La Ley de Memoria Democrática pretende que todas las familias, que saben o intuyen, que un familiar está enterrado en el Valle, puedan recuperarlo. En teoría es fácil, la práctica lo complica. Se hicieron 491 viajes con restos extraídos de fosas comunes. En el momento de recogerlos y depositarlos no los separaron.
Esto significa que los restos óseos están mezclados. Y no solo de uno, sino prácticamente de los 33.847 caídos ahí enterrados. Después están las trabas
burocráticas y familiares.
«Recuerdo tangible de una tragedia»
La Abadía empezó a construirse en 1940. Los arquitectos responsables fueron Pedro Muguruza y Diego Méndez. En la parte artística se eligió a Juan de Ávalos y Santiago Padrós. Diego Méndez escribió: «El monumento de los Caídos tuvo desde el principio, en la mente de su fundador, un profundo significado. No se trataba de un gigantesco cementerio para los muertos de España. Se pretendía que su cristiano reposo fuese además homenaje de todo un pueblo a quienes le legaron una España mejor, y éste solo será auténtico si lo mueve la fe en la inmortalidad del alma… Para las generaciones venideras debería ser además recuerdo tangible de una tragedia. Lección perenne de nuestra historia».
Construcción del monumento
Con respecto a su construcción existe una leyenda negra. Se afirma que se empleó en su construcción a miles de presos republicanos que, de esta manera, redimían parte de su condena. También afirman que muchos de estos presos no llegaron nunca a gozar de la libertad, pues los accidentes eran diarios y en muchos casos mortales. La segunda leyenda negra es que el Valle de los Caídos se erigió como faraónica tumba de Francisco Franco.
No se puede negar que durante su construcción trabajaron presos políticos. Ahora bien, también hubo presos comunes. Ambos fueron al Valle de los Caídos de forma voluntaria. El Gobierno de Franco dio la opción de que un preso, común o político, pudiera acogerse a redimir pena por el trabajo. Estos contaron seis días menos de condena por día trabajado. Además, recibieron 7 pesetas diarias más para la comida. Esto suponía que ninguno permaneció como preso más de cinco años, siguiendo después la mayoría como trabajadores libres. En 1950 ya no quedaban penados en la construcción del Valle de los Caídos.
Durante los 17 años que duró la construcción trabajaron un total de 2.643 personas y no todos al mismo tiempo. De todos estos, solo 243 eran penados. El doctor Ángel Lausín estuvo allí para redimir su pena. Sobre su estancia escribió: «De los presos políticos que estuvieron allí hasta el año cincuenta, y yo he estado allí, la mayoría eran excelentes personas, estaban cumpliendo una condena por cosas políticas y estaban ganando unas pesetas para mantener a sus familias. Una vez liberados, muchos se quedaban allí trabajando. Alrededor de los años cincuenta ya quitaron los establecimientos penales y solo quedó el personal libre».
El escultor Juan de Ávalos, republicano y afiliado al PSOE con el carnet número 7, aseguraba que ganó «un concurso para hacer unas estatuas con un equipo donde no había esclavos y que fue una obra hecha con la vergüenza de haber sufrido una guerra increíble entre hermanos y para enterrar a nuestros muertos juntos».
Damián Rabal, que trabajó en el Valle, explica que la cripta se comenzó a perforar a finales de 1941 con diez o doce obreros a los que pronto se sumaron trabajadores procedentes de Peguerinos, El Escorial y Guadarrama, y que los penados llegaron a finales de 1942. Además, afirma: «Allí mucho más suave que en las prisiones. Todos procurábamos echar una mano… porque los presos no eran útiles para aquella clase de trabajo; se lesionaban, no sabían ni podían. Muchos iban solos a El Escorial o a Guadarrama, y no se fugaban, sino que volvían. Además, podían tener allí a sus mujeres. Ellas iban allí y ya se quedaban».
El practicante, Luis Orejas, condenado a nueve años, quedó en libertad poco después de su llegada al Valle de los Caídos, pero prefirió quedarse allí donde empezó ganando quinientas pesetas mensuales. Llevó a su mujer y allí nacieron sus cuatro hijos. Tras la inauguración del Valle de los Caídos logró una plaza de practicante en el servicio de urgencias de La Paz. Gonzalo de Córdoba, el maestro, había sido condenado a la última pena, conmutada por treinta años. Cobraba, en mayo de 1944, mil cien pesetas mensuales. Gregorio Peces-Barba del Brío, padre del político Gregorio Peces-Barba, condenado a muerte, le fue conmutada la pena y a comienzos de 1944 es trasladado al Valle. En abril recibió la libertad condicional. Durante esos meses le acompañaron su mujer y su hijo.
La segunda afirmación es que Franco se hizo construir esta obra faraónica para ser enterrado en él. También es falso. El sitio de honor de la Basílica es delante del alta mayor, donde descansan los restos mortales de José Antonio Primo de Rivera. Franco estaba enterrado detrás, en un sitio poco preferente. La idea de llevarlo ahí fue de Juan Carlos I.
Aunque hoy en día haya afirmaciones teledirigidas en contra de todo lo que allí ocurrió, instigadas por la izquierda, las 33.847 personas enterradas están ahí por decisión voluntaria de sus familiares. De ellos, 28.000 pertenecen al bando nacional y el resto al republicano. El gobierno dio facilidades para ello. Se les pagaba el viaje y el traslado de los restos mortales. Los que quisieron así lo hicieron. Los que no, fueron libres para no hacerlo.
En la Abadía hay 19 archivos donde están inscritos la mitad de los ahí enterrados. De los otros se desconoce su identidad. Estos últimos estaban en fosas de Brunete, Grado, Gandesa, Tarragona, Badajoz y Teruel. El periplo de los restos mortales enterrados en el Valle de los Caídos fue lento. El último entierro se realizó el 3 de junio de 1983. Era un ataúd procedente de Villafranca del Penedés (Barcelona). La obra costó 1.086.460.331,89 pesetas. Tuvo un coste humano de 14 personas y la muerte lenta de otras cincuenta al contraer la silicosis.