Paracuellos, Carrillo y otros engaños de la memoria histórica

Juan E. Pflüger
La Gaceta 
 
 
 
En 2007 se estaba tramitando la Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007). Durante los meses que duró el trámite de elaboración el nefasto Gobierno socialista de ZP, la clase política española logró reabrir las heridas de la Guerra Civil y la división, famosa, de las dos Españas. En el verano de aquel año se publicó una carta firmada por “El Estudiante”, remedo de una anterior publicada durante la transición como “carta abierta”, en la que se vertían duras acusaciones contra Santiago Carrillo acusándole de su responsabilidad en la brutal represión –el terror rojo- que se vivió en el Madrid republicano durante la guerra.
 

Por su interés, reproducimos en su integridad la carta:

Sr. Don Santiago Carrillo Solares Madrid

Creo que me conocerás. Yo sí te recuerdo mucho. Hoy soy vecino de Aranjuez, tengo 85 años. En el año 1.936 fui enterrador del cementerio de Paracuellos de Jarama. También estuve en la checa de la ESCUADRILLA DEL AMANECER, de la calle del Marqués de Cubas nº 17 de Madrid, donde presencié los más horribles martirios y crímenes.

También estuve en el Cuartel de la Guardia de Asalto de la calle Pontones, en la Puerta del Sol, donde tú, Santiago Carrillo, mandabas realizar toda clase de martirios y ejecuciones en las checas de tu mando. Yo soy Pionero, al que llamaban ‘EL ESTUDIANTE’, que llevaba la correspondencia a las diferentes checas a cambio de la comida que me dabas.

¿Me conoces ahora, Santiago Carrillo?

¿Te acuerdas cuando tú, Santiago Carrillo, acompañado de la Miliciana SAGRARIO RAMÍREZ y de SANTIAGO ESCALONA y RAMIRO ROIG alias ‘EL PANCHO’, en la carretera de Fuencarral, kilómetro 5, el día 24 de agosto de 1.936 a las 7 de la mañana, asesinasteis al Duque de Veragua y tú, Santiago Carrillo, mandaste que le quitaran el anillo de oro y piedras preciosas que llevaba? ¿Recuerdas que no se lo podías quitar y tú, Santiago Carrillo, ordenaste que le cortaran el dedo?

¿Te acuerdas, Santiago Carrillo, la noche que llegaste a la checa del Fomento, en el coche Ford, matrícula de Madrid 984, conducido por el comunista JUAN IZACU y los chequistas MANUEL DOMÍNGUEZ alias ‘EL VALIENTE’ y el Guardia de Asalto JOSÉ BARTOLOMÉS y en el sótano mandaste quemar los pechos de la monja Sor Felisa del Convento de las Maravillas de la calle Bravo Murillo, y así lo hizo ‘EL VALIENTE’ con un cigarro puro? Esto sucedió el 29 de agosto de 1.936 a las 3 de la madrugada.

¿Me recuerdas ahora, Santiago Carrillo? Con 24 años que tenías, ¡cuántos asesinatos cometiste! ¡Cuánta sangre tienes derramada en España! No quiero molestarte más, Santiago Carrillo, CRIMINAL.

Se despide de ti el enterrador de Paracuellos del Jarama, alias ‘EL ESTUDIANTE’, que presenció los martirios y asesinatos que tú, Santiago Carrillo, mandaste que se realizaran en España.

¡¡¡¡ VIVA ESPAÑA, MI PATRIA !!!!

A este asesino criminal lo homenajean con todos los honores mientras el infame y asqueroso Peces-Barba dice que no han asistido ‘los malos’, en alusión a los miembros del Partido Popular.

A este asesino criminal le cantan el Cumpleaños Feliz en vivo y en directo en el ‘programa radiofónico’ ‘La Ventana’ en la Cadena Ser.

A este asesino criminal le aplaude toda la progresía Española de pleno: grupo PRISA, el ‘gobierno’, los comunistas, los nazis de ERC, PNV…, María Antonia Iglesias y demás fauna animalística.

Y lo peor de todo: este ASESINO CRIMINAL no ha sido juzgado por sus crímenes y pasea libremente por la calle.

¿NO QUERÉIS MEMORIA HISTÓRICA? ¡¡¡ PUES TOMAD MEMORIA HISTÓRICA !!!

 

Mucho antes, tanto como treinta años, el desaparecido diario El Alcázar, había publicado un reportaje en el que la misma persona, Julián “El Estudiante” contó con mayor detalle la criminal actuación de Carrillo en aquellos momentos en los que vivir o morir en Madrid dependía del político comunista, sus secuaces o quienes manejaban las checas. El reportaje de El Alcázar es el siguiente:

TESTIMONIO PARA LA HISTORIA

¡Esta es mi zanja!… ¡Dios mío!

Julián “El Estudiante” relata la intervención de Carrillo en las “checas” de Madrid y en Paracuellos del Jarama.

No hace aún muchos días circuló una carta abierta a Santiago Carrillo firmada por “El Estudiante”, en la cual, con ciertos visos de verosimilitud, se vertían una serie de acusaciones contra el hoy Secretario General del PC. Como quiera que el firmante del escrito muy bien pudiera tener un nombre y unos apellidos completos, los reporteros de EL ALCÁZAR se pusieron de inmediato a realizar las oportunas averiguaciones. En efecto, existía un nombre, un testigo. En este reportaje, Julián “El Estudiante”, narra los detalles de unos acontecimientos en los cuales Santiago Carrillo tuvo, de manera directísima, una participación destacada. “El muchacho de los recados” de las “checas” de Madrid, acompañó al dirigente comunista a alguna de sus “actividades”. Este es su relato.

“Delante de nosotros mataron a un jesuita”

Aquella mañana –cuenta Julián a EL ALCÁZAR- entraron en el colegio cierta cantidad de milicianos y milicianas quienes, delante de nosotros, mataron a un jesuita que nos daba clase de química en aquel momento. Mi abuelo me sacó del internado y quiso que viviera con ellos en Cuatro Caminos, en la calle de Jaén. Pero la guerra había sido declarada y todo estaba en ruinas. Los adoquines de la calle Bravo Murillo estaban levantados sirviendo de parapetos para que los frentes no entraran. Por las noches no había luz, y yo escuchaba el tiroteo mientras me dirigía al metro de Alvarado, donde dormí varios años. Mi familia no podía proporcionarme alimentación porque escaseaba. Me enteré, por mis amigos, que también dormían en el metro, que en la “checa” del Marqués de Cubas daban carne de búfalo. Me presenté allí y le dije al miliciano que estaba en la puerta que tenía hambre. Recuerdo que aquel miliciano me pareció demasiado joven. Vestía con un mono azul y un gorro con orla; tenía puesto un correaje con una bayoneta, llevaba un mosquetón.

Me preguntó si pertenecía a los “pioneros”. “Yo no sé qué es eso” –le respondí-. “Pasa dentro, pionero”, me dijo. Al rato, trajeron un plato de aluminio con carne de búfalo y un chusco de pan. No dejé ni las migajas. El miliciano de la puerta me prometió que si iba todos los días me darían de comer. Yo, con catorce años, pero bien desarrollado, empecé a acompañarles a donde me llevaban. Vi como saqueaban las casas, como sacaban las remesas de, según ellos, “los martirizados”.

 Carrillo: “¡córtale el dedo, leche!”

Uno de los días, en la “checa” de la calle Marqués de Cubas, en la tercera habitación del pasillo de la derecha, recuerdo cómo los milicianos le pegaban a un señor que estaba atado a una silla de madera con brazos. No sabía quién era ni porqué le daban guantazos en la cara hasta partirle el labio… Después de aquello, al amanecer, creo que fue el 24 de agosto, me montaron en un “forito”, ocho cilindros, muy viejo, y fuimos a la carretera de Fuencarral. Al rato, llegó un coche alargado de donde se bajaron cuatro milicianos, y el quinto, el jefe de las “checas”, que yo aún no conocía entonces. Vestía un tabardo marrón y unas botas. No tendría más de 23 ó 24 años. Era Santiago Carrillo. Apearon a tres señores y una señora, les hicieron andar sobre la cuneta unos doce metros, y sin que yo me lo esperara, sacaron las metralletas y los mataron a los cuatro. Carrillo, que había dado la orden de ejecución, saltó a la cuneta y me dijo: “Pionero, estudiante, ven acá. ¿Sabes quién es este?” –Señalando a uno de los ejecutados que estaba tendido en el suelo en un charco de sangre-. Este es el Duque de Veragua, el fascista número uno de España”, añadió Carrillo mientras sacaba una pistola de debajo del tabardo (que recuerdo perfectamente, del nueve largo), y disparó tres tiros sobre el cráneo del Duque, que ya estaba bien muerto. Hecho esto, Carrillo vio en la mano del cadáver una sortija con brillantes que parecía de valor, y dirigiéndose al Guardia de Asalto Ramiro Roig, “El Pancho”, le ordenó: “¡Quítale el anillo!”. El otro empezó a tirar sin conseguir que saliera. “¡Córtale el dedo, leche!” –reclamó Carrillo indignado-. El Guardia sacó una navaja del bolsillo y destrozó la mano hasta que consiguió sacar el anillo, y se lo dio a su jefe. Recuerdo perfectamente que Santiago Carrillo, después de limpiar la sangre de la sortija, con broza que tomó del suelo, se la guardó en el bolsillo y, cogiéndome por encima del hombro, me subió en el Ford. Emprendimos viaje de regreso. Una vez en la “checa” de la calle Marqués de Cubas, después de un rato, salió Carrillo y le dijo al Guardia de Asalto: “A este pionero que no le falte de nada, y me lo lleváis a Paracuellos  para que ayude a lo que tenga que ayudar”. Yo no sabía a qué se refería Carrillo, pero como todos los días me daban de comer, andaba con el puño en alto muy obediente.

 
Continuará…