Republicanos, ayer y hoy, por Pío Moa

Pío Moa

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¿Es concebible una república en España? En abstracto, sí. En concreto, basta ver a los republicanos de ahora para entender que solo pueden traer la discordia y el delito. Son de la misma casta que los de la II República, tan bien descritos por quienes creyeron por un momento en ellos. Citaremos aquí a Lerroux, Azaña y Gregorio Marañón, como muestras de tantos otros.

**Lerroux, casi el único republicano antiguo en el Pacto de San Sebastián, describió a los neorrepublicanos: “Trepadores intrépidos, sin saber, ni experiencia ni fe ni prestigio, nada más que esa osadía tan semejante a la impudicia que paraliza a los candorosos”.  

**Azaña, hablando siempre de sus correligionarios: “Política de amigachos, tabernaria, incompetente, de codicia y botín sin ninguna idea alta“. “Obtusos” “Loquinarios” “botarates”.

**Azaña. “Gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta”. Destacables solo por su “inepcia, injusticia,  mezquindad o tontería”. “Zafiedad, politiquería, ruines intenciones”. “Rodeado de imbéciles, gobierne usted, si puede”

Azaña: “Corto entendimiento(…) corrupción de los caracteres”. “Gentes que conciben el presente y el porvenir de España según se los dictan el interés personal”. “No saben qué decir, no saben argumentar. No se ha visto más notable encarnación de la necedad”.

**Pérez de Ayala (uno de los “padres espirituales de la república”): “Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Nunca pude concebir que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza”; “En octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña”.

**Gregorio Marañón (“padre espiritual de la república”): “¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez”; “Bestial infamia de esta gentuza inmunda”; “Tendremos que estar varios años maldiciendo la estupidez y la canallería de estos cretinos criminales, y aún no habremos acabado. ¿Cómo poner peros, aunque los haya, a los del otro lado?”; “Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera podido hacerse dueña de España. Sin quererlo siento que estoy lleno de resquicios por donde me entra el odio, que nunca conocí. Y aun es mayor mi dolor por haber sido amigo de tales escarabajos”.

**Alcalá-Zamora:  ”Un manicomio no ya suelto, sino judicial, porque entre su ceguera y la carencia de escrúpulos sobre los medios para mandar, están en la zona mixta de la locura y la delincuencia”.

**Portela Valladares ofrece dos anécdotas significativas:  ”El Gobierno provisional [de la República] había acordado almorzar en el aristocrático Lhardy. Faltaba un ministro, y después de esperarle, sentáronse a la mesa. Llegó, por fin, y desde la puerta prorrumpió en enormes carcajadas que le sacudían el poderoso vientre. ‘Ríome –pudo por fin explicar– de que estéis aquí y de que seamos nosotros quienes gobernemos a España’”. Debía de ser Prieto: “Eran los tiempos de júbilo por los goces no esperados”.

**Portela: “En un consejo, el siempre almibarado Fernando de los Ríos dijo incidentalmente que un futuro ministro técnico era un veterinario capaz de poner unas herraduras de plata a un santo Cristo’. ‘¡Qué blasfemia tan magnífica!’, gritó uno de los consejeros, apretándose los ijares, y entre blasfemias cada vez más resonantes y espantosas hubo de suspenderse el consejo”.

Contrástense estos testimonios, espigados aquí entre tantos,  con la pintura  fabricada por  un buen montón de “historiadores”, sustituyendo los hechos por  charlatanería sobre  “una gran esperanza”, “una gran ilusión”, “un maravilloso sueño” (destrozado, claro está, por los nacionales),  “grandes avances y reformas”, gracias a unos políticos “ilustrados, idealistas, profesorales, gente reformista y moderada, si acaso demasiado moderada  por no haber reprimido drásticamente a los “reaccionarios“. Esta viene a ser la versión del stalinista Tuñón de Lara, seguida por seudohistoriadores o memoriadores, tipo Jackson, Bennassar,  Viñas, Moradiellos, Casanova, Beevor  y cientos más.  Una “república de los profesores” o “de los intelectuales”; o “de las letras”… Esta “historiografía” y se ha impuesto en una universidad degradada y en la política general. No hay más que ver la increíble e infantil beatería a derecha e izquierda en torno a Azaña (hoy ya debilitada, afortunadamente).

Piensen ahora en la calidad de los neorrepublicanos que ahora misma maniobran para deslegitimar la monarquía y volver a una república que, como ha dicho el Doctor, “es un vínculo luminoso con nuestro pasado”. Y desde luego es un vínculo del Doctor y compañía, pues aquellos y los de ahora son idénticos: “la estupidez y canallería” . Empezando por el Doctor: cuando se denunció el fraude de su título amenazó chulescamente con acciones penales contra quienes le acusaban. Algunos no se dejaron intimidar –cosa rara en el panorama actual– y el farsante y tuvo que envainársela. Pero no pasó nada. En esta “democracia” de leyes totalitarias y antijurídicas, de complicidad con separatismos y con la ETA, tener al mando a un estafador académico y político no tiene ningún coste. Al contrario. O pensemos en una ministra de justicia y jefa de fiscales, la Delgado,  delincuente común compinchada con otro delincuente, Villarejo, y pareja de otro delincuente más, el juez prevaricador Garzón. O en un ministro del Interior amigo de la ETA y perseguidor de la expresión democrática. O en la corrupción generalizada del partido en el poder (o de la “oposición” del PP). O un vicepresidente figura del clásico pícaro de la política.  La corrupción, la canallería y la necedad de aquellos republicanos que trajeron la guerra civil se repite hoy exactamente. Y no pasa nada. Nuestra democracia es así: “plena”.

   Otra cuestión clave: la II República no llegó tanto, ni mucho menos, por el empuje de los republicanos como por la complicidad de los monárquicos, resueltos a suicidar su régimen. Los republicanos quisieron deslegitimar a la monarquía por haber colaborado con la dictadura de Primo de Rivera. Aquella suave dictadura de seis años y medio había salvado a la monarquía curando sus tres cánceres: el terrorismo anarquista, la guerra del Rif y la demagogia salvaje del PSOE, que se había civilizado colaborando con el benéfico dictador. Y Primo de Rivera había presidido los seis años de más rápido progreso del país en todos los órdenes desde la Guerra de independencia. Pues bien, “faltos de formación histórica e ideológica”, Alfonso XIII y los suyos creyeron salvarse desligándose de Primo de Rivera, pretendiendo haberlo “sufrido”. Con ello quedaban  expuestos a la irrisión y el desprecio de sus contrarios y a despecho de sus partidarios. Sanjurjo, monárquico jefe de la Guardia Civil, se pasó a los republicanos, decidiendo así el triunfo de la república.  Sin el impulso suicida de los monárquicos, la república no habría llegado.

La lección importa para ahora mismo. El actual ataque a la monarquía parte de su deslegitimación por provenir de Franco. La ley de memoria histórica es, en efecto, la ley de deslegitimación del franquismo, y fue firmada por Juan Carlos, un rey de muy escasa calidad política y personal. Más recientemente, el Doctor y su cuadrilla han asestado un fuerte golpe a la monarquía con la profanación de la tumba de quien la trajo. Otra de sus hazañas ha sido obligar a Juan Carlos a salir de España para crear la imagen de un huido de la justicia. Y no han cesado de humillar a Felipe VI trayéndolo de acá para allá como una marioneta.

   Si los herederos del Frente Popular se salen actualmente con la suya solo podrá ser por suicidio de la monarquía, como en 1930-31.


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