel hace alarde de la biblioteca del centro, que cuenta con unos 1.700 libros con Franco como protagonista, «para bien o para mal, porque aquí tienen cabida todos». Semejante cantidad de volúmenes hace que se encuentren dispersos en multitud de estanterías repartidas por todo el recinto, una propiedad alquilada de unos 300 metros cuadrados formada por la unión de dos viviendas.
Desde la calle, en un día poco bullicioso en esta zona de Madrid, dos banderas de España en sendos balcones –sin escudo alguno– distinguen el lugar donde se preserva el legado de Franco desde un año después de su muerte, primero en Marqués de Urquijo y a partir de 2008 en esta ubicación. En sus instalaciones todo se mueve al paso que marca «el general», que no es otro que Juan Chicharro, retirado de la Infantería de Marina desde 2010, pero a quien se dirigen aquí con su rango militar, y que conserva, como es habitual en los que tuvieron jerarquía castrense, ademán y dotes de mando.
En este momento, cuando se habla de ilegalizar la Fundación o de convertir en delito la apología del franquismo, queremos saber qué secretos se guardan en sus instalaciones, si es que hay alguno, y cuáles son sus bienes más preciados.
«Lo que le da más valor es el archivo, 30.000 documentos que eran personales de Franco, no del archivo de El Pardo, nadie se llevó nada de allí. Los tenía en su despacho y si consideraba que aparte de los documentos que iban a los ministerios eran de interés para él, se los guardaba, como he hecho yo durante mi vida militar», apunta Chicharro.
En el año 2001 se digitalizaron por completo a cargo del Ministerio de Educación y Cultura, «un trabajo ímprobo que nosotros no podíamos hacer», explica quien fuera ayudante de Cámara del Rey Juan Carlos. «Tienen un valor histórico incalculable», afirma. «Hoy día está todo en el Archivo de Salamanca. Todo lo que está aquí se encuentra allí, y es de acceso público».
Y es que un convenio con el Ministerio de Cultura estableció que el archivo de la Fundación Francisco Franco conservara su condición de archivo privado al tiempo que quedaba adscrito al sistema español de archivos. Así lo acordó por escrito Carmen Franco en 2001 con el entonces ministro del ramo Luis Alberto de Cuenca.
Para ver los originales de los legajos que conserva la FNFF, cualquier investigador acreditado debe formalizar un cuestionario disponible en la web de la entidad, apuntarse en una lista y, en el único punto de acceso disponible, consultar lo que desee «cuando le toque». «Es un poco lento, pero puedo hacerlo también en Salamanca. Es lo mismo», insiste Juan Chicharro. Quedan fuera del alcance por ahora los 300 afectados por la ley de secretos oficiales y de protección de datos. «Solo tienen interés histórico pero continúan siendo considerados secretos, y mientras no se modifique la ley no se pueden enseñar».
De los 30.000 documentos lo que puede «tener más atractivo son las cartas con Churchill, Hitler o Mussolini», explica el presidente de la Fundación Franco. Relativos al primer ministro británico hay 78 documentos, como comprueban delante de nosotros en el buscador del terminal habilitado para los interesados.
«Más de 1.000 investigadores han pasado por aquí», afirma por su parte Emilio de Miguel, que se declara «monárquico», y recuerda que, antes de su digitalización, el archivo documental «no se podía enseñar porque se trata de un material muy delicado, mecanografiado en papel manila», propenso a romperse por su extrema fragilidad.
Lo dice rodeado de algunos de los cientos de libros dedicados a la figura de Franco, «el personaje de la historia de España que más bibliografía ha generado, más que los Reyes Católicos y Felipe II. Y sigue generando».
Otro de los puntales de la Fundación lo constituye su archivo de imágenes. Cuenta con 2.000 fotografías, fechadas entre 1930 y 1972, aunque el grueso corresponde a las décadas del 50 y del 60 del pasado siglo. La mayoría son de carácter oficial. «No las solicitan mucho, quizá porque ya circulan muchas por ahí. Para determinados libros hemos usado gran parte de nuestros fondos», explica Chicharro. El último de ellos es el voluminoso tomo que tuvo una fallida presentación en el Ateneo de Sevilla por presiones de la ultraizquierda, según indicaron sus organizadores.
En las fotos, algunas de ellas enmarcadas en las paredes que nos rodean, aparecen «políticos que visitaban a Franco, o no políticos», dice Emilio de Miguel señalando una imagen del «Caudillo con los primeros astronautas que pisaron la Luna».
Pocos ejemplos existen en la sede de objetos o elementos directamente relacionados con la persona de Franco, pero los hay. Uno de ellos descansa en un rincón del despacho del general Chicharro. «Con esto se afeitaba; aquí esta su maquinilla», dice depositando con naturalidad en la mesa una caja deslucida por el paso del tiempo que guarda una brocha, una cuchilla y un pequeño recipiente metálico con una pastilla de jabón. Un kit de rasurado que debió vivir muchas rutinas matinales en El Pardo.
El otro gran recuerdo es el tapiz que solía desplegarse en el balcón del Palacio Real cuando el «Generalísimo» dirigía aquellas multitudinarias alocuciones en la Plaza de Oriente. En la Fundación se encuentra colocado sobre una pared al final de una mesa alargada donde va a tener lugar la junta de este mes.
Donde sí existen multitud de pertenencias de Francisco Franco es en su casa natal de Ferrol, «que nos gustaría convertir en museo», apunta el general, «aunque somos conscientes de que ahora no es el mejor momento».
Por cualquier parte, no importa dónde se mire, todo son reminiscencias del pasado franquista en la sede de la Fundación. No falta algún que otro tapiz «de gran valor y muchas cosas que nos van trayendo de los pueblos como consecuencia de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica», explica una vez más Juan Chicharro. Vemos una curiosa placa que certifica que Franco estuvo alojado en una vivienda de Medinaceli «durante la preparación de la reconquista de Teruel» en enero de 1938, y otras de calles o plazas de donde se retiró su nombre. Tampoco faltan banderas de unidades militares, cuadros y bustos de Franco.
A la entrada es posible comprar alguno de los artículos de «merchandising» a la venta –llaveros, mecheros, detentes, gemelos, pegatinas…– y libros, de precios diversos y en ediciones actuales o que ya acumulan solera. Muy cerca, dos administrativas y una historiadora que lleva además las redes sociales trabajan dando al lugar apariencia de una oficina cualquiera. Salvo por el decorado.