Carlos María Rey-Stolle Pedrosa, un Ángel en la Tierra no puede vivir

 
PPG
 
 
 

Carlos María Rey-Stolle Pedrosa nació en Barcelona, en 1916. Hijo del Magistrado de la Audiencia Territorial de esa provincia Alejandro Rey-Stolle Raviña y de Mercedes Pedrosa Miranda, ambos gallegos, con vínculos familiares y posesiones en Coea, Castro de Rei, Lugo. Le marcó mucho la muerte de su madre en 1925 y, años más tarde, la de su hermana María Pilar. Repartía sus vacaciones entre Coea y La Coruña, siendo en la ciudad herculina donde recibe la triste noticia del fallecimiento de su hermano José María, Jesuita, con 22 años.
 
   Había entrado en el Colegio de Jesuitas de Zaragoza a los 17 años; se estaba preparando para una de las misiones más difíciles, la de Alaska, y encontró la muerte cuando hacía alpinismo en Gresoney, Italia. Carlos María, con tan solo 17 años, en 1933, se hizo seguidor de la doctrina y los valores promulgados por José Antonio Primo de Rivera. Estudió Derecho.
 
   El ambiente político de nuestra Patria era indudablemente anticlerical: quema de templos, asesinatos de religiosos y religiosas, expulsión de la Compañía de Jesús, y así un largo etcétera del que la familia Rey-Stolle, directamente no se vio libre, pues incluso su padre Alejandro, Magistrado de la Audiencia Territorial de Barcelona, fue tachado de poco reverente con el régimen por tener en su despacho un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús que medía más de un metro de altura.
 
   En la Universidad las posiciones enfrentadas se llegaron a enzarzar en verdaderas batallas campales. Carlos María defendió siempre la fe católica, formaba parte de la Adoración Nocturna, participó en la formación espiritual de catequistas, y se identificaba políticamente con los ideales falangistas. La familia Rey-Stolle Pedrosa se hallaba en Coea, había llegado el día 10 de julio, y allí se enteraron que su casa de Barcelona había sido saqueada, desapareciendo, joyas, objetos de plata y recuerdos antiguos de familia. Despojándose en Coea de las pocas joyas de oro que aún tenían y así poder ayudar a la Causa.
 
   Ya Abogado decidió alistarse como Voluntario en la Falange Gallega. Por cierta recomendación, embarcó como Voluntario en Crucero Canarias, yendo al frente del mismo el Comandante Francisco Basterrenche. Carlos María fue Jefe del Cañón San Miguel, y a su mando tuvo catorce hombres. Participó en varias Campañas: Costas de Rosas, Costas Almerienses, Campaña de Málaga, Mar Cantábrico, etc. En agosto de 1937 decidió cambiar el diario combate que sostenía el Canarias, después de haber pasado casi catorce meses en él, donde fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando Colectiva, por la todavía más arriesgada misión de ser Piloto Militar. En la Academia de Badajoz sacó el título de Piloto Civil, prosiguiendo sus estudios en la Escuela de Transformación, en Jerez de la Frontera, donde consiguió la graduación de Alférez de Aviación, jurando Bandera el 6 de abril de 1938. Se incorporó al Aeródromo de Gallur, Zaragoza, el 22 de abril de 1938.
 
   El 17 de julio al ser clausurado el primer curso de la Escuela de Caza de Gallur, obtuvo el número dos, siendo destinado como Piloto a la heroica y brillante Cadena, Caza de Asalto de protección de Infantería, teniendo por base el campo de Candé, donde fue piloto de un Heinkel 51 de número 2-27. En el frente del Ebro estuvo más de tres meses. El 7 de septiembre de 1938, pasó a prestar servicio en el Fiat al Mando de García Morato. El 9 de septiembre del mismo año, realizó su último servicio; la despedida de la Cadena, teniendo que salir aquel mismo día a combatir dos veces. Tuvo nuevos destinos: Logroño, el 17 de septiembre, Gallur, 24 del mismo mes, y nuevamente reincorporado a la Cadena. A finales de diciembre de 1938 fue trasladado a León para incorporarse al grupo 5-G-5 de aparatos nuevos, donde pilotó un moderno avión de combate He.112. Allí también estaba de Piloto su primo Jacobo Pedrosa.
 
   Participó en la liberación de Barcelona, y muchos reconocimientos aéreos por tierras de Soria, Guadalajara, etc… Una vez finalizada la Cruzada, los héroes de las Cadenas estaban de luto por la muerte del Laureado Comandante García Morato, del Capitán Pardo, Rogelio, Wenceslao, etc. Carlos María sufrió varios accidentes aéreos durante la contienda, pudiendo salir con vida de todos ellos.
 
   El triste final le llegó una tarde del mes de noviembre de 1939, después de haber regresado a Logroño en una avioneta Taifun 44. Ese mismo día por la tarde decidió salir a volar y al decidirse a tomar tierra se encabritó el aparato hasta alcanzar un ángulo cercano a los 90 grados, estrellándose la aeronave en las orillas del río Ebro, cuyo impacto, que exteriormente no presentaba mayor importancia provocó en su cabeza un fuerte golpe en la zona occipital conllevando la rotura mínima en el cráneo, y otro sobre la ceja izquierda, también con fractura de hueso, lo que le provocó la muerte en muy poco espacio de tiempo.
 
   Era aquel el quinto accidente aéreo de su vida, el más sencillo, el aparentemente menos peligroso, pero el que acabó con la vida de aquel valiente Marino y Aviador. El Marino que alguna vez había escrito: “es que un ángel en la tierra no puede vivir”.   
 
 

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