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Los embalses
Regularizar el cauce de nuestros ríos, evitar la devastación de sus crecidas, embalsar sus aguas para incrementar los regadíos y utilizar los aprovechamientos hidroeléctricos, fueron objetivos, larga y discontinuamente perseguido desde finales del pasado siglo. Pero como en tantos otros aspectos de la vida nacional, este ambicioso proyecto no ha tenido grandes realizaciones hasta la etapa de Franco.
El Ministro de Obras Públicas, don Gonzalo Fernández de la Mora, en la Memoria del Ministerio del año 1971, sintetizó en las palabras que reproducimos a continuación gran parte de las realizaciones de la política hidráulica:
«España ocupa el tercer lugar del mundo por el número de sus grandes presas, que hoy se elevan a 520, con una capacidad de embalse de 37.000 millones de metros cúbicos y que duplican la capacidad disponible en 1950, es decir, España en veinticinco años ha regulado más agua que en los tres mil años de su historia anterior. Las riberas interiores crea das por estos lagos artificiales son el doble de sus dilatadas costas marítimas. Entre estas presas figuran la de Alcántara, que crea el embalse mayor de Europa occidental, y la del Atazar, en Madrid, que es la mayor de Europa para abastecimientos urbanos. En 1945 se regaban 1.400.000 hectáreas. Hoy se riegan 2.400.000, es decir, casi se ha duplicado la cifra.
También destacaré que el viaducto del Esla, en el ferrocarril Zamora-La Coruña, batió el récord europeo hasta el año 1950, que el puente levadizo de la bahía de Cádiz es el mayor de Europa en su género; que el mayor trasvase de ríos efectuado en el Continente es el del Tajo-Segura, con 280 km de longitud; Sierra de Hellín, de 34 km de largo, y que en el Puerto de Tenerife se ha construido el dique de mayor calado emplazado en sondas de 65 metros.»
La vieja preocupación de la Dirección General de Obras Hidráulicas de conseguir establecer el equilibrio de nuestros recursos hidráulicos en toda la geografía española, pretende, en una primera fase, una regulación indispensable de nuestros ríos, y en una segunda fase, dotar a las regiones escasas de agua de la sobrante en otras regiones más favorecidas.
Por ello, se ha iniciado una política de trasvase de las cuencas con más recursos, a las de peor climatología. Esto ha dado lugar a los trasvases de la Cuenca del Tajo, a la del Segura y de las Cuencas del Ebro y Júcar a la del río Turia, estudiándose los de Ebro
Pirineo y el reversible Ebro Besaya.
La capacidad de nuestros embalses ha pasado de 3.924 millones de metros cúbicos en 1940, a 39.333 en el año 1973, es decir, un aumento global del 902,3%, produciéndose el mayor incremento en el quinquenio 1955-1960.
El incremento en algunas cuencas, en este período 1940-1973, ha sido colosal: 8.438% en la cuenca del Pirineo, 7.682% en la del Guadiana, 5.641% en la del Júcar, 3.332% en la del Norte y 3.289% en la del Tajo.
El incremento de la potencia hidroeléctrica instalada en España en las distintas cuencas (en Kw) ha ascendido desde 1.205.480 a 11.136.000.
El índice de producción de energía hidroeléctrica en España ascendió de 100 en 1948 a 652,9 en 1970, y el consumo por habitante y año, de 612 Kw en 1960 a 1.515 en 1970.
Los regadíos
Los regeneracionistas, especialmente Joaquín Costa y Macías Picavea, abogaron por la eficacia de una política hidráulica y el entusiasmo de ambos y de sus seguidores tuvo un primer reflejo oficial en el «Plan de Obras Hidráulicas de 1902» del ingeniero don Rafael Gasset y colaboradores. Durante la Dictadura del General Primo de Rivera se intentó realizar una verdadera política hidráulica y se crearon las Confederaciones Hidrográficas que tuvieron notable eficacia y no pocas alternativas. Durante la segunda república se aprobó la Ley de Obras de Puesta en Riego, en abril de 1932, y en 1933, se planteó el problema de la puesta en riego, a escala nacional, con el proyecto del Plan de Obras Hidráulicas de 1933, del ingeniero don Manuel Lorenzo Pardo. En abril de 1949 se aprobó la Ley sobre colonización y distribución de la propiedad de las zonas regables, que daba clara preferencia a los pequeños lotes familiares de 3 a 7 hectáreas.
En el Censo Agrario de España de 1962, de un total de 1.553.890 explotaciones regadas, 542.078 = 42,6% tenían una superficie regada conjunta de 220.833 hectáreas, con una media de 0,4 hectáreas por explotación y 619.781 explotaciones, equivalentes al 48,9% del total con una superficie media de 1,2 hectáreas por explotación. Hasta el año 1939 había en España un total de 1.413.501 hectáreas regadas y en el año 1971 se cifraban las hectáreas regadas en 2.4000.000, lo que supone un aumento del 41,1%. El Ministerio de Agricultura se fijó para 1980 incrementar en 500.000 las nuevas hectáreas de regadío, calculando que del 35 al 50% de las nuevas sierras regadas serán expropiadas para ser distribuidas entre los colonos.
La transformación en regadío tiene enorme importancia, ya que en las sierras regadas aumenta en cuatro o cinco veces la necesidad de la mano de obra y la rotación de los cultivos evita el secular paro estacional de los obreros agrícolas, multiplicándose extraordinariamente el rendimiento de las tierras irrigadas. En las zonas muy regadas, que son aproximadamente el 12% de la superficie regada de España, se producen más del 50% de la producción final agrícola, siendo estas zonas de riego, asimismo, la base fundamental de la exportación agrícola española, sobre todo las situadas en el litoral Mediterráneo que obtienen, por sus características térmicas, producciones de frutas y hortalizas tempranas. (R. TAMAMES, Introducción a la economía española, Alianza Editorial, 1972.)
En julio de 1971 se promulgó la Ley de Comarcas y Fincas Mejorables y se concentra el Instituto Nacional de Colonización y el Servicio de Concentración Parcelaria en el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrarios (IRYDA).
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