Franco, desde el liberalismo, por Pío Moa

 
 
Pío Moa
LD, 2011-06-13 
 
 
   Dado que un rasgo de la inanidad o páramo intelectual en que vive España es la ausencia de debate a pesar de los gravísimos problemas a que nos enfrentamos, siempre es bienvenida la argumentación discrepante y razonada. Así, mi amigo José Carlos Rodríguez contradice mi tesis de que el franquismo puede defenderse desde la democracia liberal.
 
   Un problema típico en las discusiones reside en el intento de argumentar con un principio abstracto sin tener en cuenta su interrelación con otros principios concurrentes ni las circunstancias reales, históricas. Así, enarbolando el principio de la democracia –y sin explicar bien qué entendemos por ella– muchos condenan bobamente todos los regímenes europeos habidos en la historia antes del siglo XX (quizá con la excepción del suizo). Esto es típico de cierto pensamiento o antipensamiento muy difundido en España, y me temo que José Carlos Rodríguez cae un poco en esa tendencia.
 
   Partamos de los hechos básicos, tan a menudo pasados por alto o tergiversados: nuestra democracia procede de la legitimidad franquista mediante una reforma de la ley a la ley. Y precisamente en contra de la opción rupturista, que pretendía legitimar a la república (al Frente Popular, más bien), opción que parecía a muchos más democrática. Pero el apoyo popular a la reforma franquista se apoyaba en una experiencia histórica que por entonces muy pocos discutíamos: la paz, prosperidad, reconciliación, independencia y unidad nacional alcanzadas en superación de una república que había echado abajo todos esos valores. Estos son hechos indiscutibles. Y aquí vienen otros hechos: los antifranquistas, que invocan tanto la república sin tener en cuenta sus efectos históricos, siguen socavando hoy la convivencia democrática: terrorismo o colaboración con él, separatismos, ataques a Montesquieu, niveles de corrupción muy superiores a los del franquismo, corrosión de la soberanía y la unidad nacional…
 
   Todo esto no ha ocurrido por casualidad, y frente a ello tienen un peso menor –aunque sean interesantes– cuestiones sobre si el Frente Popular pudo haberse moderado (en mi opinión, no, en absoluto, y lo que ya había hecho justificaba plenamente la rebelión). Rodríguez dice que no eran necesarias las 30.000 ejecuciones de posguerra o la violación de derechos individuales. En realidad, el asunto de las ejecuciones está aún por investigar seriamente, y a partir de ciertos indicios creo que las cifras son muy inferiores, aparte de que se trató de ejecuciones legales casi todas y a menudo por crímenes espeluznantes. Y en todas las posguerras los derechos individuales son masivamente violados, como pasó en Europa Occidental después de la guerra mundial. En países democratizados como Francia o Italia, por ejemplo, las represalias fueron terribles y, al revés que en España, sin trámite judicial. ¿Los invalida como países democráticos? No hablemos ya de los países del este… O, por poner otro caso, los masivamente criminales bombardeos sobre la población civil alemana, ¿invalidan la causa de los Aliados? Yo creo que no, pero no dejan de ser cuestiones interesantes.
 
   No tiene sentido comparar la actitud de Franco con la de Jefferson (más bien con la de Pilsudki, por ejemplo). Franco quería al principio una democratización en orden, pero la experiencia de la república le hizo creer que era imposible (e históricamente lo fue). Ni es cierto que nuestra historia sea la de las oportunidades perdidas. Al terminar la guerra mundial, Franco no tenía por qué “reengancharse” con los Aliados, que no paraban de chantajearle e intimidarle, pese a deberle tanto. La salida presuntamente democrática de Don Juan o el maquis habría significado con toda seguridad la vuelta a la guerra civil (lo explico en Años de hierro), porque otro rasgo del franquismo es que jamás tuvo oposición democrática real. Su oposición, incluso 36 años después, pretendía volver a las andadas, y lo está haciendo ahora mismo. Y si la sociedad española estaba preparada para la democracia al final del régimen, fue justamente por la obra de la dictadura autoritaria, de ningún modo por la de cualquier oposición.
 
   Franco, en suma, libró a España de una revolución y no tuvo en su mano restaurar la democracia. Primero, porque no creía en ella tras la experiencia republicana; segundo, porque la mayoría de la población pensaba lo mismo, pues guardaba aún viva memoria de aquella república que quieren presentarnos ahora como modélica; y tercero porque la oposición era de tendencia totalitaria y terrorista o pro terrorista… por cierto que muy apoyada por las democracia europeas (y por gran parte de la Iglesia), algo a tener muy en cuenta, como recuerdo en La Transición de cristal.
 
   La democracia llegó cuando pudo, se la debemos a la obra del franquismo y está muy amenazada precisamente por los antifranquistas. Así creo que fue y es, atendiendo a los hechos y no a buenos deseos algo etéreos. 
 
 
 
 
 
 

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