Una “memoria histórica” diferente (I), por el Col. José Luis Isabel

 

José Luis Isabel

Coronel de Intantería (R)

 

 

          Y llegó un momento en que los milicianos del Frente Popular no tuvieron a su alcance ningún otro héroe a quien asesinar, tanto se habían esforzado en cumplir el cometido asignado por su Gobierno. Pero esto no les importó, pues recurrieron a quitar la vida a renombrados militares, cuyos hechos habían sido reconocidos y alabados por los españoles de bien.

            El general Oswaldo Capaz Montes era un personaje de reconocido prestigio. Había sido en 1927 y 1933 Delegado de Asuntos Indígenas en Marruecos, y en 1934 dirigió la ocupación del territorio de Ifni, siendo recompensado con el ascenso a general de brigada. Con este cargo fue comandante militar de Ceuta, desde donde se trasladó a Madrid en fechas anteriores al alzamiento militar, siendo posterior­mente detenido y encerrado en la Cárcel Modelo, en la que a partir del día 17 de agosto fue sometido a cacheos, junto con otros militares, en los que les fueron robadas todas sus pertenencias. El día 22 los milicianos prendieron fuego a la cárcel y seguidamente aquellas hordas salvajes asaltaron el edificio. Al llegar la noche el general Capaz fue sacado de la cárcel y vilmente fusilado. Era el general más joven del Ejército español, con tan solo 42 años y así se truncaba una carrera prometedora. De nada le valió su reputación ante aquellos criminales sin escrúpulos, al igual que ante los políticos izquierdistas de Zaragoza, que en 2009 borraron su nombre del callejero de la ciudad, a sabiendas de que sus antecesores no le habían dado oportunidad de participar en la Guerra Civil.

             No se contentó aquella gentuza con este asesinato y esa misma noche le arrebataban la vida al capitán de Caballería Fernando Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, aviador, médico y hermano de José Antonio, con 28 años; al capitán de Artillería Julio Ruiz de Alda, también aviador, famoso tripulante del Plus Ultra y recompensado con la Medalla Aérea, con 38 años, y al general de división Rafael Villegas Montesinos, sacado de la enfermería, fusilado, mutilado y arrojado bajo un puente.

              El coronel Luis Pareja Aycuéns era en 1936 una leyenda viva en el Ejército. Comenzó a destacar cuando ingresó en la Academia de Infantería con tan solo 13 años. Sirvió en Marruecos en las Fuerzas Regulares Indígenas, alcanzando en 1913 el empleo de capitán por méritos de guerra por salvar la vida al capitán Torres Martínez, que había quedado a merced del contrario. En esta acción fue alcanzado por una bala enemiga, que le entró por la espalda y le atravesó el vientre. Se convirtió en el capitán más joven del Ejército, 20 años (Francisco Franco conseguiría este empleo a los 22). Al año siguiente, al acudir en ayuda del teniente Montilla Pérez Escrich, recibió dos balazos en las piernas, heridas graves que le obligaron a permanecer de baja durante año y medio. Ascendido a comandante por méritos de guerra con tan solo 22 años (un año menos que Franco cuando llegó a este empleo en 1916), tuvo que esperar a recuperarse de sus heridas para volver a Marruecos, siendo en 1920 destinado a Regulares de Ceuta. Con 30 años obtuvo el empleo de teniente coronel y con 34 el de coronel, siempre el más joven en el escalafón de ambos empleos, solamente superado por Franco que había obtenido el segundo dos años antes. Al llegar la República se encontraba al mando del Regimiento de Álava, de guarnición en Málaga, encargándole Azaña que sofocase los disturbios que habían ocasionado en dicha ciudad la quema del Palacio Arzobispal y de muchas de sus iglesias y archivos, con la irreparable pérdida de grandes bienes culturales, esos que hoy en día la izquierda considera su patrimonio. Eran los inicios de aquel idílico régimen, hoy tan añorado por los izquierdistas, que le pagaría concediéndole la Encomienda de la República y, al mismo tiempo, anulando sus ascensos por méritos de guerra, lo que le supondría descender del puesto 13 al 68 del escalafón y con ello frustrar un rápido ascenso al generalato. Es lo que tiene odiar la excelencia y tratar de igualar todo a la baja… Tras ser “fichado” por Franco como jefe de personal del Ministerio de la Guerra y delegado gubernamental de Madrid, el Frente Popular se vengó más tarde de él quitándole la dirección de la Escuela de Aplicación y Tiro y dejándole en situación de disponible, en la que se encontraba al estallar el alzamiento. En el verano de 1936 se hallaba veraneando en Águilas (Murcia) cuando fue apresado, trasladado a Madrid y encerrado en la checa de Porlier, de la que en la noche del 4 al 5 de noviembre fue sacado, maniatado con alambres y subido, en unión de otros militares procedentes de diversas checas madrileñas, a camiones del comunista 5º Regimiento con el pretexto de llevarles a Chinchilla, pero fueron  alevosamente asesinados y abandonados sus cuerpos en el cementerio de Rivas Vaciamadrid, donde los vecinos del pueblo les dieron sepultura en una fosa común, de la que al terminar la guerra sería trasladado al Valle de los Caídos. Sí, ese grandioso monumento que las izquierdas quieren destruir para borrar todas las tropelías por ellos cometidas en una cruel Guerra Civil, cuya memoria tratan de reinventar para exculpar sus crímenes. El Gobierno republicano, siempre tan artero, justificó su ausencia propalando que se había pasado al bando nacional. A lo largo de su carrera militar había ganado cinco Cruces rojas al Mérito Militar y una al Mérito Naval, una Cruz de María Cristina y la Legión de Honor francesa. Así, el Gobierno del Frente Popular había hecho desaparecer a Capaz y Pareja, el general y el coronel más jóvenes y con mejor porvenir del Ejército.

                El general Joaquín Miláns del Bosch y Carrió formaba parte de una familia de militares que se remontaba a la Guerra de la Independencia. Había luchado en la Tercera Guerra Carlista, en Melilla y Filipinas. Fue capitán general de Cataluña, Jefe de la Casa Militar de Alfonso XIII y gobernador civil de Barcelona. En julio de 1936 se encontraba en Madrid, de la que no quiso salir al estar su hijo Mariano, comandante de Caballería, detenido por el Gobierno del Frente Popular. El 20 de agosto fue detenido por milicianos y fusilado un día después en las tapias del Cementerio del Este. A lo largo de su carrera militar había obtenido por su valor tres ascensos por méritos de guerra, y estaba en posesión de las Grandes Cruces de San Hermenegildo y al Mérito Militar, era comendador de la Legión de Honor y había sido recompensado por el Vaticano, Bélgica, Persia, Rusia y Austria. Su avanzada edad, 82 años, no supuso un freno para los delincuentes del Frente Popular, que debieron ver en él un peligro para su causa.

              Días antes de ser asesinado el general Miláns del Bosch lo sería el también general Leopoldo Saro Marín, a manos de la misma turba sedienta de sangre. Combatió en Cuba, donde había obtenido un ascenso por méritos de guerra. Desde 1909 había luchado en Marruecos y allí recibido su segundo y tercer ascenso por méritos de guerra, a comandante y teniente coronel, y una grave herida de bala en el brazo izquierdo. Ascendido en 1922 a general de brigada, tres años después tomó parte en el desembarco de Alhucemas, por lo que se le concedió el ascenso a general de división y el título nobiliario de Conde de la Playa de Ixdain. Tras ascender a teniente general desempeñó el cargo de capitán general de las Regiones Militares de Valladolid y Sevilla, siendo cesado al proclamarse la República y un año después juzgado y condenado por haber formado parte del Directorio Militar de Primo de Rivera. Separado del Ejército sin derecho a sueldo ni pensión, fue amnistiado en 1934, pasando a la situación de segunda reserva, con 56 años. En julio de 1936 se trasladó a Madrid para asistir al entierro de Calvo Sotelo, pero sus enemigos le aguardaban y fue apresado por orden del Gobierno del Frente Popular y más tarde asesinado. Había sido recompensado con tres Cruces de María Cristina y e igual número al Mérito Militar. Junto con José Ibáñez Marín, destacado escritor militar, había creado en 1900 la Sociedad Militar de Excursiones, dirigida al estudio de España en todos sus aspectos, principalmente en el militar, topográfico, científico e histórico. La ciudad de Úbeda, agradecida porque gracias a él se habían construido varios grupos escolares, la Biblioteca y el Teatro Municipal, impulsado el regadío y realizadas numerosas obras de utilidad, le nombró Hijo Adoptivo y le levantó una estatua que sería inaugurada en 1930 y que, tras diversos avatares, todavía se mantiene en la Plaza de Andalucía. En ella se cebaron durante la guerra los valientes milicianos del Frente Popular, que la acribillaron a balazos y tiraron a una alberca tras decapitarla, siendo recuperada al término de la guerra, restaurada y devuelta a su emplazamiento, en el que ha sufrido en nuestros tiempos varias agresiones a manos de los herederos de aquellos criminales sin escrúpulos, que no habían tenido bastante con arrebatarle la vida. Gracias a los honrados ubetenses por seguir conservando su memoria.

          Un último militar fue el general Felipe Navarro y Ceballos-Esca­lera, Barón de Casa Davalillo, combatiente en Cuba -donde había obtenido el empleo de comandante por méritos de guerra- y posteriormente en Filipinas. En 1916 fue promovido a general de brigada y más tarde nombrado segundo jefe de la Comandancia General de Ceuta, debiendo sustituir al general Fernández Silvestre tras su muerte durante el Desastre de Annual. Entre agosto de 1921 y enero de 1923 permaneció prisionero de los moros y después de ser rescatado se le agradecieron sus servicios con el ascenso a general de división. En 1926 fue ascendido a teniente general y puesto al frente de la Capitanía General de Barcelona y seguidamente de la de Madrid, de la que pasó a desempeñar la Jefatura de la Casa Militar del Rey. Antes de proclamarse la Segunda República pasó a la primera reserva y en 1934 a la segunda. Al producirse el alzamiento se encontraba, pues, sin mando militar alguno y con 74 años de edad, lo que no impidió a los milicianos del Frente Popular detenerle, encarcelarle y, por último, asesinarle en Paracuellos del Jarama.

 

 


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