Don Santos Lalueza Gil, el capellán que salvaguardó el recuerdo de los mártires de Barbastro, por Martín Ibarra Benlloch

Martín Ibarra Benlloch

La Razón

Don Santos Lalueza nació en Salas Bajas, un pueblo pequeño próximo a Barbastro (Huesca) en el año 1912. Se ordenó presbítero en abril de 1935, celebrando su primera misa en Salas Bajas. A continuación fue nombrado secretario del obispo de Barbastro don Nicanor Mutiloa, con quien seguirá como secretario cuando este se vaya a la sede de Tarazona. Al comienzo de la Guerra civil su reemplazo fue llamado a filas y don Santos se incorporó como capellán en la I Brigada de la División 51, destacada en la línea de frente del Río Gállego (Huesca), permaneciendo en el puesto de mando avanzado del Hostal de Ipies.

El 26 de junio de 1937, se conquista la posición estratégica de Santa Orosia y hasta la Ermita de la Santa, en plena línea de fuego, asciende D. Santos como capellán del Batallón VI de Galicia y del Tercio de Requetés de Ntra. Sra., del Pilar, encargado de la difícil defensa del monte Oturia. Se conservan fotografías cedidas por sus familiares, de la celebración de la Misa de Campaña en la posición de esta ermita, en la que se aprecia la piedad del celebrante y también de los soldados que defendían la posición (1). Cualquier observador imparcial se da cuenta con facilidad de la diferencia: en la diócesis de Barbastro, se habían profanado todas las iglesias y ermitas, casi todos los sagrarios y donde pudieron, también la Sagrada Eucaristía. Se interrumpió el culto por completo, quedando la vida cristiana reducida a las catacumbas. No así entre los soldados de la España nacional, que esperaban el momento adecuado de liberar por completo las diócesis de Jaca y Huesca y después, la de Barbastro, arrodillados ante Jesús sacramentado.

 
 
Misa de campaña en la ermita de Santa Orosia, en invierno de 1938, celebrada por don Santos Lalueza
Misa de campaña en la ermita de Santa Orosia, en invierno de 1938, celebrada por don Santos Lalueza ARCHIVO

 

A primeros de diciembre llega la calma invernal, el Tercio de Requetés de Nuestra Señora del Pilar es relevado y se dirige a Huesca para reforzar la defensa de la capital, que permanecía asediada desde el comienzo de la Guerra. Don Santos es especialmente activo en el hospital provincial, convertido en hospital de sangre, donde atiende espiritualmente a los muchos heridos de la contienda, tanto civiles como militares, permaneciendo muy cerca del equipo de médicos dirigido por García Bragado.

Imagen del Tercio de Requetés
Imagen del Tercio de Requetés ARCHIVO

 

El 22 de marzo de 1938 comienza la ofensiva nacional en el frente de Huesca, que arrolla por completo las líneas enemigas, con fortificaciones que todavía nos asombran. Aunque muchos pensaban que construyendo esas fortificaciones defensivas, la moral de victoria no existía entre los republicanos. Seis días más tarde, el día 28, las fuerzas de la 3ª de Navarra que manda el general Solchaga, liberan la ciudad de Barbastro. Este mismo día, don Santos Lalueza llega a Barbastro, recogiendo las cenizas humeantes de una sede episcopal donde el horror se ha enseñoreado durante meses. En el mes de mayo se encuentra en Aínsa, puesto de mando de la 3ª de Navarra a la espera de la reducción de la Bolsa de Bielsa. El día 16 de Junio de 1938, fiesta del Corpus Christi, se liberan definitivamente las montañas. Desde ese mismo día y partiendo de Lafortunada, se encargará de llevar la ayuda, el consuelo y la atención espiritual a las gentes de los valles de Gistau, Bielsa y Puértolas.

 
“Gloria a los mártires”, cartel de la Guerra Civil española ARCHIVO

 

En el año 1953 don Santos fue nombrado vicario general de la diócesis de Barbastro, cargo que desempeñó hasta el año 1979. No se olvidó de los sacerdotes y seminaristas mártires –muchos ellos compañeros suyos en el seminario y prácticamente todos conocidos- y fue quien recogió los datos que obran en el Archivo Diocesano, con los que publicó en 1989 su libro “Martirologio de la Iglesia de Barbastro (1936-1939)”. Barbastro, la diócesis martirial de España por excelencia, ha guardado el recuerdo de estos mártires gracias –entre otros- a don Santos. Dios quiera que, en un futuro no muy lejano, sean reconocidos como tales ese gran número de sacerdotes diocesanos, seminaristas y laicos, por la Iglesia Católica.

  • (1) M. Ibarra, La persecución religiosa en la diócesis de Barbastro-Monzón (1931-1941), Zaragoza 2011, pp. 740-741.

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