Chismes en torno a la muerte del General Balmes

Recientemente se ha podido leer en diversos medios y en Internet una más de las historietas del pseudohistoriador Ángel Viñas. A estas alturas parece increíble que todavía se narren con total alegría este tipo de mentiras sin fundamento alguno. En una entrevista concedida a El País y publicada el 22 de mayo de 2011, Viñas afirma que “No fue una muerte casual. Alguien empujó la pistola, parece evidente”, que “es un asesinato, creo yo, bien planeado, bien ejecutado, pero hay que disimularlo” y que Franco “Va al entierro porque quiso matar a Balmes y quiere estar en su sepelio en Las Palmas. Allí lo espera el Dragon Rapide; él hace la carambola de obligar a que el avión británico aterrice ahí porque ese es su plan, y para eso ha de tener un pretexto que le lleve a Las Palmas”. En definitiva, una nueva acusación al Generalísimo que tampoco sorprende en demasía cuando han sido tantas y tantas las falacias vertidas en estos años transcurridos desde su muerte, pero que no debe quedar sin respuesta. A continuación se aportarán una serie de datos que se confrontarán con las afirmaciones de Viñas.

En su Historia esencial de la guerra civil española, página 98, Ricardo de la Cierva nos dice textualmente:

“Llega por la tarde a Santa Cruz de Tenerife la noticia de que el comandante militar de Gran Canaria, general Amado Balmes, implicado en la conspiración, ha muerto por la mañana en un accidente de tiro que se atribuyó a suicidio pero que el sumario abierto inmediatamente y conservado en el Servicio Histórico Militar confirma con toda claridad como accidente por imprudencia; el general acostumbraba a cargar la pistola apoyando el cañón en la cadera”. Viñas, al parecer, no ha consultado ese expediente del Servicio Histórico Militar, ni le interesa mencionarlo.

El diario Abc de 18 de julio de 1936, en su página 22, dice:

 “Detalles del accidente. Las Palmas 17, 7 tarde. Poco después de las once de la mañana del jueves, el general Balmes se dirigió a La Isleta para presenciar las prácticas de tiro. Primeramente se dirigió al cuartel de Ingenieros, acompañado solamente del chófer, pues rehuía siempre que se le acompañase.

Luego fue al cuartel de Infantería, conversando con un comandante.

Llegado al campo de tiro, utilizó una pistola Astra del calibre del 9. Después de hacer varios disparos, se encasquilló el arma. El general la cogió por el cañón con la mano derecha y se la apoyó por la parte delantera al cuerpo, accionando con la otra mano sobre la culata; sobrevino entonces el disparo, cayendo al suelo.

El chófer le recogió y le instaló en el coche, trasladándole a la Casa de Socorro. Desde allí se le trasladó al hospital Militar, a las doce de la mañana, siendo imposible salvarle por la intensa hemorragia. A petición del general se avisó al palacio episcopal, acudiendo un sacerdote, recibiendo los últimos Sacramentos. En un momento de lucidez el general dijo: “¡Maldita pistola!” Rogó que enterasen a la familia y autoridades militares y civiles. El cadáver ha sido trasladado a la Comandancia Militar, instalándose la capilla ardiente. Durante el día el público desfiló ante el cadáver”.

 Después continúa: “El entierro. El entierro fue presidido por el general Franco, asistiendo inmenso gentío. La bala que motivó la muerte del general le entró por la región epigástrica derecha, con salida por la región sacro ilíaca izquierda, produciéndole intensa hemorragia y destrozos”.

En el oficio nº. 11297 de la Sección de Pensiones, negociado 2, de la Secretaría de Guerra del Estado español, de fecha 26 de mayo de 1937, en el que se falla en relación con la solicitud de pensión extraordinaria por parte de la viuda del General Balmes, se ofrecen aún más datos sobre el suceso:  “Que el día 16 de Julio de 1936, dicho Sr. General, entonces Comandante Militar de Las Palmas, dispuso fuesen reconocidas en el Parque de Artillería y Polígono de Tiro, las pistolas que se encontraban a cargo de la Sección de Destinos, acto al que concurrirían, para verificar la revista, un Jefe del Parque de Artillería y un Maestro Armero, verificándose todo ello bajo la Presidencia del General. Dicho Sr. una vez llegado a un campo, donde ya había efectuado disparos al blanco, cogió unas pistolas que llevaba en su automóvil y comenzó a probarlas acercándose el soldado Manuel Escudero, al sitio donde quedaban los impactos, y una vez que el General probaba la tercera pistola como se encasquillase empezó a manipular con ella teniéndola apoyada en el cuerpo en cuyo momento se disparó causándole la muerte por herida en el vientre a quemarropa, según diligencia de autopsia. La forma y circunstancias en que ocurrieron los hechos expuestos, no encajan a juicio de la Sección, en el Decreto que se invoca por la solicitante por dos razones: la primera porque la experimentación y comprobación de las armas técnica y oficialmente solo correspondía al Jefe de Artillería y al Maestro Armero que fueron designados, y lo que después de estos señores se hiciera con las armas era solo una experimentación no oficial, pero aun no estimándose tal razonamiento y considerándose reglamentaria la prueba que realizaba el General Balmes, es evidente que medio imprudencia en la victima al colocar sobre su vientre una pistola encasquillada y precisamente esta colocación del arma fue la única causa de su fallecimiento y excluye el derecho a la pensión invocada.- Por ello, la Sección considera procedente desestima la petición, notificándose a la interesada la que podrá solicitar en forma la pensión ordinaria a la que tiene derecho”.

El diario La providencia de 17 de julio de 1936 dice que “Momentos antes (del entierro) se le practicó la autopsia”.

Al parecer, la mayoría de los oficiales “allegados” a Balmes no se sumaron al alzamiento: teniente coronel Galtier, comandante accidental de Las Palmas; coronel Ferrer, del Estado Mayor; teniente coronel de artillería Pascual Lascuevas, etc.

Y es precisamente ese teniente coronel Francisco de Sales Galtier Pley quien el 16 de julio de 1936 firma el oficio dirigido al General Comandante Militar de Canarias, en el que dice:

 “En la mañana de hoy y con ocasión de hallarse probando unas pistolas en la Isleta, el Excmo. Sr. General Comandante Militar, D. AMADO BALMES ALONSO, tuvo la desgracia de que se le disparase una, hiriéndole en el vientre, a consecuencia de lo cual falleció a las 12′ 30, por cuyo motivo me he hecho cargo del mando de esta Comandancia Militar. Para la instrucción de las diligencias previas en averiguación de los hechos origen de tal desgracia, he designado Juez al Comandante Jefe del Grupo Mixto de Zapadores y Telegrafos nº 4, D. José Pinto de la Rosa, auxiliado por el Capitan de Infanteria D. Cristobal Garcia Uzuriaga, como Secretario. Lo que tengo el sentimiento de participar a V.E. para su debido conocimiento y efectos de Justicia. Las Palmas 16 de Julio de 1.936. El Tente.Corol, Comdte.Mar.intº Francisco de Sales Galtier Pley

Es decir, un militar adepto a la República (pues de hecho sería fusilado poco después) es quien confirma que no hay ninguna duda sobre el accidente que provocó la muerte de Balmes. Viñas oculta esto y muchas otras cosas que llevan a pensar que, en efecto, la muerte del General Balmes fue un desgraciado accidente por imprudencia.

La teoría de Viñas sobre el asesinato (que no es nueva, pues ya la propuso Preston en su libro La guerra civil española, página 76, en el año 2000), se basa en los siguientes argumentos que se rebaten y destruyen por completo a continuación:

1. Franco, al menos desde junio de 1936, había pedido un avión para trasladarse al norte de África y (según los planes de los conspiradores) debía llegar a Marruecos como muy tarde el sábado 18. Balmes “falleció” precisamente cuando el “Dragon Rapide” estaba ya en Las Palmas.

¿Habría arriesgado Franco toda una operación militar como era el Alzamiento por el hecho de no salir ese “asesinato” como estaba planeado? ¿Realmente habrían considerado los generales del posteriormente denominado bando nacional que sería una tarea fácil deshacerse de otro general y hacerlo pasar por un accidente? Parece ridículo que se lo jugaran todo a esa carta, pues lo más lógico es que el plan hubiera fallado, por estar en ese momento (y durante prácticamente todo el día) el general Balmes con gente fiel a su persona, o por cualquier otro motivo.

2. Los testimonios del suceso tienen problemas de verosimilitud, como lo indica el hecho de que el general fallecido quisiera desencasquillar su pistola apoyando el cañón en su estómago y solo hubiera un testimonio relevante para explicarlo.

Según explica Ricardo de la Cierva, el general tenía esa costumbre desde antiguo y nunca había tenido problemas con ella. Fue un suceso desafortunado en ese sentido. Los testimonios no tienen ningún problema de verosimilitud y son muchos: el del soldado Manuel Escudero que se encontraba con él, el de los médicos que realizaron la autopsia y el del propio Balmes cuando agonizaba. No se debe olvidar que Balmes no muere en el acto, sino que es trasladado a la Casa de Socorro, al Hospital y, posteriormente, acude a verle un sacerdote. ¿De verdad alguien en su sano juicio puede pensar que, de haber sido víctima de un atentado por parte del citado Manuel Escudero, no le habría hecho detener inmediatamente en su calidad de general? ¿Alguien puede seguir pensando que nadie, de todas las personas que le vieron mientras permanecía con vida, habría escuchado la tesis del intento de asesinato? Quizá, y esto no lo explica Viñas, el malvado Franco se encargó de hacer desaparecer con idénticos métodos a todas esas personas -incluido el sacerdote- al mejor estilo de la mafia siciliana. Pero el hecho es que no, que siguieron viviendo muchos años y nunca pusieron en tela de juicio la teoría del accidente.

3. Posteriormente Franco denegó una pensión a la viuda de Balmes alegando que el general no había muerto en combate.

Viñas falsea la realidad, ocultando que la viuda de Balmes sí que recibió la pensión que le correspondía, siéndole denegada la pensión extraordinaria que solicitaba por morir en combate. Evidentemente, no había muerto en combate.

4. El chofer de Balmes se olvidó guardar la pistola con la que el general se hirió y la dejó en el estribo del coche en el que le trasladó, perdiéndose por el camino. Asimismo, pese a la gran hemorragia del herido, le llevó primero a la Casa de Socorro y luego al Hospital, en una clara maniobra dilatoria.

Para Viñas, el hecho de trasladar al herido a la Casa de Socorro (que estaba más cerca que el Hospital y es lo más lógico cuando de una urgencia se trata, el acudir al centro más cercano) es una maniobra dilatoria y algo extraño. Sin embargo, pretende que ante un tiro en el estómago, el chófer, en lugar de pensar en el traslado inmediato del herido, pare a recoger la pistola. Seguramente, si lo hubiera hecho, Viñas diría que el General murió por el tiempo perdido a propósito por el chofer parándose a recogerla.

5. Los rebeldes atribuyeron posteriormente simpatías a Balmes por el golpe (incluso afirmaron que debía sublevar las Canarias cuando le sobrevino la muerte), pero ni figuró en el panteón de héroes de “la Cruzada” y Franco negó a su viuda una pensión de guerra alegando que su esposo no pereció en combate, mientras la otorgó a otras mujeres en su misma situación.

Viñas no indica a qué mujeres en la misma situación (muerte natural o por accidente) se les concedió la pensión extraordinaria por muerte en combate. Y no lo hace porque no existen. Es fácil inventar cuando no se aportan datos. Por otra parte, parecería ilógico que alguien que ha muerto antes de iniciarse la guerra civil figure en el “panteón de héroes de la Cruzada” como él señala.

Pero eso no es todo. Recientemente, en su blog de Internet, Viñas ha señalado que “Por fortuna para el historiador, la persona encargada de llevar a Franco el famoso Dragon Rapide no sólo era un antiguo agente de la inteligencia militar británica. También era una autoridad en el manejo de armas cortas, sobre las que había escrito profusamente, y tenía además experiencia forense acumulada como experto en diversos casos criminales. En entrevistas con periodistas ingleses, en 1936 y en 1939, no tuvo inconveniente en afirmar que a Balmes le habían pegado un tiro. Una de las hijas que le acompañó en su expedición a Gran Canaria declaró lo mismo a investigadores del Imperial War Museum de Londres en 1983”. A continuación, nos recuerda a la plebe ignorante para él, incluido el insigne historiador D. Luis Suárez, que “Cualquier historiador que se precie trata de apuntalar sus tesis –en mi caso, acusaciones– con evidencia primaria relevante de época”.

Para Viñas, la evidencia primaria relevante del “asesinato” de Balmes la constituye la revelación de un experto en armas (Hugh Pollard, pasajero del Dragon Rapide) que ni ha visto a la persona fallecida ni, por supuesto, asistido a la autopsia. Es, desde luego, un gran trabajo de historiador, preciso y minucioso. Siguiendo el peculiar estilo deductivo de Viñas, cualquier otro experto en armas de la época podría decir lo contrario, sin haber visto siquiera la herida del general Balmes, y ya tendríamos la prueba de que todo fue un accidente.

Continúa diciendo en su blog que “Si, como es de esperar, dejó familia, esta no tiene por qué soportar la sombra de la sospecha de que el padre o el abuelo hubiese cometido un crimen abyecto”. Llama poderosamente la atención que alguien que se precia de historiador no sepa que, en el momento de su fallecimiento, el general Balmes dejó viuda y una hija de 7 años, y se conforme con el citado “si, como es de esperar, dejó familia”. Basta con leer la prensa del momento para saberlo. Pero es obvio que las “fuentes primarias relevantes” para Viñas son otras, las que le interesan y, a ser posible, verbales, para no dejar rastro.

Por último, el aprendiz de historiador se delata ya por completo en la ya citada entrevista en El País de 22 de mayo de 2011. En primer lugar, vierte sus sospechas con el más que simple argumento de que “Hay unos papelitos en el Gobierno militar. Dicen que ese día de la muerte Balmes está revistando armas de la sección de destino. ¿Un general revistando armas de los cuatro gatos que hay en esa sección? ¡Un general no hace eso! ¿Por qué lo hace? Probablemente porque se quiere cerciorar de que su guardia, los que están más cerca de él, estén armados. En el regimiento hay un oficial que se encarga de la gestión de armas. Su nombre no aparece. Por consiguiente, debería haber estado allí, y a él se dirige Franco unos días después, y acomete misiones ultrasecretas… Pudo haber sido él”. En segundo lugar, cuando se le pregunta por qué no dice el nombre de ese oficial, señala que “Porque no tengo la certidumbre. Es que en realidad no sabemos cómo murió Balmes”. Reconoce, por tanto, que todo es un auténtico disparate, una mentira de la que no tiene prueba alguna. Por último, Viñas se altera y reconoce su odio cerval a Franco y el hecho de no tener la más mínima prueba de sus acusaciones: “¡es un asesinato con premeditación y alevosía. Y punto!” Lo cierto es que su calidad como historiador, que estaba más que en entredicho, queda por los suelos con las razones tan poderosas que nos ofrece: porque lo dice él, y punto. No son necesarios más comentarios.


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