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Francisco Bendala Ayuso
Se cumplen 82 años del “famoso” bombardeo de Guernica. Como las mentiras sobre él resurgen cada aniversario, conviene comparecer para destruirlas otras tantas veces.
Guernica se ubica sobre la margen izquierda del río Oca, quedando en la derecha el barrio de Rentería, unidas ambas en 1937 sólo por el puente de este mismo último nombre. Su población era en dicho año de unos 5.000 habitantes censados, si bien cuando los nacionales se acercan a ella su número era muy inferior ya que muchos de sus habitantes habían sido evacuados o habían huido debido a los avatares de la guerra. Dentro del casco urbano y población de Guernica se encontraban aposentados dos batallones frentepopulistas al completo —unos 1.400 hombres—, así como varios puestos de mando, existiendo también depósitos de armamento, munición y de otro material bélico. Caído Durango, Guernica pasó a ser pieza fundamental del dispositivo frentepopulista en la zona, por lo que también en sus cercanías se aposentaban varias unidades de reserva.
Guernica estaba formada por viejas casas dispuestas en un típico trazado de pueblo con calles muy estrechas y enrevesadas; en su interior, así como en su extrarradio, existían varias fábricas e industrias dedicadas a la producción de armamento —entre ellas la conocida Unceta y Cia.—, así como otras de bombas de aviación, granadas de mortero, artillería y hasta cargas de profundidad antisubmarinas. Era también importantísimo nudo de comunicaciones, tanto de carreteras como ferroviarias. El puente de Rentería, ya citado, era además la última vía de paso del río Oca antes de su salida al mar. Todo ello aumentaba el valor estratégico de la localidad.
Conforme se acerca el día 26, y Guernica por la situación general del frente se convierte en la pieza clave del sector, el mando frentepopulista tomó medidas de precaución ordenando la evacuación de la localidad. La defensa antiaérea disponible en ella era nula a pesar de su importancia, estando reducida a una única ametralladora antiaérea instalada en el convento de los agustinos. Si bien Guernica había sido bombardeada antes, en concreto, el 31 de Marzo, por un solitario avión italiano que intentó destruir el puente de Rentería sin conseguirlo, estaba claro para todos que ahora podía muy bien serlo de forma más intensa por la importancia estratégica recién adquirida. Guernica era, además, en el día en que va a ser destruida, colector de fuerzas frentepopulistas que se retiraban en desorden “…tras una visita a la retaguardia del frente, la impresión de desorden continua. Parece que no hay enlace entre ciertos batallones y el Alto Mando. Algunos comandantes de batallón, llenos de buena voluntad, no saben a dónde dirigirse. Ni en las grandes poblaciones es posible encontrar un lugar donde obtener información o un oficial que oriente a los rezagados y les diga lo que deben hacer… es intolerable que los hombres de ciertas unidades se hayan dispersado por cinco o seis pueblos diferentes… la
desmoralización lleva al umbral del pánico. Es imposible contener a las tropas cuando contraen el hábito de la retirada…” (Jaureghuy, asesor del presidente separatista José Antonio Aguirre).
El 26 de Abril de 1937 amaneció con el cielo despejado. Sobre las 16,15 h., un único avión sobrevolaba la localidad arrojando algunas bombas. Pero a los quince minutos llegaba una primera oleada de aparatos de la Legión Cóndor a la que seguirían otras varias hasta las 19,00 h. en que cesaría el bombardeo. Los aviones partían de Vitoria, volaban hasta el mar y dando media vuelta enfilaban Guernica de Norte a Sur. Los modelos empleados fueron He-111 y Ju-52 que iban escoltados por cazas He-51. Cada oleada estaba integrada por unos 15 a 20 aparatos. Los aviones de las primeras oleadas lanzaron sólo bombas rompedoras, arrojando los que les siguieron racimos de incendiarias, mientras los cazas, ante la nula presencia de aviones enemigos, ametrallaban al personal que divisaban al descubierto por los campos cercanos. Tras el bombardeo y los incendios consiguientes resultaron afectadas 721 casas de las cuales el 51 por ciento quedaron totalmente destruidas, sosteniéndose en pie sólo sus muros exteriores; otro siete por ciento sufrió graves daños. Los principales edificios administrativos, entre ellos la estación de ferrocarril, fueron de los que quedaron destruidos. Los incendios y algunas explosiones esporádicas durarían varios días. Curiosa y extrañamente el famoso árbol y la Casa de Juntas resultaron
completamente indemnes.
Sobre la cifra de víctimas el “baile” de números que siguió al bombardeo es muy significativo. El gobierno de Aguirre dio en los primeros instantes la cifra de 1.645 muertos y 889 heridos. Algunos autores, a posteriori, elevarían la cantidad de víctimas a 3.000. Un autor muy significativo como Hugh Thomas recogió la de Aguirre en la edición española de 1954 de su conocida obra “La Guerra Civil española”, pero en la edición inglesa que se publicó revisada por su autor en 1965 la rebajaba a 100. El
estudio más riguroso sobre el bombardeo se debe al periodista Vicente Talón quien da una relación con nombres y apellidos de 126 muertos; si hubo algunos no identificados la cifra total no llegaría a los 200.
Tal cifra puede muy bien ser avalada a tenor de las siguientes consideraciones:
Ante las noticias que surgían por doquier, ese mismo día 27, el mando español inquiría de la Legión Cóndor información, respondiendo los alemanes de forma extraña que “…hoy no se ha volado…”; hay que observar la posible existencia de una mezcla de error —el bombardeo había sido el día 26, no el 27— y de posible picardía o incluso malicia, pues era evidente por lo que se preguntaba. Fiados de tal contestación, los nacionales se volcaron enseguida en negar radicalmente el hecho, atribuyendo la
destrucción de la localidad a los frentepopulistas por aplicación del concepto de “tierra quemada” que ya aplicaran en otras localidades anteriormente; las fotografías que se publicaban parecían avalar tal posibilidad. Asimismo al hecho de que los incendios eran de una magnitud desproporcionada para haber sido provocados por las bombas de aviación que se venían utilizando hasta el momento y de que los muros de muchas de las casas aparecían intactos habiéndose hundido sus estructuras hacia el interior. Por eso, las primeras negativas de parte de los nacionales fueron lógicas y en ningún caso maniobra premeditada para ocultar los hechos o echar la culpa a sus enemigos. Sin embargo, y debido al cariz que yomaba el asunto y sus más que evidentes consecuencias políticas y propagandísticas, Franco encargó
personalmente a Mola que se enterara por sí mismo de lo ocurrido.
El día 29, Mola llegaba a Guernica materialmente junto a las tropas de vanguardia que la ocupaban. Tras una visita detallada —aun en medio de los incendios que persistían en algunos puntos, de ocasionales explosiones e incluso de algún que otro tiroteo—, Mola no pudo menos que llegar a la conclusión de que efectivamente Guernica había sido bombardeada. Testigos directos del instante relataron así lo que entonces ocurrió “…temblando de ira, Mola se encerró con sus oficiales y con el Gral. Piazzioni en la casa Orube-Abizuri, que se encuentra situada en la afueras de Arteaga. Allí se oyeron cosas tremendas. El General sabía, por fin, a qué atenerse y de qué manera habían sucedido las cosas… el General Mola estaba furioso, y es que el bombardeo fue de la exclusiva iniciativa de la aviación alemana, que nos hizo un flaco servicio…”. Mola informó de inmediato a Franco quien “…ordenó al Col. Funck (enlace de la Legión Cóndor) que se presentase ante él. Pálido de ira dijo a Funck “No haré la guerra contra mi propio pueblo”… Kindelán recibió entonces órdenes de asegurarse de que cosas como aquella no volverían a ocurrir, aunque fuera a costa de inutilizar los aviones alemanes. Pese a cuanto se dijo en público, en el cuartel general las relaciones entre nosotros y los alemanes estuvieron muy tirantes durante una larga temporada…”.
Como consecuencia de este incidente, el jefe de la Legión Cóndor, el Gral. Sperrel, sería en breve “reclamado” desde Berlín y sustituido, y Franco prohibió cualquier bombardeo sobre Bilbao, incluidos los que se tuviera previstos para su inminente ataque.
Vistos los hechos documentados, queda por saber las posibles causas que llevaron a los alemanes, sin conocimiento alguno del mando nacional, a bombardear de esa forma Guernica. Principalmente se viene afirmando que el bombardeo fue un “banco de pruebas” de los alemanes, si no de sus armas —se utilizaron las que venían siendo habituales—, sí de nuevas técnicas, y en concreto de las de “bombardeo masivo de poblaciones” para infundir terror en el enemigo a través de su población civil. Lo anterior se intenta sustentar sobre lo que años después se verá durante la II Guerra Mundial, así como en el hecho de que la operación fuera de exclusiva factura alemana. Pero otros datos del momento demuestran que hay que descartar por completo tal posibilidad:
Pues bien, a pesar de que a partir del día 26 las tropas nacionales comenzarán a avanzar ya con cierta facilidad, eso aún no se veía venir, resulta muy plausible que en la mente de Sperrel jugara un papel preponderante la idea de “dar una lección” a Franco y a sus Generales de cómo hacer la guerra cuando el enemigo se muestra tenaz y no se poseen, como ocurría, suficientes fuerzas para “arrollarlo”, que era lo que ellos venían reclamando desde hacía tiempo. Para ello, muy posiblemente Sperrel concluyó que nada mejor que atacar un objetivo militar e industrial de primer orden como era ya Guernica —y por ello previsiblemente evacuado por al menos la inmensa mayoría de la población civil—, “planchándolo” de forma que infundiese tal temor en el enemigo que se consiguiese el hundimiento de toda la resistencia del sector.
Un testimonio de gran relevancia sobre la actitud de Franco en relación con este lamentable incidente nos ha llegado de primera mano de parte del que entonces era embajador de Italia, Cantalupo, quien dio fe de los pensamientos del Generalísimo al respecto, pues tuvo la oportunidad de conocerlos tras mantener con él una larga entrevista a los pocos días de haber sucedido el bombardeo “…Embajador, Franco no hace la guerra a España, sino que hace solamente obra de liberación de España. Si hay alguien que quiera creer que el jefe del Movimiento Salvador quiera perderse, se equivoca. No debo exterminar a un enemigo, ni destruir ciudades, ni campos, ni industria, ni producción. Por ello no puedo tener prisa… Y si necesito no tener prisa en la España liberada, imagínese cuanta mayor necesidad tengo de proceder lentamente hacia la España que se halla todavía en manos de los rojos… Necesito etapas gradadas proporcionadas a los medios de que dispongo, y es por ello por lo que me limito a ofensivas parciales, pero de éxito seguro. Ocuparé ciudad por ciudad, pueblo por pueblo, ferrocarril por ferrocarril. Las fracasadas ofensivas contra Madrid, me han enseñado que debo abandonar todo programa de grandiosa e inmediata liberación total. Región por región, éxito tras éxito: las poblaciones de la otra parte comprenderán y esperarán. Ninguna razón me obligará a apartarme de este programa gradual: me reportará menos gloria, pero más paz interna. A cada éxito, el número de rojos disminuirá a mis espaldas y frente a mí… Hago lo imposible para no hacerla (la guerra) durar más de lo necesario, pero no puedo hacer nada para que dure menos de lo imprescindible…Desgraciado si tuviera prisa, hundiría a mi país… Cuando llegue la gran hora, la hora de Madrid, mi ejército se hallará dispuesto para el acto final… Esta es una guerra de reconquista ante espiritual que militar. España no es la enemiga, es mi patria… no me den prisa, no me impulsen a vencer inmediatamente, porque esto significaría invitarme a matar a un mayor número de españoles, a destruir una mayor cantidad de riqueza nacional y, por tanto, a hacer cada vez más inestables las bases de mi Gobierno…”.
Esta es la verdad sobre Guernica; lo demás son puras mentiras.