Los aviadores de la República

 
 
Jesús Flores Thíes
Coronel de Artillería (R)
 
 
   Los aviadores, en todas las guerras en las que han participado, adquieren una personalidad y unas características que los distinguen favorable-mente de los demás comba-tientes, especialmente aquellos de la aviación de caza. Desde la guerra del 14, y en nuestro caso desde la de África, los héroes y ases de la Aviación han sido elevados a los niveles de lo romántico.     
 
   En la guerra civil, es decir, en la que indudablemente fue de “Liberación Nacional” y hasta “Cruzada”, pese a la dureza del enfrentamiento fratricida, los aviadores consiguieron su estatus especial, y tanto en un bando como en el otro, de ahí que pasados los años, incluso antes de que la vileza y la cobardía hayan desenterrado los sacos del odio, los aviadores eran combatientes “distintos”.    
 
Entrega del diploma a un representante de la División Azul 
 
   Hemos estado cerca de ellos cuando el Museo Militar de Montjuich agonizaba. Porque alguien tuvo la sutil ocurrencia de meter en la capilla del Castillo de Montjuich en Barcelona tres placas en recuerdo, por el lado nacional, del “Tercio de Montserrat”, laureado tercio compuesto casi íntegramente por catalanes; y por el otro, el bando rojo, dos placas, una en recuerdo de una unidad de esquiadores de la “Generalidad” y otra de los Aviadores de la República.     
 
   La diferencia entre los esquiadores y los aviadores era manifiesta, ya que los segundos eran comba-tientes de verdad, mientras que los esquiadores sólo una colección de jóvenes, casi todos procedentes de asociaciones catalanas de excursionistas, llevados a Nuria a “entrenarse” en una especie de Capua, de cuya sueño los sacaron, casi de forma definitiva, los anarquistas mandados por “el Cojo de Málaga”, indignados al ver la vidorra de aquellos enchufados con todas las características de emboscados. Hasta les quemaron los esquíes. Se salvaron de las fosas (con el tiempo “franquistas”…) gracias a la llegada oportuna de los guardias de asalto. Hemos de decir en honor de aquellos muchachos que, disuelta “Capua”, muchos de aquellos jóvenes murieron en la batalla del Ebro, al ser enviados a rellenar otras unidades no emboscadas.
 
   Pero sí había algo en común entre aviadores y esquiadores rojos, y es que entonces, cuando ellos mandaban, en las iglesias nunca se entraba a poner placas ni a rezar responsos, sino a saquearlas o a quemarlas. Por supuesto que no era éste el caso de los requetés del Tercio de Montserrat, sino todo lo contrario.     
 
   En aquella capilla habíamos conseguido poner años antes unas lápidas encontradas en un almacén de chatarra del Parque y Maestranza, en homenaje a los que murieron, por supuesto que por Dios y por España, en el Alzamiento del 18 de Julio en Barcelona. No es necesario decir qué lápidas de uno u otro bando han regresado a almacenes cuya situación ignoramos por el momento.     
 
   En el “aggiornamiento” de la época en que el Museo daba sus últimas boqueadas, los Aviadores de la República tenían su sitio en el Castillo gracias a  exposiciones y muestras temporales. No nos molestaban, eran gente aparte, todavía con su halo de romanticismo bélico.     
 
   Pero las cosas han ido cambiando porque los aviadores que quedaban han ido muriendo y el joven relevo, a partir de los años 90, carente de romanticismo y de vergüenza, se ha ido uniendo de hoz y coz a la vil “Memoria Histórica”. Ya lo hizo notar hace tiempo Caballero Jurado, y también Permuy, especialistas en temas de la guerra, que solían asistir con el mayor espíritu ecuménico a sus conferencias y actividades. Y es que el humo del Satanás rojo ya había entrado en esa asociación. Una de sus hijuelas de la refundida asociación de aviadores ADAR, la “Associació d’Aviadors de la República”, ha montado en cólera por la concesión de una medalla a la División Azul en Barcelona en un homenaje a la Guardia Civil, y ha devuelto el diploma que le había correspondido en el reparto. Nos imaginamos que la Asociación madre de todos los aviadores republicanos aplaudirá el gesto.       
 
   Según LA VANGUARDIA Digital, la Delegada del Gobierno “(doña) María de los Llanos de Luna, entregó un galardón a una asociación de veteranos de la División Azul, los voluntarios falangistas que lucharon junto al ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial”. Como vemos, el texto de este periódico vendido al nacionalismo catalán lo dice a su manera, al igual que otros aun más tendenciosos y rabiosos. Porque la División Azul no combatió en el Ejército “nazi” sino en el alemán. De haber combatido con el ejército “nazi” lo habría hecho, como otros voluntarios europeos, en las unidades de las SS. Pero estas son sutilezas que no entran en las cabezas cuadradas de tales medios de comunicación. Tampoco matiza que, si bien aquella división no pertenecía al Ejército español sino al alemán, sus mandos sí pertenecían a ese Ejército, al español. Y de esa División salieron decenas de generales que sirvieron en ese Ejército, hoy condenado gracias a una firma real. 
 
   El cerco que la “Memoria Histórica” ha impuesto a nuestra castigada sociedad es agotador, no deja un resquicio ni grieta ni respiradero. Y la derecha se encoge de hombros, mientras que los “mandos” del actual Ejército miran para otro lado. Pues nosotros, nos plantamos delante de esas asociaciones rencorosas, herederos de los vencidos de otrora, y les lanzamos un ¡Arriba España! grito que entenderán aun menos que a la gloriosa División Azul. No todo es digno en la actuación de aquella aviación del Frente Popular, recordemos el bombardeo del Pilar, que ha sido desmentido posteriormente pero que fue un hecho real e intencionado. El propio general “republicano” Hidalgo de Cisneros le dijo a su hermano Francisco, el primer general director de la Academia General Militar después de la guerra: “eso lo hizo el animal de Gayoso”. Y en la prensa roja salió la noticia. Gayoso terminó la guerra de capitán… ¡Ah! y Zaragoza no se rindió.         
 
   Peor para ellos.        
 
 
 
 

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