Balance de la década ¿perdida? de los cuarenta, por Francisco Bendala

Francisco Bendala

 

Con la anulación en Noviembre de 1950 de la condena que en Diciembre de 1946 dictara la ONU contra España, terminaba una etapa y comenzaba otra muy distinta. Hasta ese momento, y forzado por las circunstancias interiores debidas a la ruina producida por la guerra 1936-39, pero también a las exteriores derivadas de la II Guerra Mundial, España se había visto obligada a luchar por su derecho a existir como nación independiente. También Franco y su régimen, verdaderas expresiones de lo que el pueblo español de entonces deseaba, por mucho que ahora se intente ocultar, pues está claro que sin su completo y unánime respaldo ni uno ni otro se hubieran sostenido y consolidado en circunstancias tan difíciles. Durante la década de los cuarenta, y a pesar de las enormes dificultades con que el Caudillo, el Régimen y España se habían tenido que enfrentar, Franco no cesó de impulsar, junto a la reconstrucción material y moral de España, la institucional, dando pasos decisivos para la constitución de un verdadero Estado de Derecho, ordenado, estable y sólido, huyendo tanto del totalitarismo propio de cualquier clase de dictadura, como del liberalismo parlamentario, de sus partidos y más aún de los profesionales de la política.

La crítica acerva y sectaria que hoy contemplamos contra Franco y el Régimen persigue, entre otras muchas cosas, hacer creer que lo hecho durante la década de los cuarenta supuso una pérdida de tiempo y de oportunidades; en otras palabras, un fracaso. En cuanto a las oportunidades creemos que a la vista está que no hubo ninguna, pues la II Guerra Mundial con su aluvión de desastres y tragedias evitó que se produjeran incluso para los demás países europeos; los años de la postguerra fueron también de grandísimas dificultades para todos ellos, que sólo lograrían superar gracias los ingentes fondos norteamericanos del Plan Marshall.

En cuanto a que en España durante aquella década todo se hizo mal, pretendiendo justificar tal aserto incidiendo en la escasez y el estraperlo –de todo lo cual sufrieron también los países europeos e incluso en mayor medida que España sin que a sus gobiernos de entonces se les acuse de lo mismo–, se puede afirmar todo lo contrario. Para comprobarlo nada mejor que los siguientes datos, todos ellos bien determinantes, de lo logrado por España durante los años cuarenta –es decir, por Franco, el Régimen y los españoles de entonces– para rebatir completamente dichas calumnias que, como tales, carecen por completo de base documental, siendo por ello producto sólo del odio y del sectarismo ideológico y político que hoy contemplamos:

* Mientras que durante la II República la expectativa media de vida era de 50 años, al terminar la década de los cuarenta se había elevado a 62.
* La mortalidad infantil, que en 1935 era de 34,7 por mil niños nacidos, se había reducido a 12,5 en 1950.
* La estatura media de los jóvenes españoles –certificada por la de los que acudían al servicio militar– aumentó de 1,65 mts en 1939 a 1,68 mts en 1950, lo que sólo pudo ser posible por la mejora sustancial, aun a pesar de las carencias, de la calidad de la alimentación; en la espectacular mejora de este importantísimo índice de desarrollo hay que hacer un reconocimiento especialísimo a la labor de la nunca bien ponderada y tantas veces calumniada Sección Femenina, dirigida siempre por Pilar Primo de Rivera, que con tanto esfuerzo y dedicación altruista realizaría una sincera, eficaz e ingente labor social, cultural, sanitaria, formativa y moral por todos los rincones de nuestra geografía.
* Mientras en 1934, con la II República, había censados 52.000 maestros, de los cuales la mayoría eran hombres, en 1950 eran 78.000 mil los maestros, de los cuales, paradójicamente, la mayoría eran mujeres; dato que por sí sólo rompe ese estereotipo según el cual durante la época de Franco se discriminó especialmente a la mujer.
* El número de alumnos por maestro pasó de 64,7 en 1934, lo que era una barbaridad que incidía muy negativamente en la eficacia de la enseñanza básica, a 41 en 1950 que, aunque aún era una tasa alta, implicaba una extraordinaria mejora en la calidad de la enseñanza.
* En la enseñanza secundaria los 124.000 alumnos de 1934 se habían convertido en 215.000 en 1950, es decir, que casi se habían duplicado, lo que significaría la pronta erradicación del analfabetismo; pero es que, además, de ellos, el número de mujeres que en 1934 era de 34.000, había pasado en 1950 a 75.000, es decir, más del doble; nuevo índice que contradice esa discriminación contra la mujer que hoy contumazmente se pretende.
* La enseñanza superior y la universitaria, muy reducida durante la II República y prácticamente accesible sólo a privilegiados, se había disparado para 1950, accediendo además a ella jóvenes de toda condición social.
* El índice del producto industrial bruto que alcanzara su máximo histórico al final de la dictadura de Primo de Rivera en 1929 –y que cayera estrepitosamente durante la II República, hundiéndose hasta extremos increíbles durante los meses de gobierno del Frente Popular en 1936–, no sólo se recuperaba, sino que para 1950 quedaba ampliamente superado.
* El consumo de energía, dato fundamental para conocer la salud de cualquier economía, había crecido con respecto al de 1939 en un 50 por ciento.
* Desde 1939 a 1949 se habían construido e inaugurado 59 embalses con el consiguiente aumento de producción de energía eléctrica, expansión de regadíos y extensión de la red de suministro de agua potable a las viviendas de las ciudades y municipios cercanos.
* El número de teléfonos que en 1939 era de 329.000, llegaba a 651.000 en 1950.
* El tráfico aéreo pasó de 1.220.000 kilómetros volados por compañías españolas a 8.000.000; lo que incluía el consiguiente salto cualitativo en el desarrollo de la aeronáutica nacional.
* El turismo, que en 1939 era de tan sólo 171.000 visitantes al año, llegaba en 1950 a 457.000.
* El índice de crecimiento anual del Producto Interior Bruto (PIB) durante la década de los cuarenta fue 2,5 por ciento de media; todo un record máxime dadas las circunstancias.

Y todos estos logros espectaculares e incuestionables que significaban cambios radicales, revolucionarios, de la sociedad española en tan sólo diez años, hechos ciertos y comprobados, se habían producido en medio y a pesar de las peores circunstancias por las que nunca había pasado, ni ha vuelto a pasar España, es decir, tras una dura y larga guerra de tres años, bajo la influencia de la II Guerra Mundial y sometida a un injusto aislamiento internacional, todo lo cual debe también recordarse y tenerse siempre en cuenta.

Para más incidir en la espectacularidad de los logros, reseñamos que esa media de crecimiento del PIB que había llegado a ser del 2,5 por ciento durante la década de los cuarenta, será del 5 por ciento anual durante la década de los cincuenta, y entre el 7 y el 8 durante la de los sesenta, mientras que, por el contrario, durante los diez primeros años de democracia, con España en condiciones inmejorables, caerá de nuevo al 2,5 por ciento, es decir, a niveles de los años cuarenta, para seguir cayendo y no sobrepasar el 1,5 hasta incluso entrar en recesión durante la crisis de los primeros años del siglo XXI.

Pretender decir que los años cuarenta fueron años “negros”, “perdidos”, “de fracaso”, etc., sólo puede hacerse o desde la más supina ignorancia o desde la más recalcitrante malicia.

En Febrero de 1950, el Caudillo, en su discurso de inauguración de la granja escuela “José Antonio” en Valladolid, tras recordar que “…el Movimiento Nacional fue un gesto de rebeldía contra el Siglo XIX al que nosotros hubiéramos querido borrar de nuestra Historia…”, afirmaba rotundo “…si a alguien, empequeñecidos sus horizontes, le bastaba con alcanzar el que España no desapareciese como nación, otros, con mayor responsabilidad y visión, no nos conformamos, ni nos conformaremos jamás con retroceder a una situación en que las mismas causas provocarían a plazo fijo los mismos efectos…”; así con el aval de lo realizado durante la década de los cuarenta, Franco reivindicaba, sobre la incuestionable base de los hechos fehacientes, la validez del Régimen y del Movimiento como alternativa propia y original española para el mejor gobierno y mayor progreso de España en aquellos momentos y años.

 


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