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Sofía Campos
De espíritu clásico, anticipando en la muerte el fin de un momento y no del camino, los registros históricos dicen que el dramaturgo Pedro Muñoz Seca hizo comedia hasta su último aliento: “Podéis quitarme mi hacienda, mi patria, mi fortuna e incluso mi vida. Pero hay una cosa que no podéis quitarme: ¡el miedo que tengo ahora mismo!”, contaba el actor Tulio Demicheli que fueron sus últimas palabras, antes de que fuera fusilado un 28 de noviembre de hace 85 años en Paracuellos del Jarama, como parte de las “sacas” del bando republicano, en pleno estallido de la Guerra Civil.
Muñoz Seca, que para el gran público siempre será conocido como el autor de “La venganza de Don Mendo”, fue avisado en Barcelona por un actor izquierdista de abandonar la ciudad en cuanto tuviera oportunidad, algo que el dramaturgo no llegó a hacer al quedar detenido. Su mujer, de nacionalidad cubana, fue dejada en libertad, pero él fue trasladado a la infame prisión de San Antón. Apenas unos días después de su detención, y poniendo como excusa su defensa de ideas católicas o monárquicas, el autor fue asesinado junto a otros 112 presos. “Ahí va el último actor de la escena; hasta al morir, con la sonrisa en los labios. Este es el último epílogo de mi vida”, dice que dejó escrito quien le enterró después del atroz fusilamiento grupal.
“Quítenle al teatro de Muñoz Seca el humor; desnúdenle de caricatura, arrebátenle su ingenio satírico y facilidad para la parodia, y seguirán ante un monumental autor de teatro”. Las palabras, honrosas, fueron escritas por Valle-Inclán, quien le admiró y le conoció bien de cerca. Muñoz Seca, además de “Don Mendo”, fue el autor de “La OCA”, “Anacleto se divorcia” -sobre la polémica ley de separación de la época-, o “La voz de su amo”, en la que ridiculizaba los procederes políticos de la República. Según Jacinto Benavente, que prologó varias de sus obras: “A Muñoz Seca no lo mató la barbarie, lo mató la envidia. La envidia sabe encontrar sus cómplices”.
Después de estrenar “Marcelino fue a por vino” y “El gran ciudadano”, también críticas con el Gobierno de la época, a mediados de los años treinta, se le empezó a tachar de conservador entre la crítica especializada. Pese a ello, todas las obras de Muñoz Seca se convertían en éxitos, y el público abarrotaba aquellas comedias, tan propias que se convirtieron en un nuevo género: el astracán. Fue colaborador estrecho de Azorín, con el que trabajó en algunas obras y, como curiosidad, cabe destacar que es abuelo materno del escritor y columnista Alfonso Ussía.