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Luis Miguel Sánchez
Introducción
La figura emblemática y carismática de la Guardia Personal de Franco, siempre se ha visto envuelta en un halo de misterio y fascinación, caracterizado sobre todo por la curiosidad que despertaban las tropas indígenas que formaban la famosa Guardia Mora, la cual prestó sus servicios al Generalísimo desde prácticamente el principio de la guerra civil, en el año 1937, hasta finales del año 1957, cuando se produjo su disolución con motivo de la declaración de independencia de Marruecos).
Sobre esta exótica Guardia y sus leyendas se ha escrito bastante, en cambio poco se sabe de unos hombres que desde finales del año 1938 y en reducido número de 158, formaron parte de un selecto grupo de soldados que tendrían como misión la protección del Jefe del Estado en su residencia oficial y Cuartel General, bajo el nombre de «Guardia Exterior de S.E. El Generalísimo».
Este artículo quiere rendir homenaje y testimonio de recuerdo y reconocimiento a estos hombres que decidieron por voluntad propia prestar servicio al entonces Jefe del Estado, en esta desconocida y enigmática compañía, cuya trascendencia ha sido escasa, quizás debido a su breve existencia y a la poca documentación que de ella se tiene.
Esta compañía se creó como una tropa de elite en funciones de escolta, protección y guardia de honor en pleno conflicto bélico, siendo seleccionados entre los mejores candidatos, al más puro estilo mussoliniano o hitleriano, tropas éstas que eran un referente en la época, y que están en la mente de todos los investigadores. El historial de las más relevantes y significativas fuerzas de élite, por sus méritos, valor, coraje, organización y disciplina, es un referente en elegancia, presencia, marcialidad y absoluta lealtad: los vistosos «Mosqueteros del Duce» o la impresionante unidad de las SS «Leibstandarte Adolf Hitler», en las que sentaba plaza lo más granado y selecto de la milicia del momento, fueron modelos en los que se inspiraban estas tropas españolas, que aunque no eran tan vistosas en su uniformidad como lo fueron sus compañeros italianos y alemanes, estaba justificado por la lógica austeridad de los tiempos que se vivían en la guerra civil y que no permitían desviar grandes presupuestos a estos menesteres, norma ésta que el Caudillo solía aplicar también a todo y todos los que le rodeaban, huyendo de lujos superfluos e innecesarios, pero sí que fueron comparables en su cuidada preparación física, militar y cultural, con una instrucción férrea y una impecable presencia para la especial misión encomendada. Como ejemplos a destacar de la calidad y cualidad de los miembros que formaban parte de la Guardia, comentar que para ingresar en esta compañía, era necesario un mínimo de 1,70 cm de estatura, muy elevada para la época si tenemos en cuenta que la altura de 1,60 cm era la media nacional, además no podían ser posteriores en nacimiento a la quinta del 29, para que fueran personas de cierta edad, con la madurez, seriedad, responsabilidad y experiencia militar suficientes para la tarea encomendada, debiendo, asimismo, ser mozos con unos estudios por encima de la media del momento y su pasado era investigado para así asegurar entre otras cosas, la lealtad absoluta al Jefe del Estado.
Por otra parte es de destacar el tiempo record en el que fue formada y presentada la compañía ante el Caudillo y la población de Burgos. Poco más de un mes desde que fue dada la orden y el visto bueno por el Generalísimo, a propuesta del teniente coronel Barroso, y estaban prestando sus primeros servicios con total éxito y admiración de la población y el propio Jefe del Estado, en el mes de diciembre de 1938 y como si un regalo de Navidad fuera para las gentes de esta ciudad castellana. Realizaron una vistosa parada militar con el posterior desfile por el Paseo del Espolón, finalizando con un relevo de la guardia en el Palacio, acto éste de rito milimétrico y marcial en los movimientos y que a los más mayores recordaba al que en tiempos pasados se hacía en la Plaza de la Armería del Palacio Real, en la época de la monarquía, con la Guardia Real de Alfonso XIII.
Hubo incluso quien quiso ver en ellos la reencarnación del tradicional, selecto y leal Cuerpo de Reales Guardias Alabarderos que tan intachables servicios prestó a la Corona durante siglos, pero esta vez el evento se producía en un entorno bien distinto al de tiempos pasados, era ante el Palacio de La Isla, residencia oficial y Cuartel General del Generalísimo en la ciudad burgalesa, capital de la «nueva España», según las crónicas del momento. Teniendo en cuenta los difíciles y delicados momentos que se estaban viviendo, es un logro de reconocido mérito para el teniente coronel Barroso, la creación de esta compañía, a lo que se comprometió poco tiempo antes ante Franco en reunión de su Estado Mayor y cumplió con la mayor diligencia y disciplina militar, reflejada como máximo exponente en la responsabilidad asumida de la defensa y protección del Generalísimo.
Historia
Los orígenes de la Guardia datan del año 1938, en el Frente de Teruel, donde se encontraba Franco en compañía de su Estado Mayor, así como de los mandos de los cuarteles generales de los ejércitos del Centro y del Sur. Llegada la hora del ágape campero, el típico vino español militar con el que finaliza cualquier reunión de trabajo castrense que se precie, el Generalísimo dirigiéndose al coronel Cuesta, le preguntó detalles sobre la instalación del cuartel general de Sevilla al mando del general Queipo de Llano, sito en el Palacio de la Exposición, edificio emblemático de la capital andaluza. El coronel Cuesta ponderó la magnificencia de la instalación, y alguien osó interrumpir su exposición con las siguientes palabras, dirigidas al propio Franco: «Vamos, que están los de Andalucía mucho mejor que el Generalísimo y Jefe del Estado».
El coronel asintió y además añadió: «Pues si vieran ustedes la compañía de guardia y escolta de mi general, se quedarían maravillados, por su postura, su equipaje, y su excelente preparación y organización.» Franco objetó: «¡Caramba! Pues podían ustedes regalárnosla para dar decoro a la vida oficial y como apoyo de la Guardia Mora».
Como si le hubiesen tocado en un resorte, el teniente coronel Barroso, se atrevió a decir: «Eso, mi general, se arregla pronto. Si vuestra Excelencia me autoriza, antes de un mes tendrá una Guardia Exterior en su residencia, que en nada desmerezca de la del general Queipo de Llano, y que corresponda con la magnificencia de la Guardia Mora.»
Franco, pensativo y tras una pausa, replicó: «Proyécteme usted esa organización y … ya veremos.»
Así nació la Compañía de Infantería de Guardia Exterior de S.E. Al poco tiempo ciento cincuenta y ocho hombres, escogidos entre los mejores y al mando del prestigioso capitán José Salto García-Margallo de probada trayectoria militar, formaban la Guardia Exterior, esta bizarra compañía con hombres formidablemente vestidos para la época y que con paso marcial y gallardo, sorprendieron gratamente al Caudillo, que felicitando al teniente coronel Barroso dio el visto bueno para que entraran en servicio lo antes posible en sus nuevos cometidos.
Esta guardia permaneció prestando sus servicios hasta poco después de la finalización de la contienda civil, y aunque su historial fue breve, no por ello es menos merecedora de pasar a la historia por su sacrificado trabajo e intachable trayectoria. Finalmente con la reorganización de la Casa Militar de Franco en 1940 , se disolvió, habiéndose ganado estos soldados por los servicios prestados y mérito propio la opción de formar parte de la nueva escolta que se estaba formando, la mayoría se integraron en las nuevas compañías de fusileros que darían guardia de honor al Caudillo en la nueva residencia oficial del Palacio del Pardo en Madrid, por tanto podemos decir que estas compañías de honores fueron las herederas y depositarias de los valores y lealtades que fueron el espiritu y el referente que dieron prestigio a esta “Compañía de Infantería de Guardia Exterior de S.E.”
Uniformidad y equipo
En cuanto a la uniformidad, de la que ya se ha comentado en la introducción que fue bastante austera para el tipo de compañía que se quería crear y los cometidos de alta representación a desempeñar, se componía de la reglamentaria del momento en el ejército nacional, de cuello cerrado y casco modelo Trubia como se puede apreciar en las fotos que ilustran el artículo. Era el mismo uniforme y equipo usado por las tropas en el frente con la única diferencia de estar confeccionada por sastrería a medida y mejor calidad en las telas, el armamento para tropa y suboficiales era el robusto y alargado fusil Mauser reglamentario modelo 1893 que tanta historia acumulaba tras de sí desde su adopción a finales del siglo XIX, y que tantos quebraderos de cabeza trajo a las tropas americanas en la guerra de Cuba y a los rebeldes rifeños en África. En este caso portaba bayoneta cromada para gala, y hay que señalar que era el arma ideal para las guardias de honor en proporción a la altura de estos soldados, dandoles una imagen de conjunto homogénea e imponente. Los oficiales portaban pistola Astra 300, de 9 mm corto, y sable modelo «Puerto Seguro» para oficial de infantería. Los correajes, cartucheras y manoplas iban en charol negro, excepto el porta-guión que era un cabo gastador con las manoplas en blanco; todos usaban guantes de hilo blanco. El único distintivo que les diferenciaba del resto de unidades, era el nuevo escudo nacional recién aprobado, con el águila de San Juan, en honor y recuerdo a los Reyes Católicos como primer escudo que representó a la nación española, ostentándolo en cuellos, hebillas y botonaduras. Sobre el hombro derecho, los suboficiales y la tropa lucían unas cadeteras que abrochaban en el primer botón del cuello del uniforme de colores indeterminados por ser las fotos en blanco y negro y no disponer de una pieza original de época.
El guión de la compañía
En la confección del bello guión de la compañía, como se puede apreciar en las fotos, no se escatimaron recursos por ser enseña que representaría a tan distinguida unidad. En su diseño, que conjunta elegancia y sencillez, también se hacía referencia al nuevo escudo nacional como elemento decorativo central , dejando patente la clara vocación de servicio a la Jefatura del Estado de sus miembros, pieza ésta que fue ricamente bordada a mano sobre paño de seda en color carmesí, en recuerdo de los pendones de Castilla usados por los Reyes Católicos y que sería el color de referencia en las armas y la heráldica de la futura Casa Militar de S.E. el Generalísimo.
Alrededor del escudo nacional letras en oro de estilo castellano donde se lee «GUARDIA EXTERIOR DE S.E EL GENERALÍSIMO», rematado en flecos de canutillo dorado en sus bordes y enastado en mástil metálico con moharra robusta y sobria con el escudo del arma de la heroica infantería española, orlada en laurel y rematada en punta de lanza con motivos alegóricos en artesanal damasquinado toledano. En la moharra colgaba lazo y corbata con los colores nacionales en tela de raso, en representación del estado.
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