Alcubierre: la enésima Numancia

No pretendemos ser originales al rememorar una de tantas gestas heroicas de las armas españolas. Simplemente, con la memoria, hacemos homenaje. En el caso concreto, corresponde cada primavera, en abril.

De un yacimiento ibérico de plomo de Alcubierre los arqueólogos disponen de una mano de tamaño natural, perforada, a modo de colgante o amuleto. No cabe mejor profecía. El plomo de las balas fue detenido por la mano abierta de unos falangistas, bimilenarios descendientes de su elaborador. Una mano abierta, a la ibérica, a la romana.

Y de la mina de Alcubierre, a Mina, en Alcubierre. En el mismo estratégico lugar, el avezado guerrillero Mina derrotó a una fuerza muy superior francesa, hace dos siglos. Aquí no hay profecía si no coincidencia estratégica. Y también gonádica.

  Y ya en el año que nos interesa. Casi como símbolo mismo de España, Aragón resultó partido en vertical en el tórrido verano del 36. Pero los nacionales tenían las tres ciudades. Una de ellas, Teruel, fue la excepción efímera al principio general de Franco, de razón moral y simbólica, que no táctica y práctica, según el cual los rojos no debían conquistar ninguna capital, y en el caso, se volcó en recuperarla por encima del cálculo coste&logro. Lo mismo hizo en el Alcázar. El que no lo entienda, peor para él.

En octubre de 1936, las tropas de Franco frenan en Leciñena y Santa Quiteria la marcha republicana sobre Zaragoza. El frente se estabiliza hasta el momento del empje imparable de marzo de 1938. El famoso escritor George Orwell llegó a ese frente en diciembre del 36 y cuatro meses después fue trasladado a la ofensiva republicana sobre Huesca donde resultó gravemente herido de un disparo en la garganta. Toma parte en los sucesos de Mayo del 37 en Barcelona; y, como sus compañeros del POUM, sufrirá persecución por parte de los estalinistas del PSUC y se verá obligado a huir de España. El hecho mismo de ese guerra civil dentro de la Guerra Civil, es suficientemente indicativo de la necesidad de que habría de vencer la Unidad, el Orden, y el principio de Unidad de Mando, sobre el desorden, el sectarismo y el tribalismo.

Cuando aun no había llegado a su fin la guerra civil, Orwell, escribe Homenaje a Cataluña, donde relata sus experiencias en la revolución española. En parte se recogen, dentro de la habitual parcialidad del cine español de las últimas décadas, en el film Tierra y Libertad. Describe en su libro muy bien su llegada a las trincheras de Alcubierre, tras varias horas vagando perdidos entre la niebla sobre una camioneta: “Por la tarde hicimos nuestra primera guardia y Benjamín nos llevó a recorrer la posición. Frente al parapeto había un sistema de trincheras angostas, cavadas en la roca, con troneras -ventanas bajo los sacos terreros- muy primitivas hechas con pilas de piedra caliza. Doce centinelas estaban apostados en diversos puntos de la trinchera y detrás del parapeto interior. Delante de la trinchera había alambradas, y luego la ladera descendía hacia un precipicio aparentemente sin fondo; más allá se levantaban colinas desnudas, en ciertos lugares meros peñascos abruptos, grises e invernales, sin vida alguna, ni siquiera un pájaro. Espié cautelosamente por la tronera, tratando de descubrir la trinchera fascista“.

Orwell esperaba que el enemigo estuviera “a cincuenta o cien metros“, pero vio que “en la cima de la colina opuesta, al otro lado del barranco, por lo menos a unos 700 metros, se veía el diminuto borde de un parapeto y una bandera roja y amarilla ¡la posición fascista!. Me sentí indescriptiblemente desilusionado: estábamos muy lejos de ellos y, a esa distancia, nuestros fusiles resultaban totalmente inútiles“.

Dejemos ya al gran y escarmentado  escritor, y volvamos al puerto de Alcubierre, que tenía una gran importancia táctica ya que su posesión daba la posibilidad de dominar por la vista gran espacio de terreno. Desde San Simón o desde cualquiera de las otras cotas, se visualiza casi todo desde Zaragoza a Huesca. También desde la posición de Monte Oscuro, más al interior de la sierra, se domina una grandísima extensión. El puerto era también importante porque controlaba el paso y la comunicación entre Leciñena y el pueblo de Alcubierre y era una de las llaves para llegar a Zaragoza, obvio objetivo prioritario para tomar y defender.

El 8 de abril de 1937, las fuerzas nacionales ocupan posiciones entre los riscos de la Sierra de Alcubierre ante la inminencia de un ataque del ejército rojo. La posición Quinta Derecha, con una sección mandada por el alférez Máximo Romero y el jefe de la Décima Falange de la Bandera Móvil de Aragón, Victorio Alares, y la Posición Segunda Izquierda, defendida por la Falange 25º de la Tercera Bandera, llamada San Simón no como pudiera parecer por alguna ermita, si no por el apellido de un heroico sargento de la Legión y más tarde Posición Santamaría porque en ella murió, defendiéndola, el teniente de la Guardia Civil Eugenio Hernández Santamaría, fueron el blanco principal del ataque en masa sufrido en este día.

A las 4 de la tarde, un intenso ataque artillero, ayudado tácticamente por la aviación, y seguido de intentos de asalto por los milicianos hizo romper la tierra a lo largo de todo el frente. El empeño del enemigo se cebó sobre todo en la posición Quinta Derecha, brutalmente atacada y valerosamente defendida, pese a que sus servidores no llegaban a una cuarentena de falangistas. El paso está cerrado. La Quinta Derecha aguanta todo, a la española. El ataque es detenido.

Pero el enemigo no cede, se reagrupa y decide abrir la resistencia por San Simón en un sorpresivo ataque, con masificación de hombres y efectivos. La lucha es cruel y desigual. De una parte la superioridad numérica; de otra, el valor y la muerte acabaron con la resistencia y la posición fue abandonada en el amanecer del 9 de abril de 1937, poblando los luceros con 60 héroes.

Mientras tanto, una alevosa llamada de socorro desde la Santamaría, efectuada engañosamente por el enemigo, hace que el alférez de Caballería Julio Martín, al mando de la Falange 63 corra en auxilio de sus defensores, al amparo de la noche e inmolandose en su mayoría.

El día 10 de abril, una sección de la Segunda Bandera de la Legión y fuerzas de la Tercera Bandera de la Falange de Aragón, a las órdenes de su jefe, Mariano Escribano, recuperan heroicamente la posición masacrada el día anterior.

Todavía en el mes de junio y, debido a la aventajada de su posición estratégica, hay un desesperado intento de tomar la Santamaría por parte del ejército rojo, necesitado de algún logro propagandístico. Defendida por 93 falangistas, al mando del alférez Romero y del sargento Alares, es hostigada con dureza y sufre elevadas bajas. El bravo sargento pierde el brazo derecho, pero continúa firme en la defensa de la posición.

Perecieron todos los falangistas defensores antes de rendirse, pero evitaron con ello el avance rojo hacia Zaragoza. No se puede decir más.

Eugenio Hernández Santamaría recibió la laureada individual a título póstumo.

La gesta de Alcubierre dio origen a numerosas coplas en el bando nacional:

Si subes a la pradera, 

no pises las amapolas, 
que están regadas con sangre 
de la Falange Española. 
Con un puñado de sal, 
y otro de canela en rama, 
hizo Dios a José Antonio 
para que salvara a España. 
En la Sierra de Alcubierre 
hay una fuente que mana 
sangre de los falangistas 
que murieron por España. 
Échale tristeza al vino 
y amargura a la guitarra, 
camarada, nos mataron 
al mejor hombre de España. 
Tres cruces llevo en el pecho, 
tres heridas en la carne, 
y en el corazón tres nombres. 
Dios, España y la Falange. 

El pico de Alcubierre conserva aún el altar a los caídos falangistas en el aquel heroico hecho. Reza así, a modo de las Termópilas:

 

 

AQUI 
CON GRITO HEROICO
ENMUDECIERON MUCHAS VOCES
QUE CLAMABAN
POR LA PATRIA EL PAN
Y LA JUSTICIA
 
Para saber más:
/images/carpeta_gestor/archivos/antiguo/Files/ABC-30 04 1974-pagina 035.pdf

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