¿Me lleva a la calle de Mateo Morral?

 
Pedro F. Barbadillo
Libertad Digital 
 
 
 
Mientras la derecha española es de un materialismo que impresiona por su ramplonería, la izquierda es idealista e irracional. A diferencia de la derecha, la izquierda sabe que el campo de batalla por el poder no es la economía. Por eso, los izquierdistas tratan de apoderarse del alma de los niños que ellos no tienen mediante la escuela y, hoy también, mediante la televisión y las redes sociales. Y también trata de imponer en los callejeros, los monumentos, los aniversarios y los documentales a sus modelos. La izquierda española no admite que se pueda honrar a ningún español que no pertenezca a su bando o haya recibido su bendición laica. Igual que ella, hacen los nacionalistas vascos y los catalanes, que han borrado de sus libros de historia y sus ciudades a todos los vascos y catalanes que con su solo nombre refutaban su discurso.
 
   El Ayuntamiento de Madrid, con el voto de Ciudadanos (que lleva camino de convertirse en UCD: el partido que con votos de derechas hacía políticas de izquierdas, hasta que sus votantes se hartaron), ha empezado a aplicar su plan de depurar el callejero de la capital de fascistas, franquistas, colaboracionistas, golpistas, nazistas, monarquistas y quién sabe si hasta madridistas.
 
   ¿Y qué modelos va a proponer el nuevo Frente Popular? En Madrid ya hay calles, puestas por los alcaldes socialistas y también por los del PP, a Pablo Iglesias, fundador del PSOE, y Dolores Ibárruri, comunista, que amenazaban de muerte en las Cortes a los diputados de derechas; a Francisco Largo Caballero, que pidió la guerra civil y la dictadura del proletariado antes de la guerra; a Indalecio Prieto, que fue contrabandista de armas para preparar un golpe de estado y matar españoles; a Eduardo Haro Tecglen, el hipócrita que pasó de escribir loas a Franco y a José Antonio a hacérselas a Stalin.
 
   Cuando la izquierda estaba libre de las trabas constitucionales y democráticas, es decir, en la guerra civil, el Ayuntamiento de Madrid, bajo la presidencia del Rafael Henche de la Plata (gran apellido para un socialista y sindicalista de UGT, que además, como conspirador participó en el golpe de estado de 1934), aprobó en su sesión del 11 de junio de 1937 varios cambios del callejero, uno de los cuales consistió en renombrar la Calle Mayor con el nombre del anarquista Mateo Morral.
 
   El mérito de este individuo fue tratar de asesinar al rey Alfonso XIII y a su esposa, Victoria Eugenia, en 1906, mediante una bomba que arrojó desde la ventana de una casa en la calle Mayor. Aunque no mató a los reyes, Morral despedazó a 25 personas (15 militares y 10 civiles) e hirió a otras 100. El Ayuntamiento del Frente Popular añadió una placa en memoria de este asesino múltiple en el cementerio civil de Madrid.
 
   Así lo contó La Vanguardia (12-4-1937), entonces republicana, del conde de Godó, que ya estaba en Burgos al servicio de Franco:Se aprobó rápidamente el orden del día, en el que, entre otros puntos, figuraba un expediente proponiendo que en el Cementerio civil se coloque en sitio visible y adecuado una lápida con la inscripción «Mateo Morral» que perpetúe su memoria, y que por la Comisión de gobierno se proponga al Consejo acuerda que la plaza sin nombre donde estuvo situado el monumento monárquico al final de la calla Mayor se denomine en lo sucesivo de “Mateo Morral”.
 
   Es decir, para los socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos era merecedor de honores públicos un terrorista que mató a dos docenas de personas con una bomba. ¡Todo por el Ideal! Sobre todo la sangre ajena.
 
   En los primeros días posteriores a la entrada de los nacionales en Madrid, las nuevas autoridades devolvieron a la calle Mayor su nombre tradicional. Si se anulasen todos los actos administrativos de los Ayuntamientos franquistas, como han propuesto algunos alucinados que se haga con la legislación aprobada entre 1939 y 1977 (o 1982, qué más da), se podría anular el re-nombramiento de la calle Mayor y así ésta recuperaría el nombre infame de Mateo Morral, el Iñaki de Juana de la izquierda madrileña.
 
   Por cierto, que de la lista de nombres aprobados en el pleno me llama la atención que se haya excluido uno: el de Juan de Borbón y Battenberg, que tiene una glorieta con una estatua imponente. El infante trató de unirse dos veces, dos, como voluntario a los sublevados y luego se hartó de felicitar a Franco por su victoria, hasta el punto de enviarle el Toisón de Oro en 1961. Bah, queda para la segunda vuelta. Y para más adelante su hijo y su nieto.
    

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