P. Santiago González Alba
El deseo de que toda legislación política sea respetuosa con la Ley Divina (y, por ende, con la ley Natural) no es fruto del fundamentalismo ni del radicalismo ideológico, sino que es una legítima aspiración que nace tanto de la sana razón como de la conciencia ética. Esa aspiración choca hoy frontalmente con realidades como la de España cuya Constitución Democrática (referente de legitimidad estatal) no ha impedido que leyes como la despenalización del aborto o el llamado “matrimonio gay” hayan salido adelante, entre otras, destrozando la fibra moral de la sociedad.
Cuando el Papa Juan Pablo II expresaba su denuncia de la “democracia sin valores” incidía en que, precisamente, un sistema político que respete las libertades no ha de ser necesariamente un régimen que pisotee los derechos elementales (basándose, de forma absurda, en la idea de “libertad”). Quizás por ello el mismo Papa en su día reconoció que el cambio político en España había tenido “efectos morales negativos”, que, dicho sea de paso, están a la vista de cualquiera en el hoy de 2014.
Hoy hace 75 años que, al terminar la guerra civil española, se inició el proceso de reconstrucción nacional que incluyó el establecimiento de una legalidad de la cual procede la actual democracia. Aunque duela a los tramposos de la “memoria histórica”, el actual Jefe de Estado (Rey Juan Carlos I) es el sucesor de Franco, y toda la institucionalidad española procede de la franquista ley de la reforma política de 1976. Sin embargo lo que ha cambiado sensiblemente ha sido el respeto legal por la Ley de Dios y la Ley Natural (que procede de la Divina), convirtiendo hoy a España en una de las naciones más políticamente acomplejadas por su herencia histórica católica, que pretende hacer desaparecer. Como bien dijo en su día Alfonso Guerra, “a España no la va a conocer ni la madre que la parió”…..y por desgracia no se equivocó.
Pero quizás con citas más gratas para nuestra historia del siglo XX, como esta carta que traemos hoy al blog de San Josemaría al anterior Jefe de Estado, el hoy “innombrable” Francisco Franco, podemos reconocer que en otras épocas España si era fiel a su identidad católica, y que, si lo fue en el pasado, podemos esperar que vuelva a serlo en el futuro.
Como bien recordó el Papa Francisco a los Obispos españoles: “Que España no olvide su historia”. Ojalá que no se nos olvide nunca, para no perder la esperanza.
CARTA DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER, AL GENERAL FRANCISCO FRANCO
Al Excmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado español.Excelencia,
No quiero dejar de unir a las muchas felicitaciones que habría recibido, con motivo de la promulgación de los Principios Fundamentales, la mía personal más sincera.
La obligada ausencia de la Patria en servicio de Dios y de las almas, lejos de debilitar mi amor a España, ha venido, si cabe, a acrecentarlo. Con la perspectiva que se adquiere en esta Roma Eterna he podido ver mejor que nunca la hermosura de esa hija predilecta de la Iglesia que es mi Patria, de la que el Señor se ha servido en tantas ocasiones como instrumento para la defensa y propagación de la Santa Fe Católica en el mundo.
Aunque apartado de toda actividad política, no he podido por menos de alegrarme, como sacerdote y como español, de que la voz autorizada del Jefe del Estado proclame que “la Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única y verdadera y Fe inseparable de la conciencia nacional que inspirará su legislación”. En la fidelidad a la tradición católica de nuestro pueblo se encontrará siempre, junto con la bendición divina para las personas constituídas en autoridad, la mejor garantía de acierto en los actos de gobierno, y en la seguridad de una justa y duradera paz en el seno de la comunidad nacional.
Pido a Dios Nuestro Señor que colme a Vuestra Excelencia de toda suerte de venturas y le depare gracia abundante en el desempeño de la alta misión que tiene confiada.
Reciba, Excelencia, el testimonio de mi consideración personal más distinguida con la seguridad de mis oraciones para toda su familia.
De Vuestra Excelencia affmo. in Domino
Josemaría Escrivá de Balaguer
Roma, 23 de mayo de 1958