Recogemos este artículo de José Utrera Molina, ya que el Diario ABC se ha negado a publicarlo.
José Utrera Molina
Tras escuchar atentamente a su Majestad el Rey de España, hacer un resumen de su vida sin hacer la menor mención a quien fue el verdadero artífice de que la monarquía se instaurara en España, me he preguntado sobre la oportunidad y acierto de esta omisión, en mi opinión injusta, aunque políticamente comprensible. Hago mías, aquí, las palabras de Nietzsche citadas por Ortega, precisamente, en su elogio a la Monarquía británica por mostrar su afán de continuidad escrito en «La rebelión de las masas», «cuando define al hombre superior como el ser de más larga memoria». Relatar el presente inmediato mutilando parte de los eslabones que explican la continuidad con el pasado, no deja de ser una operación cosmética que disimula pero no puede borrar el pasado. Nadie, nunca, comienza enteramente de nuevo. El pasado es el patrimonio singular del hombre como especie, su privilegio y señal. Asumirlo, sin jactancias y olvidos, es propio del hombre seguro de sí.
Ningún historiador riguroso puede negar, sin incurrir en una clamorosa parcialidad, la tenaz voluntad de Franco para instaurar en España el régimen monárquico continuando la línea dinástica de Alfonso XIII, su padrino de boda. Jamás tuvo la menor vacilación en su decisión cuando no fue una cuestión nada fácil, políticamente hablando, dentro del Régimen anterior, donde los monárquicos no eran precisamente legión y D. Juan de Borbón- sin duda mal aconsejado-, no ayudó precisamente con su célebre e inoportuno Manifiesto de Laussane. Me encuentro en la obligación de señalar este pequeño detalle de olvido por un elemental imperativo de justicia. Y es que hubiese bastado una levísima señal que en modo alguno le comprometiera ante nadie. Asumir la historia en su integridad es muestra de fortaleza, de superación valiente de añejos rencores.
Ojalá que el nuevo Rey de España, que estoy seguro que el pueblo espera y aclamará, mantenga una sabia neutralidad y distancia en relación con tantos y tantos vuelcos que ha tenido la historia española. Que sirva con su innegable juventud a España enfrentándose a los riesgos del futuro. Yo lo espero así porque tiene condiciones suficientes para cumplir su misión limpiamente. Él no debe nada a nadie sino a su padre y es depositario de una tradición histórica secular.
Pido a Dios que le asista en su andadura. No hay en mí el menor reproche a su imagen y a las palabras que hasta ahora ha pronunciado. Creo en él y pido a Dios que le asista para que España fuertemente unida alcance los ideales de bienestar y de grandeza que muchos españoles seguimos soñado.