EL GENIO MILITAR DE FRANCO (I) Explotar los errores del enemigo (II). Por Salvador Fontenla Ballesta

Salvador Fontenla Ballesta

General de Brigada de Infantería (R)

 

 

La primera parte del texto sobre el genio militar del Caudillo fue expuesto en la entrega anterior, vamos a completar la exposición con dos ejemplos más de explotación de errores del enemigo: no valorar debidamente la importancia estratégica del Estrecho de Gibraltar y convertir el Alcázar de Toledo en objetivo estratégico. Sin que ello signifique que se pueda dar por cerrado el talento que tuvo Franco para explotar los errores del enemigo.

El dominio del Estrecho de Gibraltar.

El paso del Estrecho por las tropas africanas era una situación crítica para reforzar a las fuerzas alzadas en la Península, separadas, muy escasas de recursos y faltas de una fuerza de choque con carácter resolutivo.

El paso del Estrecho por vía marítima estaba bloqueado por los buques de escuadra que eran obediente al gobierno del Frente Popular, después de haber defenestrados de forma violenta a la mayoría de sus oficiales. Los barcos, desde entonces, estaban dirigidos por un comité revolucionario.

Franco organizó un puente aéreo para transportar tropas ligeras al sur de la Península, y forzó por sorpresa, el 5 de agosto, el paso de un convoy marítimo. Estos refuerzos fueron importantes para consolidar el frente de Andalucía y para iniciar la marcha sobre Madrid, pero insuficientes para contar con una masa de maniobra suficiente.

El puente aéreo comenzó, el 20 de julio, al día siguiente de llegar Franco a Tetuán. Franco no requiere adornarse de méritos ajenos, porque no los necesita, ya que algunos historiadores han asegurado que fue el primer puente aéreo de la historia. El primero lo hicieron los británicos, en el año 1932, que enviaron urgentemente refuerzos aerotransportados desde Egipto a Bagdad, para reprimir una revuelta. Pero el realizado por el futuro Caudillo demostró imaginación, valentía y rapidez en la proyección de fuerzas. Las comparaciones son siempre odiosas pero las capacidades militares y la rapidez de proyección de fuerzas de entonces son envidiables, hasta incluso, para hoy en día.

El paso del convoy del 5 de agosto se pudo hacer con éxito, a pesar de la presencia de barcos de guerra enemigos, porque estaban dirigidos por comités de los amotinados, lo que alargó el plazo de decisión, el tiempo suficiente para que pasaran los barcos del convoy.

 

El gran error del gobierno del Frente Popular se produjo a finales de septiembre, contra el principio de concentración de esfuerzos. Envió al mar Cantábrico para apoyar el frente Norte, débilmente amenazado, la mayor parte de sus fuerzas navales que estaban bloqueando el Estrecho (un acorazado, 2 cruceros y 6 destructores) y dejó solo 5 destructores y dos submarinos para cortar el cordón umbilical de las fuerzas africanas con la Península.

El error fue fatal y rápidamente explotado. Dos cruceros nacionales se desplazaron al Estrecho, desde El Ferrol, batieron a dos destructores enemigos y el resto se refugiaron cobardemente en Cartagena. El dominio del Estrecho de Gibraltar cambió definitivamente de manos. La consecuencia directa e inmediata fue la libertad de comunicaciones entre ambas orillas. El transporte de tropas se intensificó y aceleró.

 

Convertir el Alcázar de Toledo en objetivo estratégico.

La pequeña guarnición encerrada en el Alcázar no constituía una amenaza seria para las fuerzas del Frente Popular, porque no tenía capacidad ofensiva y estaba excéntrica sobre cualquier vía de comunicación. Sin embargo cometieron dos graves errores.

 

El primero fue fijar enormes cantidades de fuerzas, incluidas artillería, en un objetivo de tan escaso valor táctico, en vez de hacer frente a la amenaza de las columnas del sur, que cada día que pasaba eran más fuerte y estaban más próximas. Pero era más cómodo y menos peligroso tirotear a un inerme edificio que enfrentarse a las aguerridas tropas legionarias. Fue el antecedente del error crónico del Ejército Popular, que siempre se dejó fijar por objetivos secundarios, como en Brunete, Belchite, Teruel, Gandesa y otros.

 

El segundo error fue que ante las expectativas de un triunfo fácil, el mando político del Frente Popular lo convirtió en un objetivo estratégico, por su fácil valor propagandístico a nivel nacional e internacional.

La fuerte carga simbólica del emblemático Alcázar en la “ciudad imperial” de Toledo, cuna de la Infantería del Ejército alzado (no del suyo que acababa de disolver) y supuestamente defendida por cadetes, era equiparable al asalto del Palacio de Invierno de San Petersburgo por los revolucionarios rusos (1917) que eran su paradigma.

El valor estratégico del Alcázar de Toledo se lo dio el gobierno de Madrid, y de ahí también la importancia de su liberación. El error fue agravado por el empleo de las minas, que fue inexplicablemente erróneo, a pesar de ser hechas por mineros y contar con todos los medios humanos y técnicos necesarios. Los cálculos se hicieron mal, y creyeron que eran resolutivos, sin tener en cuenta las vidas de los civiles encerrados en el Alcázar.

El desastre propagandístico y estratégico fue completado, en la última voladura, con la presencia del presidente del gobierno Largo Caballero, acompañado de numerosas autoridades, civiles y militares, periodistas españoles y extranjeros y una filmación, para dejar constancia de la inútil “hazaña” de la última mina y del fracaso del consiguiente asalto.

 

Fue indudablemente un acto de compañerismo y un éxito estratégico de Franco, que se lo habían puesto en bandeja y al alcance de la mano. Mientras que Madrid era un objetivo lejano que se había ido desdibujando con el paso del tiempo y la dinámica de la guerra.


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