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José María Blanco Corredoira
“El miedo hace volar los puentes. Eso pensé cuando, asomados al río, divisamos un voluptuoso puente de hierro que había sido derribado…Se diría que ambas orillas eran simétricas, unas largas pendientes mansamente tendidas…en los dos lados del río el paisaje estaba despejado, aunque con pequeñas franjas de abedules, pinos y robles…Contemplada la orilla de enfrente se comprendían las hechuras y el aspecto que ofrecía la nuestra. Una orilla era el espejo de la otra, eran gemelas.” De esta forma narra Blanco Corredoira, a través de José Maseda -el protagonista de la novela “Añoranza de Guerra (La Esfera de los Libros)- la visión que tuvieron los soldados españoles de la División Azul cuando entraron en la línea del frente y cubrieron la orilla occidental del río Voljov.
El 12 de octubre de 1941, hace ahora setenta años, llegó al frente de Novgorod la División Española de Voluntarios. Se desplegó entonces en un sector de cincuenta kilómetros del río Voljov. Desde el lago Ilmen, pasando por la vieja ciudad de Novgorod –la más antigua de Rusia- y la orilla occidental del río que llevaba a Leningrado.
Los primeros españoles en dejar España habían partido desde la Estación del Norte de Madrid el 13 de julio de 1941. Tres meses, por tanto, tardaron en llegar al frente. Fue un tiempo de ansiedad porque creían que llegarían tarde a la gran ocasión de derribar el comunismo soviético. Largas jornadas de tren hasta llegar al campamento de instrucción de Grafenwohr, en Baviera. Varias semanas de entrenamiento, seguidas luego de una larguísima marcha a pie casi mil kilómetros. El general Muñoz Grandes comprendió que aquella “Quinta del SEU” de miles de universitarios, solamente podría hacerse a una idea cabal del territorio y la guerra si se lanzaba a patear las tierras de Polonia, Lituania y Rusia. Estos hombres aprenderían entonces el sentido del sacrificio en el ejército; se familiarizarían con su impedimenta, con sus mandos y –sobre todo- con los más de cinco mil caballos que servían de medio de transporte.
Después de esas largas cuatro semanas la División Azul estaba lista para embarcar a todos sus efectivos en más de cien trenes. Se dirigieron entonces –no a Moscú como habían soñado todos- sino al temible frente de Leningrado.
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