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Andrés Bartolomé
A 500 metros del Palacio de El Pardo, el barrio madrileño revivió la noche del viernes música y vítores acordes al vecino escenario de la que fue residencia del «Generalísimo», y muy cerca también del cementerio donde hoy reposan sus restos. Fue la segunda vez que la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF) celebraba allí su tradicional cena anual, esta vez después de que un conocido restaurante de la capital –el nuevo Mayte Commodore– anulara la reserva prevista solo tres días antes y con la comanda ya pagada para más de cuatrocientos comensales.
El que fuera centro de las intrigas políticas del franquismo no quiso ser parte esta vez. «Nos cancelaron al día siguiente de haber pagado. Diciendo que no. Entendimos que fue por presiones, como otras veces», señalan fuentes de la FNFF, «aunque entonces no esperaron a que ya hubiéramos abonado el total».
«Como consecuencia de la jugarreta, mucha gente se dio de baja pero inmediatamente se apuntaron más. Creo que reunimos si queremos casi 600 personas sin problemas», explica por su parte Juan Chicharro, presidente ejecutivo de la entidad, para quien «el extraño boicot de Commodore es un misterio». Un local donde Tamara Falcó celebró precisamente esa noche su 40 cumpleaños y contra el que puede haber «una denuncia». «Muchos habían ya sacado los billetes y reservado hoteles», lamenta el presidente de la fundación.
La «limitada capacidad» del lugar elegido al final –el restaurante El Gamo– solo permitió que se juntaran algo más de 300 invitados, con asistencia de Luis Alfonso de Borbón, presidente de honor de la Fundación Franco, acompañado de su mujer, Margarita Vargas; los nietos Cristóbal, Jaime y Arancha Martínez-Bordiú, además de Daniel y Diego Martínez-Bordiú, hijos de Cristóbal. También estaban entre el público el abogado y habitual portavoz de la familia Franco, Luis Felipe Utrera-Molina, y el líder de Resiste España, Ignacio Trillo.
La mayor expectación fue para el hijo de Carmen Martínez-Bordiú, pretendiente al trono de Francia como duque de Anjou, pero en los tres espacios acondicionados para la cita había una amplia representación de todas las clases sociales, «desde la más alta hasta trabajadores del campo», pasando por grupos de militares retirados y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, jóvenes, parejas y matrimonios de todas las edades. Gente de Galicia, Valencia, Cataluña, Málaga y Madrid, desde cuyo bar de Usera –Una, Grande y Libre–llegó Chen Xiangwei, conocido como «Chino Facha», empeñado en invitar a una cerveza junto a la barra, primera parada antes de subir al piso superior, donde se pasaba un segundo filtro –el primero, en la puerta, era imprescindible para acceder al interior– por motivos de «seguridad». Los asistentes podían hacerse con una bandera –con escudo constitucional– y poner color al ambiente, amenizado con música castrense y vídeos sobre la Fundación Franco que emitían a la vez varias pantallas, mientras se servía un cóctel variado.
En el transcurso de la tarde-noche se entregaron menciones por la «labor en la defensa histórica» de la figura de Franco a Paula González-Robatto, Juan Solano y Francisco Zaragoza, y el acto finalizó con un discurso de Juan Chicharro marcado por la defensa de la FNFF, amenazada de ilegalización por una Ley de Memoria Democrática que calificó de «totalitaria, sectaria y evidentemente inconstitucional».
«No representamos a nadie. Solo a la Historia. Esa es nuestra única pretensión», señaló el general. «Quede claro que nada ni nadie nos va a privar de nuestro derecho a ejercer nuestra libertad de pensamiento y expresión con ley o sin ley». «Cara al incierto futuro que nos aguarda solo diré que estamos y seguiremos en la primera trinchera sin complejo alguno», concluyó Chicharro antes de que sonara el himno nacional y reiterados vivas a Franco.