Una fecha maldita

 
 
Jesús Flores Thíes 
 
 
   Se avecina un nuevo 18 de julio. Un ministro socialista, mejor si es de “Cultura”, diría que se nos echa encima el “setenta y-ochoavo” 18 de julio, pero dadas las circunstancias morales e ideológicas de esta sociedad, hoy no diría nada. Lo mejor es callar, dejar pasar la fecha, todo lo más un referencia despectiva de algún plumífero, y a esperar el siguiente evento. Pero como nosotros estamos hechos de otra pasta, porque somos de aquellos a los que nos sigue gustando, no como a otros, el paso de vencedores, sí vamos a hablar de estos dos 18 de julio: el de 1936 y el de 2014.
 
   En 1936 se levantó una legión de españoles con madera de héroes, gente sacrificada, sufrida y alegre para acabar con el siniestro, triste y deleznable Frente Popular. No fueron responsables de la guerra civil que, como nos recuerda Alcalá Zamora en sus pesadas memorias, era el objetivo de la izquierda; guerra que ya vaticinaban periódicos extranjeros informados de la marcha al abismo del aquel Frente Popular, hoy referencia “democrática” de los partidos actuales, no importa el color de su casta política. Porque hasta para el traidor PP, el régimen que siguió a aquel Frente Popular, el que de forma pesada llaman “franquismo”, ha sido una época vacía, nefasta, hueca, un paréntesis en el devenir “democrático” de España que felizmente “se recuperó con la transición…
 
   Bien, como nosotros somos inmunes al bacilo de la sarna ideológica, que muy bien organizada en los laboratorios políticos invade esta sociedad sin médula espinal, vamos a escribir sobre esa fecha que está, sin duda alguna, a la altura de las más importantes de nuestra Historia. Y no exageramos ni un ápice, porque pudo evitar que España cayera durante decenas de años (¿medio siglo?) en el campo desolador del marxismo, a lo que hay que añadir el haber sacado a España de su atraso secular. Son hechos que merecen esa calificación.
 
   La victoria nacional, al impedir la de los rojos, nos evitaron diez años de guerra y de miseria, invasiones de uno y otro bando, y las consiguientes devastadoras “liberaciones”, para al final dejar, acabada la segunda guerra mundial, los problemas tan latentes como en julio de 1936.
 
   La desaparición casi total de los componentes de aquella generación que salvó a España ha favorecido el plan demoledor de cambiar la Historia y la de mentalizar hasta en los parvularios, en una maniobra continua, constante, implacable, espesa, cainita y perversa…, cuyo final ni se adivina, porque mantienen todavía hoy su fuego sagrado. No hay más que ver esas series de TV con falangistas de camisas azules impecables, la boina roja bajo lahombrera, persiguiendo a honrados campesinos, obedeciendo las órdenes de un elegante y mal encarado cacique, calzado éste con zapatos blancos con punta y tacón negro acharolado, y con sufridas mujeres vestidas de percal, con pelo recogido y mirada triste que esperan la noticia del fusilamiento de su deudo. Y hasta la bellaquería del sistema se gasta nuestros impuestos en subvencionar extrañas películas “de la guerra civil” que ninguna distribuidora quiere ni de regalo, para luego meterlas de rondón en las paupérrimas programaciones de las cadenas oficiales, que los enganchados a la tele idiota se tragan sin chistar.
 
   Y las generaciones que no fuimos admitidas en las banderas de Falange, Requetés, Legión… porque éstas no admitían a voluntarios de 5, 6, ni siquiera de 7 años, pero que vivimos la preguerra y la guerra, también estamos ya en primera fila para pasar el puente levadizo de la vida. Cada vez tienen estos bellacos del sistema el campo más libre, sin obstáculos. Da la triste impresión de que gracias al paso de tiempo, reforzados por los efectos del bacilo de la sarna, se están quedando sin enemigo.
 
   Hemos tenido acceso a una lección relativa a la posguerra y al “franquismo”, de las que se utilizan en la enseñanza escolar y no sabemos si también universitaria, de esas en los que al final hay un test de “verdadero/falso”. Es difícil pergeñar mayor vileza educativa (?), donde lo que callan es casi tan importante como la mentira, donde se les recomiendan lecturas verdaderamente abracadabrantes, sin un solo título o autor que hubiera podido mostrar a estos desgraciados alumnos los auténticos entresijos de la Historia moderna de España.
 
   Han conseguido dominar de tal forma nuestra sociedad, incluidas instituciones como la Iglesia o el Ejército, que aquí nadie se atreve a hacer el menor comentario elogioso de un simple detalle de esa época llamada “franquista”, y no exageramos si decimos que cometer esa imprudencia puede tener como consecuencia un arresto, castigo, denuncia, despido o pérdida de destino o puesto de trabajo. No dejan los del laboratorio de la sarna un solo detalle. Todo vigilado, amenazado… A ver quién es el loco que se sale de madre en tiempos de paro y de crisis.
 
   Lo de la Iglesia resulta demencial, teniendo en cuenta que fue la Iglesia la más beneficiada con el sacrificio y la muerte de tanto español. Para sus obispos, los mártires fueron “del siglo XX” (un siglo de al parecer sólo tres años), sin querer meterse en circunstancias ni citar a los victimarios. Pero también el Ejército se ha dejado dominar por sus Pepenas, Mineros, Adax y Di talcos, abundantes hasta la exageración, que desde los altos cargos militares han asumido sumisa-mente las humillaciones que, quizá a ellos no les afectaba porque eran de la cuerda cainita, la de la “Ley de la Memoria Histórica”, pero que a nosotros sí porque, ya lo hemos dicho, estamos hechos de otra pasta.
 
   Si España volviera a ser España habría que hacer un día una relación de “mandos” culpables, y una valoración del gran patrimonio destruido, de las Cruces de los Caídos derribadas, de las placas de calles quitadas y cambiadas, de Cementerios, de Escudos, de los museos cerrados o transformados en esperpentos de sí mismo, de los libros eliminados de las bibliotecas de centros militares, del silencio desolador de sus publicaciones oficiales u oficiosas. A ver qué publicación militar se atreve a hacer un simple comentario sobre el 18 de julio. Podemos asegurar que de hacerlo algún atrevido director, sería, en el mejor de los casos, un comentario “imparcial”.
 
   Mientras Dios nos permita respirar en esta dimensión terrena, seguiremos defendiendo a aquellos valientes dónde y cuándo sea, porque nosotros los hemos conocido y hasta hemos convivido con ellos. Conocimos directamente en Madrid los efectos del triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, que fue lo que hizo a mi padre, para sacar a mi madre, falangista de primera hora, del incómodo patio madrileño, y pedir un destino en Lugo. Allí se sublevó a las órdenes del comandante Manso en el cuartel del Regimiento de Infantería, marchando a liberar el Bierzo con el Batallón Gallego. Y de allí al “Alto de los Leones”, así rebautizado el lugar y luego desbautizado, cuando el gallo ya cantaba tres veces, por un ministro de UCD, hijo de un ministro de Franco. Un salto a su amada Legión, todavía Tercio, y con la 1ª bandera pasa el Manzanares, se mete en la Casa de Campo, y se clava en el Clínico de la Ciudad Universitaria.
 
   Y de Lugo, que era una fiesta, donde yo desfilaba como “balilla” en cuanto me lo pedían, nos fuimos con madre y hermano a Talavera de la Reina, donde “creamos” la XII Bandera en una ciudad que era otra fiesta. Porque la zona nacional, con el espíritu de victoria que faltaba en la triste zona roja, era alegre. Y ya Málaga liberada, nos trasladamos a nuestros orígenes llegando cuando todavía Málaga era un churrasco negruzco y triste, consecuencia de los meses pasados bajo la pata roja, y que en pocas semanas se convertiría en una ciudad luminosa, reconstruida y alegre.
 
   Luego Dios “pasó factura”. Muere mi padre en Carabanchel Alto, a muy pocos metros del Colegio de Santa Bárbara donde yo me prepararía siete años después para el ingreso en la Academia General Militar. Por cierto, también teníamos allí compañeros hijos de militares que habían combatido en el ejército rojo, como también los tuvimos en la General.Y el 1 de Abril, el último parte. Lo iniciado el 18 de julio se había llevado a feliz término.
 
   Han pasado 78 años, y como nuestra memoria mantiene recuerdos hasta en los menores detalles, nos hemos convertido en testigos molestos para tertulias o debates. Somos considerados “malditos” (en unión de otros patriotas) para las TV catalanas.
 
   Se habrá observado que no hemos citado ni al rey dimitido ni a la Monarquía, ni por supuesto de Felipe VI, el que ahora está en el trono que como un generoso carpintero les construyó Francisco Franco. Hoy guardamos piadoso silencio sobre el que firmó la “Ley de la Memoria Histórica”, pecado que como los cometidos contra el Espíritu Santo, no tiene remisión. Y no queremos perder más el tiempo ya que al nuevo monarca, por las trazas, le importa tanto aquel extraordinario suceso del 18 de julio de 1936 como los orígenes de la escritura cuneiforme.
      
   Pues nosotros sí recordamos esa fecha y honramos a los que lucharon por Dios y por España alzándose un 18 de julio, importante día Histórico, sin paliativos.
 
   Y para terminar y demostrar la trascendencia histórica de una fecha que quieren borrar del calendario, transcribimos lo que dijo el hoy abdicado rey cuando juró, según costumbre habitual que ha mantenido a lo largo de su vida, todo lo que le ponían por delante.… recibo de Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo Franco la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, tristes pero necesarios, para que nuestra Patria encauzara de nuevo su destino.
 
 

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