Santiago Velo de Antelo
Director revista Diplomacia
La Gaceta
Aunque parezca paradójico, estamos viviendo un momento muy interesante e ilustrativo de lo que significa la diplomacia internacional. Me explico. Aún a día de hoy, ninguna de las grandes potencias de Occidente se ha referido a los sucesos recientes en Egipto como un golpe de estado, a pesar de que el ejército haya tomado el poder por las armas y destituido al presidente electo.
En hecho de que en la mayoría de los casos la toma de poder vía militar casi siempre sea considerado como un golpe de estado, pero que en otras como este no, refleja hasta qué punto depende de quién lo haga y contra quién se lleve a cabo el darle el calificativo de golpe de estado, que de por si se ha convertido en un término con un valor negativo muy intenso.
Y ahora me pregunto yo. Si aceptamos la rebelión del ejército para quitar el poder a los islamistas radicales, a pesar de que ganaron las elecciones, también podremos aceptar otros supuestos golpes que salvaron a ciertos países de ideologías igualmente dañinas. ¿O no?
Sin ir más lejos el Alzamiento Militar en España en 1936 evitó que un país del oeste de Europa se convirtiera en una base soviética comunista con lo que eso hubiera significado durante la Guerra Fría. ¿Hemos de condenar ese golpe? O el golpe militar de Chile que consiguió que este país no fuera un nuevo Cuba en el otro extremo de América y cuyo régimen acabó convocando un referéndum que devolvió la democracia. O más recientemente el golpe en Honduras que apartó del poder a un presidente que, en contra del Tribunal Supremo, del Constitucional y del Parlamento modificaba las leyes para perpetuarse en el poder.
La diplomacia es mucho más que seguir los dictados de políticos del momento al son de sus ideologías o condenas de parlamentos irresponsables. Y los que somos conscientes de ello hemos de evitar caer en la demagogia.