Semblanza de un mártir de Paracuellos

 
 
 Joaquín Arnau Revuelta
(En honor y recuerdo a su abuelo)
 
   Juan Bautista Arnau Itarte nació un primero de octubre de 1.888 en un pueblecito tarraconense llamado Ulldecona, en el seno de una familia de campesinos. Eran cinco hermanos, tres varones y dos mujeres. El ambiente en el que se criaron era muy católico y patriótico, de manera que uno de los chicos terminó haciéndose sacerdote y una de las chicas monja.
 

   Al terminar su servicio militar Juan Bautista y Joaquín decidieron probar fortuna yendo a vivir a Madrid, pues la vida del campo, siempre dura, no les llamaba a seguir la tradición familiar. Emprendieron el camino a pie y sin apenas unos reales en el bolsillo, por lo que recogían excrementos de caballo por el camino y los vendían como abono a los campesinos que iban encontrando. Ya en Madrid Joaquín se dedicó a la fotografía y continuó viaje hasta asentarse definitivamente en la localidad manchega de Valdepeñas, donde llegó a ser un profesional de cierto renombre.
 
   Pero continuemos con la vida de Juan Bautista. En Madrid se colocó como mozo de un almacén de cerámica, donde llegó a adquirir el aprecio sincero de su jefe, de manera que le presentó a un buen amigo suyo, un óptico de fama, para que se fuera a trabajar con él y mejorase profesionalmente. Allí aprendió bien el oficio y empezó a ahorrar un dinero, lo que le permitió casarse con Lucía y establecerse por su cuenta, abriendo una óptica propia en el interior de un portal (antiguamente era frecuente ver tiendas en el interior de los portales grandes) de la calle Conde de Romanones. Empezaron a irle bien las cosas. Alquiló un piso en la calle San Pedro Mártir (como una premonición) y vino el primer hijo de los diez que tendría la pareja, aunque el primogénito falleció a los dos años. Abrió una segunda óptica en un portal de la calle de Matute. Una tarde muy fría de invierno tomó un taxi de los que llevaban cubierta sólo la cabina de pasajeros. El conductor iba congelado y Juan Bautista se compadeció de él. Le preguntó si se vendría a conducir un taxi cubierto que pensaba comprar en breve, y aceptó. La amistad de este taxista con la familia se prolongaría ya toda la vida. Vivía los mejores años de su vida y nada podía presagiar lo que estaba por venir.
    Estamos en los convulsos años treinta y, ante las vicisitudes políticas imperantes, Juan Bautista decide ser parte activa de las alternativas de derechas que existían y se afilió al partido de D. José Calvo Sotelo, Renovación Española. Es en esta época que empieza a concienciarse aún más de la necesidad de la Fe para afrontar los desafíos de la España de entonces. Conoce a un joven industrial muy religioso que le habla de la Congregación de la Adoración Nocturna, y el día siete de marzo de 1935 se convierte en adorador, en la Iglesia del Espíritu Santo de la madrileña calle de Valverde. Desde entonces y hasta su muerte fue fiel adorador.
 
   Van sucediéndose los acontecimientos y entonces llama su atención un joven político de nombre José Antonio. Ve en él una fuerza y una autoridad que le cautivan y se convierte en un Camisa Vieja. En las elecciones de febrero de 1.936 es designado para participar en una mesa electoral como vocal de Falange Española de las JONS. Allí descubre un intento de pucherazo del PSOE y se anula el recuento electoral de su mesa. Fue su sentencia de muerte.
 
   

   Se produce el Alzamiento del 18 de julio y Juan Bautista continúa con su vida en Madrid, manteniendo sus negocios y a sus empleados y acudiendo a las adoraciones nocturnas de cada mes, lo que le acarrea frecuentes discusiones con Lucía, embarazada de su noveno hijo, por lo arriesgado de participar en ellas, pero él es un hombre de fuertes convicciones y no se amilana ante los acontecimientos del Madrid de entonces. Llegamos al día 12 de octubre de 1.936, día de la Virgen del Pilar. La noche anterior ha acudido a su última adoración nocturna. Es detenido al llegar a casa del trabajo por unos individuos que se identifican como policías, inquiriéndole a acompañarles a comisaría a declarar, porque dicen haber encontrado una tarjeta suya en el bolsillo de un detenido. La realidad es que la portera de una de las ópticas le ha denunciado como muy católico y burgués.
 
   Lucía y una de sus hijas, Juanita, siguen a cierta distancia a Juan Bautista y a los policías. Llegan a una comisaría en la calle Carrera de San Francisco, donde queda detenido y pierde la libertad definitivamente. Al poco es trasladado a la cárcel Modelo. Lucía consigue averiguar que está allí ingresado y, acompañada de Juanita, pide ver a su marido para que le entregue las llaves de las ópticas y poder abrir al público. Tiene que ponerse de rodillas y, suplicando entre lágrimas mientras agarra de la casaca a un miliciano, consigue ablandar su corazón y que le permitan ver a su marido a ella sola, porque no quiere que su hija vea a su padre esposado y entre rejas, como si fuera un delincuente, cuando en realidad es un español ejemplar y valiente. Ya no volverían a verse más.
 
   Algunos días más tarde es trasladado, junto a otros héroes españoles, a la cheka de Porlier. Desde allí consigue enviar alguna carta a su familia:  
 
   “Madrid 16 de octubre de 1.936 Estimada Lucía e hijos:
 
   El martes os escribí desde este sitio, pidiendo una manta y toalla, y todavía no lo he recibido. También te mandaba un poder para que vengas a cobrar de mi cartilla 350 pts., para que tengáis para comida. Ya me dirás si lo has cobrado.
 
   Aquí estamos muy bien, así que no sufráis por mí y procurad arreglaros lo mejor que podáis. Pepito y Emeterio que tengan cuidado del portal y, si algo no saben hacer, que lo lleven a Jesús, que se lo haga y se arreglen los tres lo mejor posible. Me acuerdo mucho de los ocho hijos, en especial de José. Decidme si está igual o peor que cuando los dejé. También ellos se acordarán de mí,  ¡pobrecillos!. Procura que no pasen hambre.
 
   Tú puedes escribirme los días que quieras, visitas los martes, y nosotros podemos escribir martes y viernes. No se puede mandar comida, pero sí cosas de abrigo y aseo, todo en un paquetito atado y una etiqueta bien legible.
 
   Saludos para todos los que pregunten por mí. Muchos besos y abrazos a todos.
 
   Tu amante esposo,
 
   Bautista”
 
   La noche del 3 al 4 de diciembre salen las últimas tres sacas de presos, españoles inocentes, semilla de nuevos y mejores cristianos,  de la cheka de Porlier con dirección a Paracuellos. Juan Bautista figura en una de las dos primeras, probablemente la segunda. La primera de ellas regó con su sangre la tierra hacia las dos de la madrugada. La segunda hacia las cinco. La tercera de ellas logró salvar la vida gracias a la intervención del “ángel rojo”, el sevillano de Triana y anarquista Melchor Rodríguez, que puso fin a este horror iniciado por Santiago Carrillo, quien recientemente ha rendido cuentas ante el Altísimo de toda una vida de crímenes y dolor. Probablemente él no descansará en Paz. Sus miles de víctimas, nuestros mártires de la Cruzada de Liberación, sí.
 
Juan Bautista Arnau Itarte
Caído por España
1-10-1888   4-12-1936
 
 
 
 
 
 

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