El chequista Julián Grimau, por Eduardo Palomar Baró

Eduardo Palomar Baró

Boletín FNFF nº 108

Comportamiento de Grimau durante la Guerra Civil

Julián Grimau García nació en Madrid el 18 de febrero de 1911, hijo de Enrique Grimau, comisario de policía de Barcelona, y de María García. En el año 1935 militaba en la Izquierda Republicana y era funcionario del cuerpo de policía.

En octubre de 1936 ingresó en el PCE y en noviembre de 1936, siendo Santiago Carrillo encargado de Orden Público, Grimau fue nombrado Jefe de Grupo de la Brigada Criminal de Madrid. Su carrera experimentó un vertiginoso ascenso, llegando a ser Secretario General de Investigación Criminal de Valencia y responsable del PCE en este organismo, lo que significaba que todos los comunistas del cuerpo general de policía dependían de él. Su nombre apareció en el boletín de la Dirección General de Seguridad con fecha 16 de agosto de 1937 con motivo de una recompensa por haber logrado la detención de sesenta y tres personas, que luego fueron fusiladas en su mayoría. En noviembre de 1938 fue felicitado oficialmente por su celo y eficacia represiva del «trotskismo» y de «la quinta columna fascista».

La ciudad de Barcelona fue, en los días de la Guerra Civil española, el escenario de la actuación de Grimau. Culpable de gran número de martirios y torturas a personas detenidas por él. Muchos de ellos fueron fusilados en los fosos de «Santa Elena» del castillo de Montjuich.

Los familiares de aquellas personas que fueron «juzgadas» por los tristemente conocidos «tribunales populares», recuerdan a Grimau como «testigo de cargo», y le recuerdan acusando siempre, imponiendo su voluntad criminal.

El gran escritor y periodista Emilio Romero Gómez, nacido en Arévalo (Ávila) el 21 de julio de 1917 y fallecido en Madrid el 12 de febrero de 2003, recogió en su libro Los papeles reservados (diciembre 1985) una serie de documentos de testigos que aún vivían y recordaban las «hazañas del angelical» Julián.

Doña Joaquina Ventoldrá Niubó vive en Barcelona, calle Rosellón, 267. Su marido, don César Sánchez Catalina, era jefe técnico de «Transradio Española». Fueron detenidos ambos el día 22 de marzo de 1938, por una patrulla de la policía roja a cuyo frente iba como jefe Julián Grimau García, quien se apoderó de todos los objetos de valor, dinero y documentos que llevaban tanto ella como su marido. Fueron conducidos a la «Brigada Criminal», localizada en el número 1 de la Plaza Berenguer el Grande, en cuyos sótanos tenían montada una checa. Fueron objeto de crueles tratos de palabra y obra, especialmente su marido, de quien trataban de conseguir que hiciera declaraciones y delatara a los componentes de «grupos» que decían controlaba. Doña Joaquina Ventoldrá declara que la mandaron desnudarse completamente y que luchó y gritó desesperadamente cuando intentaban quitarle la ropa. Su marido fue separado de ella y encerrado en una celda sin ventilación, debajo de una escalera, en la que era muy difícil mantenerse erguido. El 11 de agosto de 1938 fue fusilado Sánchez Catalina en los fosos de «Santa Elena», en Montjuich, en unión de sesenta y dos personas más, la mayor parte detenidas por Julián Grimau. Doña Joaquina Ventoldrá Niubó fue encerrada en una celda muy húmeda. Desde ella oía los gritos de Julián Grimau que amenazaba con fusilar a todos. Un día una señorita apellidada Antolina, contestó vivamente a las amenazas de Grimau diciendo que para ella sería un honor ser fusilada. Julián Grimau la empujó violentamente por las escaleras obligándola a bajar rodando hasta los calabozos.

Otra de las víctimas de Julián Grimau fue el Juez de Primera Instancia de Tarrasa, don Joaquín Serrano Rodríguez, fusilado también en los fosos de «Santa Elena» del castillo de Montjuich el día 11 de agosto de 1938. Su viuda, doña María Dolores Amorós Sabaté, vive actualmente en la calle Valencia, número 184, en Barcelona. Ha declarado que su esposo fue detenido el día 7 de mayo de 1938, trasladado a los calabozos de la «checa» de la Plaza de Berenguer el Grande, donde fue terriblemente maltratado para que declarara y, al no conseguir ninguna palabra de él, Julián Grimau mandó encerrarlo en una de las peores celdas de su «cuartel general». Más tarde se le amenazó con llevar detenidos a su esposa y dos hijos pequeños, que tenían siete y dos años de edad, para hacerle hablar. Fue entonces cuando el señor Serrano Rodríguez dijo que le llevaran una hoja en blanco y la firmaría para que pusieran en ella lo que quisieran.

Doña Joaquina Sot Delclós fue también fusilada en el foso de «Santa Elena», del castillo de Montjuich. Su hermana, doña Ana Sot Delclós, que vive en la calle Correal, número 19, de Gerona, declara que el día 1 de abril de 1938 fueron detenidas en la estación de Gerona por un grupo de seis o siete individuos que dijeron ser policías. Las hicieron volver a su domicilio, al que llegaron a las diez de la mañana. El grupo estaba dirigido por Julián Grimau y Joaquín Rubio. Durante el largo registro, Julián Grimau las amenazaba con la pistola apoyada en sus espaldas para que entregaran todo lo que tuvieran de valor. Las obligaron a preparar la comida y la cena para el grupo y después las trasladaron a Barcelona a la «checa» de la Plaza de Berenguer el Grande.

Cuenta aún con horror doña Ana Sot Delclós, que su hermana Joaquina fue torturada por el propio Julián Grimau y arrastrada por los suelos, tirándole de los cabellos para obligarla a declarar. Cuando, antes de ser fusilada, vio a su hermana, aún tenía señales de haberle sido arrancados los cabellos. Y le confesó que en su calabozo había estado tres o cuatro días con un individuo que, según frases del propio Julián Grimau, había sido metido allí «para que saciara sus instintos de virilidad». Este sujeto se portó correctamente con ella.

Otro testimonio dramático es el que ofrecen doña Otilia y doña Teresa Roma Argente —madre y hermana de un hombre que fue fusilado el día 11 de agosto de 1938 en los fosos de «Santa Elena», del Castillo de Montjuich—. Don Eduardo Roma Argente, golpeado brutalmente por Julián Grimau en los interrogatorios, sufrió antes de morir todas las humillaciones de la «checa» instalada en la Plaza de Berenguer el Grande, de Barcelona.

Doña Mercedes Pla López, esposa del coronel de Caballería don Luis Indart, después de haber permanecido tres meses detenida en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía, fue llevada a la «checa» de la Plaza de Berenguer el Grande. En los interrogatorios fue tratada groseramente por Julián Grimau, que la amenazó de muerte si no respondía a los cargos que se le hacían, de los cuales él decía tener pruebas. Acosada por Grimau conforme a sus técnicas propias, se vio obligada, como en el caso del señor Serrano Rodríguez, a pedir un papel en blanco para firmar lo que Grimau ordenara. Ella sabía que Julián Grimau desnudó y torturó a Joaquina Sot Delclós, también fusilada en los fosos de «Santa Elena», según consta en este informe y había tenido noticias de haber sido brutalmente maltratada Sara Jordá Guanter, fusilada después en los fosos de «Santa Elena». Durante el tiempo que estuvo encerrada en la «checa» comprobó que Julián Grimau llevaba la dirección de los interrogatorios y aplicaba las torturas.

La viuda de don Manuel Vara Colón, también fusilado en los fosos de «Santa Elena», del Castillo de Montjuich, declara que, tras la detención de su esposo, hicieron un registro en su casa llevándose cuantas joyas y objetos de valor encontraron. Durante la estancia de su marido en la «checa» de la Plaza de Berenguer el Grande, estuvo incomunicado y, por la apariencia externa que presentaba el día del juicio, no había duda de que había sido maltratado sin piedad.

A este informe deberá unirse, para vergüenza de muchas gentes, el testimonio de don Nicolás Riera Marsá Llambi, que vive en Barcelona, calle de Muntaner, número 575, consejero de «Industrias Riera Marsá». Fue detenido a principios de 1938, estuvo en la «checa» de la Plaza de Berenguer el Grande, que mandaba Julián Grimau, bajo la acusación de alta traición. Cuando se le ha preguntado ahora sobre aquellos días ha contestado: «Sobre Grimau concretamente, debo manifestar que desde el primer momento demostró una vileza y una degeneración absolutas. Los interrogatorios los hacía él personalmente, acompañado, en ocasiones, por dos más y una mecanógrafa. Como actos graves conocidos, conozco lo realizado contra la integridad personal de don Francisco Font Cuyás, doña Sara Jordá Guanter y algunos otros cuyos nombres no recuerdo. Empleaba el tal Grimau un dispositivo eléctrico acoplado a una silla. Usaba también una cuerda de violín o de violoncelo puesta en un arco de violín, que provocaba, aplicada sobre la garganta del interrogado, una agobiante asfixia que enloquecía al torturado. Otros interrogatorios se efectuaban con el preso atado a un sillón de barbería, situándose dos individuos detrás de él, mientras Grimau hacía las preguntas con una luz enfocada a la cara del interrogado; si la contestación no era de su agrado recibía dos golpes simultáneos de los hombres situados a su espalda que lo dejaban, en primer lugar, baldado y, después, con un miedo atroz y una tensión nerviosa tan brutal que obtenía cuantas declaraciones quería, verdaderas o falsas. A uno de los detenidos, Juan Villalta Rodríguez, se le castró en la silla de barbero, donde existían unas placas eléctricas que le fueron aplicadas a los testículos, produciéndole quemaduras horrorosas. Este tormento también lo sufrió don Francisco Font Cuyás que, como el anterior, fue fusilado más tarde.

Grimau investiga el asesinato de León Narwicz

Julián Grimau no sólo estuvo involucrado en la represión con torturas y asesinatos contra la llamada quinta columna derechista o fascista, sino también contra anarquistas y trotskistas.

El capitán de las Brigadas Internacionales, León Narwicz, de nacionalidad polaca y miembro de la NKVD y del Servicio de Información Militar (SIM), había jugado un importante papel, ya antes de las jornadas conocidas como los sucesos de mayo de 1937, preparando la identificación y posterior detención de los distintos militantes y dirigentes del POUM, mediante la obtención de fotografías.

El capitán de las Brigadas Internacionales, Primera Compañía, Cuarto Batallón, 13 Brigada, 45 División del Ejército del Este, León Narwicz acudió el 10 de febrero de 1938, a las diez de la noche, a la cita en un descampado en la calle Legalidad, a la altura de Alegre de Dalt, en Barcelona, sin sospechar nada. Un grupo de acción del POUM, formado por Albert Masó March y Lluís Puig, le disparó tres tiros en la cabeza. La muerte de León Narwicz fue reivindicada por el POUM como un acto de venganza contra la NKVD por la muerte de Nin y la persecución política del partido llevada a cabo desde el 16 de junio de 1937. Ni Albert Masó ni Lluís Puig fueron detenidos.

La muerte de Narwicz sirvió de pretexto para la detención y juicio de los militantes de la SBLE: Manuel Fernández Grandizo Martínez, conocido con el seudónimo de «Munis», Jaime Fernández Rodríguez, Domenico Sedran («Adolfo Carlini»), Aage Kielso (danés), Víctor Ondik (checo), Teodoro Sanz y Luis Zanón. La investigación fue conducida por Julián Grimau García, lo cual demues- 31 tra la importancia que la NKVD y el SIM concedían al caso Narwicz.

Grimau era el «ojo de Moscú» en el proceso. Julián Grimau mantuvo presos en la checa de la Puerta del Ángel, número 24, durante un mes (del 13 de febrero al 10 de marzo de 1938) a todos los trotskistas detenidos por el asesinato del capitán Narwicz. A «Munis», «Carlini» y Fernández se les pedía la pena de muerte. Sanz, Ondik, Zanón (que se derrumbó psicológicamente, absolutamente aterrorizado, consiguiendo Grimau que firmara una «confesión» que acusaba a sus camaradas del asesinato de Narwicz, de la que se retractó en cuanto ingresó en la Modelo) y Kielso (que consiguió fugarse) estuvieron sometidos a toda clase de torturas por un equipo de agentes del SIM, dirigido por Julián Grimau: palizas, simulacros de fusilamiento, cabellos arrancados de cuajo mediante tenazas, varios días sin alimento ni agua, hasta el punto de verse obligados a beber los propios orines, etc.

Detención de Julián Grimau

El 7 de noviembre de 1962 la policía detuvo al activista y miembro de la dirección del PCE Julián Grimau García.

Desde 1944 actuó a las órdenes de Santiago Carrillo en Cuba y a partir de 1954 fue miembro del Comité Central. Entró en España para incorporarse al aparato clandestino del PCE en 1957. Volvió en el año 1959 para asumir un puesto importante en la dirección del interior. Para cualquier historiador surge una inevitable pregunta: ¿por qué fue enviado Grimau en 1959 a España para participar en la subversión cuando sus compañeros de Partido sabían que pesaba sobre él amenaza de pena capital? Ciertos autores comunistas, como Jorge Semprún y José Ruiz Ayúcar, afirman que precisamente por eso. Max Gallo añade que cabe la sospecha de que fue denunciado por un militante, Lara, con el que acababa de entrevistarse.

Grimau no negó quien era, no manifestó arrepentimiento ni pidió perdón; al contrario, afirmó con énfasis que había venido a España a derribar el Régimen.

Carrillo y el PCE montaron una campaña de gran alcance como protesta por el proceso y ejecución de Julián Grimau. Carrillo no estaba muy legitimado para la protesta, ya que sus propios compañeros, como el político e ideólogo comunista Fernando Claudín, reconocen la imprudencia de haberle mantenido a Grimau tanto tiempo en España, o como recuerda Jorge Semprún que Grimau fue «una víctima más del subjetivismo del PCE», y que Carrillo «le trataba con bastante dureza y no le perdonaba el más mínimo error». A Semprún le intrigaba «esa extraña sensación de dominio y sometimiento» entre ambos, atribuyéndola a «los secretos que todos esos hombres debían compartir desde la guerra civil. Los oscuros secretos de la sangre».

Vista de la causa contra Julián Grimau

Los medios de comunicación del viernes 19 de abril de 1963, anunciaban «que en la mañana del jueves 18 de abril de 1963, se ha celebrado la vista de la causa contra Julián Grimau, acusado de crímenes perpetrados durante la guerra española de Liberación, y de haber regresado clandestinamente a España para dirigir, en su calidad de miembro del Comité Central de Partido Comunista, actividades subversivas en el interior, misión que Grimau llevó a efecto. La vista, que fue pública, tuvo lugar ante un tribunal militar. El acusado estuvo asistido por un defensor militar y un abogado civil. Después de los interrogatorios informaron el fiscal y el defensor, prologándose la vista durante más de cuatro horas. La causa quedó vista para sentencia, que no será firme hasta que la apruebe la autoridad judicial competente».

Al juicio asistieron numerosos periodistas nacionales y corresponsales extranjeros. Leído el apuntamiento en el que se relatan los cargos contra el procesado Julián Grimau, fue interrogado por el fiscal, ante el que pretendió no recordar muchos de los hechos en que intervino o intentó justificarlos alegando que él, como miembro de la Policía de la zona roja, se había limitado a cumplir órdenes que recibía de sus superiores.

Interrogatorio del procesado

A las preguntas del ministerio público, el procesado reconoció que tras haber pertenecido a otras organizaciones del Frente Popular se afilió a fines de 1936 al Partido Comunista, al que ha permanecido desde entonces, llegando a ocupar en él puestos de confianza y responsabilidad hasta el punto de que en el V Congreso, celebrado en Praga, fue elegido miembro del Comité Central, cargo para el que fue reelegido posteriormente y que ostentaba todavía cuando fue detenido en España, a donde llegó para dirigir la acción subversiva ordenada por el partido.

Actuación en la retaguardia roja

Grimau afirmó después que él mismo no sabe explicarse cómo, a los pocos días de haber marchado voluntario al frente de Toledo, fue llamado a Madrid para ocupar un alto puesto en la Brigada de Investigación Criminal, en la que llegó a alcanzar una gran influencia. Dijo que pese a encontrarse en edad militar, contaba entonces veinticinco años, entendió que también en la retaguardia había difíciles misiones que cumplir y que como miembro de la Brigada intervino en numerosas detenciones, siendo posible que entre las personas arrestadas, no pocas de las cuales fueron asesinadas después, hubiese alguna que no hubiere cometido ningún delito común y que fueran detenidas solo por sus antecedentes políticos. Reconoció que por sus servicios fue premiado en numerosas ocasiones con recompensas en metálico y ascensos hasta alcanzar el puesto de secretario general de la Brigada con jurisdicción en Madrid, Barcelona y Valencia.

Informa el vocal ponente

El vocal ponente enumeró, después de estas declaraciones de Grimau, una impresionante lista de detenciones, torturas, asesinatos, expoliaciones y actos 32 deshonestos en los que intervino el procesado, quien afirmó no recordar algunos de los hechos, negando otros e incurriendo en algunas contradicciones, como al decir que nunca intervino en los interrogatorios de los detenidos en una checa de Barcelona para reconocer luego que sí lo hizo en su propio despacho, pero no en los calabozos.

De la declaración hecha por el vocal ponente podemos dar estos datos:

Desde el día 15 de agosto de 1936 pertenece a la llamada Brigada de Investigación Criminal. Como miembro de la Brigada participó en registros, expoliaciones, detenciones y asesinatos. Con aval y recomendación del Partido Comunista fue ascendido a secretario y luego a jefe de esta Brigada.

Ante el tribunal que le juzgó reconoció sus ascensos y pretendió ignorar las causas, diciendo que seguramente fue premiado por su celo en la detención de delincuentes comunes. ¿Cómo puede aceptarse esta explicación cuando los comunistas nucleaban la policía?

Bajo sus órdenes en esta etapa fueron detenidos, expoliados y asesinados: don Ismael Alonso de Velasco, médico; don Francisco Cozar García, biselador, y don Miguel Daura Ramírez.

Pasó a Barcelona, donde además de jefe de la Brigada de Investigación Criminal lo era de una «checa» instalada en los sótanos de la casa número 1 de la Plaza de Berenguer el Grande, donde con su intervención, por orden suya y siempre con su consentimiento, fueron sometidas a tortura numerosas personas. Desde julio de 1936 se señalan, confirmados por las investigaciones policíacas y por las autoridades judiciales correspondientes, los hechos que hemos relatado anteriormente, en el apartado titulado «Comportamiento de Grimau durante la Guerra Civil».

Intervención de la defensa

Antes de intervenir la defensa, Grimau contestó negativamente a la pregunta que si había tenido contacto con agentes soviéticos a su regreso de Cuba, donde había residido durante algún tiempo. Dijo, también, que él no sabía que las Embajadas soviéticas tuvieran agentes, lo que provocó risas entre el auditorio.

Actuó luego la defensa, en presencia del abogado civil del procesado, modificando sus conclusiones provisionales y alegando, esencialmente, que los actos del procesado respondieron a la obediencia a que estaba obligado respecto a sus superiores. También señaló falta de pruebas en algunos hechos relatados e invocó, por último, la magnanimidad de los juzgadores a favor de su defendido.

Actuación del fiscal

El representante de la ley refutó, en una intervención final, las alegaciones de la defensa, poniendo de manifiesto que no era precisamente el ministerio público el que quería extremar el rigor contra el procesado, sino que era la gravedad de los propios hechos probados, cuya naturaleza repugna a todas las conciencias y determina la petición de la pena de muerte, con el responsable directo de la comisión de estos delitos.

Grimau se considera inocente

Por último, concedió el presidente la palabra al procesado para que pudiera alegar en su descargo aquello que creyera necesario. Julián Grimau reiteró que se consideraba inocente de los delitos que se le imputaban, puesto que sus actos estuvieron determinados por su condición de militante del Partido Comunista, de cuya condición no abdicaría nunca, como tampoco ha negado nunca el ser miembro y hombre de confianza del Comité Central, y que había recibido la misión, ahora, de organizar, en el interior de nuestro país, actividades subversivas.

Con esta declaración acabó el juicio, cuya duración fue de más de cuatro horas, quedando la vista para sentencia.

Cumplimiento de la sentencia

Hacia las cinco de la madrugada del 20 de abril de 1963, Julián Grimau fue trasladado en una furgoneta desde el cuartel militar del barrio de Campamento de Madrid, al campo de entrenamiento de Carabanchel, donde tuvo lugar su fusilamiento.

El ajusticiado rehusó los auxilios espirituales que le fueron ofrecidos y se mostró tranquilo en el momento de ser fusilado.

 

  1. de la R.—El historiador Guillermo Cabanillas, antifranquista declarado, escribe de Julián Grimau en La guerra de los mil días: «Militante comunista que actuó durante la Guerra en la retaguardia en los puestos en los que se ejerció directamente la represión». Y en nota a pie de página informa:

Millares de peticiones por la vida de Grimau se dirigen al general Franco. Entre ellas, la del propio jefe del Gobierno soviético, Nikita Kruschev. En su carta decía: «Movido de sentimientos humanitarios, me dirijo a usted haciendo un llamamiento urgente para que anule dicha sentencia y salve la vida de Julián Grimau. Me hallo profundamente convencido de que los círculos más amplios del público internacional agradecerán tal paso humanitario por parte de ustedes, experimentando una mención satisfactoria».

Al jefe del Gobierno soviético contesta Francisco Franco, jefe del Estado Español: «Lamento informarle de la imposibilidad de conmutación de la pena impuesta por tribunal competente, con plenos medios de defensa, a Julián Grimau García. Los crímenes horrendos cometidos, de los que hay pruebas abrumadoras, en la continuada acción subversiva, hasta el momento mismo de su detención, impiden el ejercicio de la gracia de indulto, máxime estando vivas numerosas personas, incluso familiares de las víctimas, que recuerdan con horror sus torturas y asesinatos. Tales delitos contra la humanidad esté seguro que serán condenados por la conciencia universal, a pesar de las campañas organizadas de propaganda que intentan desorientar a la opinión».


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