CUANDO LOS ESPAÑOLES TOMARON SAIGON (II), por Honorio Feito

 

Honorio Feito

 

CONFUSIÓN POLÍTICA

El 9 de noviembre de 1858, el embajador en París ya es Alejandro Mon. Por la valija oficial, informó al ministro de Estado, que la expedición ya había desembarcado en Turón, apoderándose del puerto sin perder un solo hombre. En la legación española de París se multiplicó el trabajo. En noviembre de 1858, en embajador dio a conocer que Francia aún no tenía previsto instalarse en Indochina, pero si se firmaba un tratado de comercio, las dos naciones europeas gozarían de los mismos derechos. Apenas un mes más tarde, Saturnino Calderón Collantes, secretario de Estado, preguntaba al cónsul español en Macao sobre la conveniencia para España de establecer la soberanía española en algunos puertos de Cochinchina y sobre los beneficios comerciales de la expedición, pero por aquellos días, enero de 1859, se insistía de nuevo al embajador español en París para indagar acerca de las intenciones francesas de instalarse en la península de Turón.

LOS ESPAÑOLES, EN VANGUARDIA

El 20 de agosto de 1858, las tropas españolas, mandadas por Oscariz, partieron de Yulibran en dirección a la bahía de Turón. Desde aquí, nacía un camino directo hacia Hué, capital del imperio annamita. Para los españoles, la toma de Hué sería suficiente para forzar al emperador Tu Duc a firmar un acuerdo de paz, reparar el daño ocasionado a los religiosos y permitir la presencia de estos, con todas las garantías, en el ejercicio de su misión apostólica. El día 31, las tropas aliadas fondearon frente a la población citada y enviaron una nota conminatoria al gobernador, pidiendo la entrega de los fuertes en el plazo de dos horas. Ante la falta de respuesta, comenzó el bombardeo, que se prolongó hasta el 24 de septiembre.

El 14 de septiembre había llegado a Turón el coronel español Ruiz de Lanzarote, pero la paciencia francesa chocaba con el carácter español. El entonces comandante Olave, criticó aquellos preparativos: “meses y meses transcurrieron construyendo baterías y más baterías, removiendo tierra como si nos hallásemos enfrente de Sebastopol y perdiendo por el clima y lo rudo de los trabajos cuatro veces más soldados que los que se hubiesen sacrificado en la toma de Hué”. En las acciones propias de la campaña, los soldados españoles, mandados por Oscariz, pronto tuvieron el reconocimiento de los mandos aliados por el valor en el combate y su extraordinaria resistencia en las marchas, así como la adaptación al clima de Indochina.

Entonces, los intereses de España se vieron frustrados por los de Francia. La dilación a la hora de poner el sitio a la capital de Hué dio paso a un nuevo escenario. Las fortificaciones de los expedicionarios europeos trataron de ser contrarrestadas por los annamitas que emprendieron un sistema de circunvalación sobre las tropas franco españolas. La conquista de Hué se complicaba y Rigault de Genuilly aprovechó para pedir más hombres a Manila, lo que dio lugar a la desconfianza, de nuevo, del capitán general Norzagaray que se puso en contacto con el Ministerio para pedir instrucciones. Genuilly cambió entonces de objetivo, y el 28 de enero de 1859, informó al capitán general de Filipinas del inicio de una acción con más de 1200 hombres para ocupar Saigón, en la Baja Cochinchina. La plaza de Saigón era muy atractiva para los planes franceses porque su río era navegable, mientras que Hué obligaba a desplazarse por terrenos pantanosos y sin el apoyo de una fuerza naval. En el informé del mando francés se explica que, por razones de prestigio, los europeos no debían sufrir ningún tipo de descalabro. Pero la ocupación de Saigón tenía también una razón estratégica importante: cortar el suministro de arroz al reino de Annan que, principalmente, se hacía desde la Baja Cochinchina.

LOS ESPAÑOLES ENTRAN EN SAIGÓN

Del ánimo de las tropas españolas han quedado testimonios como unos párrafos de una carta de un oficial español, publicada por el periódico La Época, en su edición del 27 de octubre de 1858: “No puede V. formarse una idea del entusiasmo que reina entre nuestros soldados, cuya impaciencia por vengar los ultrajes hechos a nuestra religión y a nuestra Patria, roza en delirio, no contribuyendo poco en mantenerlo vivo el ferviente celo del P. Gaínza y de otros religiosos que vienen con nosotros. Todos tenemos una ciega confianza en que nuestra Patrona, la Virgen del Pilar, no sólo nos dará la victoria, sino que nos conservará ilesos concediéndonos el placer de ir a doblar nuestra rodilla ante su sagrada columna, a nuestro regreso a España; pero si plugiera a Dios disponer de nosotros, moriremos todos con gusto, cumpliendo con el primer deber de un soldado español; esto es, muriendo por Dios y por la Patria”.

La ofensiva militar sobre Saigón comenzó desde el puerto de Turón en febrero de 1859. El mando de la operación estaba, como hemos dicho, bajo la responsabilidad directa del almirante francés Rigault de Genuilly. Una fuerza combinada de siete barcos franceses y el español Elcano, partió llevando un contingente aliado formado por 800 hombres, mitad franceses, mitad españoles, del puerto de Turón mientras en esta ciudad quedaba una guarnición aliada en espera. En la expedición figuraba también el coronel español Ruiz de Lanzarote.

Esta fuerza naval fondeó frente al cabo Santiago, donde desembarcaron las tropas y se inició el ataque a la ciudad de Saigón. Entre los días 9 y 16 de febrero de 1859 se fueron destruyendo los fuertes que protegían la ciudad. El día 17 se atacó la ciudadela y se ocupó después de un breve combate. La fuerza española, al mando del comandante Carlos Palanca Gutiérrez, estuvo en la vanguardia de los combates, junto a un destacamento francés, y fue la primera en iniciar el asalto. Por esta acción, el comandante Palanca fue propuesto para el grado del teniente coronel. Él llevó el mando de la operación, excepto en el desembarco del cabo Santiago, y estuvo al mando de las fuerzas españolas que tomaron los puertos de Hong-lai, Cha-lai y Ton-ki, y acabó asaltando Saigón.

Las tropas aliadas consiguieron un importante motín de guerra en arroz, armamento y dinero, que quedó por completo bajo el control francés, que se negó a facilitar al coronel Ruiz de Lanzarote, incluso, la relación de lo aprehendido.

Lo primero que hicieron los aliados, tras la entrada en Saigón, fue demoler la ciudadela y construir, en su lugar, un nuevo puerto fortificado donde quedaría una guarnición. De ella formaría parte una compañía de línea española.

En Turón, entretanto, la situación era caótica. El Tte. de navío español, Tuero, al frente de una flotilla de lanchas cañoneras franco-españolas, realizó constantes incursiones por el rio Saigón, aunque se vio obligado a reducir el radio de acción por los ataques de los annamitas. Finalmente, los franceses tomaron de nuevo el control en Turón llegando a amenazar las comunicaciones con Hué, como estrategia para presionar al emperador Tu Duc.

LA REALIDAD MILITAR

El jarrón de agua fría, a las pretensiones españolas de posicionarse en las costas de Cochinchina, lo dio el capitán general de Filipinas, Fernando de Norzagaray, al responder al ministro Calderón Collantes, acerca de la conveniencia para España de fijar su soberanía en aquellas costas, en un detallado informe fechado en Manila el 25 de marzo de 1859. A modo de resumen, hace un balance de la situación de España en la zona de la siguiente manera:
” Tenemos dentro de la isla de Luzón, y a la vista de la misma capital de Manila, muchas tribus de infieles que no reconocen nuestro dominio, y ejercen sus tropelías y actos antropófagos sobre los pueblos cristianos inofensivos, lo cual se debe a que este gobierno no ha tenido todavía los elementos necesarios para conquistarlos.
Al S.O. del archipiélago se encuentra la dilatada isla de la Paragua, perteneciente al dominio de la Corona, cuasi despoblada y sin que poseamos materialmente más que los miserables pueblos que en su parte norte comprende el gobierno de Calamianes. Acabamos de posesionarnos de la isla de Balabac, punto importante y de gran porvenir, y que sobre estas ventajas reúne la especial de fijar el límite de nuestras posiciones por aquella parte pero que hasta hoy nos está costando los naturales sacrificios de hombres y dinero…
Tenemos también la preciosa isla de Mindanao, de la cual poseemos solo una pequeña parte del litoral, quedando improductivo para nosotros lo más fértil y rico de su dilatado suelo, sin otro motivo que el de carecer de elementos materiales para dominarla. Existen además al S.E. de estas islas la sultanía de Joló, foco perenne de la piratería, y los feroces habitantes de las Samales, que bajo bandera española no solo causan sus depredaciones en las indefensas costas de estas islas Visayas, sino que también las hacen extensivas a los extranjeros, dando lugar a reclamaciones como las que tiene conocimiento esa primera Secretaría.
La ocupación de la isla de Balabac fue solamente el principio de un plan que tenía preparado para ir ocupando, cuando fuera posible, la isla de Joló y Samales, proyecto que la expedición a Cochinchina me obligó a suspender…

DIFICULTADES POR LA GUERRA DEL OPIO

Para los franceses, las dificultades llegaron, de una parte, por el problema austro-húngaro, que impidió el envío de más tropas a Asia. Y, además, la segunda guerra del opio, entre británicos y franceses contra los chinos, obligó al mando francés a distraer tropas de Cochinchina hacia China. Rigault de Genuilly fue relevado del mando ocupando su lugar el contraalmirante Page. El cambio se hizo sin consultar al gobierno español por lo que, el estatus de comandante en jefe que había tenido Rigault, no fue heredado por su sucesor y el tratado previo con Francia quedó sin validez. A pesar de ello, el coronel Ruiz de Lanzarote entendió que lo mejor era no obstaculizar la acción del nuevo mando francés y se puso, incondicionalmente, a sus órdenes.

La situación en China se complicó aún más de tal forma que el contralmirante Page decidió evacuar Turón para acudir a China, al tiempo que ordenó al coronel Ruiz de Lanzarote regresar a Manila. En Saigón quedó una fuerza de 600 hombres de los que 240 eran españoles, más una pequeña flotilla francesa de cuatro buques. En la primera quincena de mayo de 1860, como detalla con precisión Andrés Más Chao (La expedición española a Cochinchina (1858-1862), Una contribución al comienzo del establecimiento francés en Indochina), se retiró de Turón la expedición franco española. Cuando el contralmirante Page recuperó la tranquilidad de Saigón, la abrió al tráfico comercial bajo pabellón francés, sin que España pudiera gozar de ninguna ventaja comercial sobre el resto de europeos. Los franceses justificarían después que, dadas las prisas, y la ausencia del plenipotenciario español que defendiera nuestros intereses, ellos actuaron exclusivamente en nombre de Francia.

PALANCA, EN MADRID

La segunda parte de la expedición coincide con la evacuación de la bahía de Turón y el viaje del comandante Palanca a Madrid. Mientras los franceses abrían Saigón al tráfico comercial reservándose las mejores condiciones para ellos y dejando los intereses españoles en el olvido, el comandante Palanca llegó en Madrid el 23 de enero de 1860. Había sido llamado a consultas y, en su informe, destaca el interés francés por establecer una base permanente en aquellas tierras, sin importarle resolver el asunto religioso. La solución para éste sería lanzarse sobre Hué lo que obligaría al emperador Tu Duc a negociar la paz. Pero Palanca también decía que España debería aclarar sus intenciones en la zona y llegar, incluso, a un acuerdo con París. Tras su ascenso, el 17 de febrero de 1860, el teniente coronel Palanca fue nombrado jefe de la expedición y plenipotenciario español para todo lo relativo al reino de Annam. Militarmente dependería del capitán general de Filipinas, y en lo diplomático, directamente del ministro de Estado.

En el viaje de regreso, el Tte. coronel Palanca llegó a Singapur el 10 de abril de aquel año de 1860, tras viajar por el canal de Suez con el vicealmirante francés Charne, el nuevo jefe de las fuerzas francesas en China. Charne le manifestó que no tenía instrucciones sobre España y los asuntos españoles por parte de su gobierno, y que, entre sus prioridades, primero era resolver la situación de China y luego la de Cochinchina. En Singapur, Palanca se enteró de la retirada de la fuerza aliada de Turón y de que en Saigón no quedaba más que una fuerza de 200 españoles, y solicitó ser agregado a las fuerzas anglo francesas que operan allí pero, al no serle aceptada la incorporación, embarcó para Saigón. La situación en Saigón era cada día más difícil, especialmente, desde la evacuación de Turón. La vida de cualquier europeo residente en el reino annamita no tenía ningún valor. Se asaltaban poblados, se quemaban barrios enteros donde había la sospecha de que vivía algún europeo o que alguna familia cristiana los protegía. Aislado, el teniente coronel Palanca no recibía respuesta a sus muchas preguntas.

El cambio de titular en la capitanía general de Filipinas tampoco le ayudó. Sus peticiones al capitán general Norzagaray para el envío de nuevos soldados no tuvieron respuesta. Tampoco por parte del sustituto de este, el general Ramón María Solano, que le dice que sin órdenes expresas de Madrid no enviará un solo soldado a Saigón en respuesta de la actitud francesa hacia España. El general Solano no sólo no envió un solo soldado sino que tampoco envió víveres, vestuario, municiones ni dinero. La Hacienda de Filipinas llegó a comunicar al teniente coronel Palanca que la expedición española “se proveyera de fondos pidiéndolos a la Administración francesa”.

Tres meses permaneció el teniente coronel Palanca aislado de comunicaciones oficiales y, para poder pagar a la tropa el plus de campaña, el único que se cobraba en metálico, se vio obligado a utilizar los ahorros personales suyos y de sus oficiales, y para comer, tuvo que pedir ayuda a los franceses.

Son de destacar las grandes muestras de valor de este jefe español y sus conocimientos de estrategia en el mando al saber inyectar a sus hombres la responsabilidad, la entrega y hacer que sus campañas fueran esenciales para mantener Saigón en poder europeo. Fortificó una pagoda para contener los ataques annamitas. El 29 de junio atacó las vanguardias enemigas y, tras derrotarlas, dejó un destacamento de 100 hombres en la pagoda, llamada “Chocletans”, contra la que chocaron los annamitas que, el 5 de julio, lanzaron un gran ataque contra la ciudad. Más de cinco mil hombres del imperio annamita dejaron sobre el campo de batalla más de cien cadáveres frente a cinco bajas de los españoles.

Más que los combates, las enfermedades castigaron a los soldados franceses. Palanca y el comandante francés pidieron refuerzos, pero el general Solano informó a Madrid que las descripciones del teniente coronel Palanca eran exageradas. Los franceses reaccionaron de otra manera, el mando del destacamento de Cantón envió la mitad de su pequeña fuerza de 300 hombres y más tarde, dos compañías del Cuerpo Expedicionario de China.

Mc Crohon, nombrado nuevo capitán general de Filipinas, fue también una esperanza frustrada para el teniente coronel Palanca por su inesperado fallecimiento, cuando salió a su encuentro en Hong Kong. A su regreso a Saigón, la situación había empeorado. Los europeos habían sido atacados y entre las víctimas se hallaba un capitán francés. Reunidas las fuerzas aliadas de nuevo, unos 400 hombres, decidieron a atacar a los annamitas.

LA ETAPA FINAL

Finalizada la campaña de China (el 29.I.1861), siete compañías de Infantería de Marina francesa fueron enviadas a Saigón. Carlos Palanca, ya coronel de nuestro ejército, y como plenipotenciario español en la zona, se reunió con el vicealmirante Charne para quejarse de la disposición francesa sobre aquellos territorios, al tiempo que pidió el relevo de sus hombres por miembros del ejército francés. Por aquellos días, había llegado a su destino el nuevo capitán general de Filipinas, José de Lannery, quien informó a Madrid para que no autorizaran las peticiones de Charne (tropas españoles y o un núcleo de Caballería), pero esta negativa no excluía echar una mano al coronel Palanca, enviando tropas hasta completar, al menos, dos compañías y autorizar el reclutamiento de 300 tagalos para sustituir a los que estaban en la campaña.

El 23 de enero de 1861 Francia reiniciaba la ofensiva sobre Saigón, atacando la línea fortificada de Ki-boa. Las tropas españolas, una vez más, marchaban en su totalidad en la vanguardia del ataque. Los franceses perdieron trescientos hombres y los españoles treinta y dos. El valor y la entrega, una vez más, fueron reconocidos y se nombraron Caballeros de la Legión de Honor a 3 soldados españoles de tropa.

Recoge Andrés Mas Chao el gesto de nuestros soldados. Un grupo de ellos, que habían terminado su estancia en la expedición, fueron recibidos por el coronel Palanca antes de emprender el regreso a Manila. El coronel les ofreció la posibilidad de quedarse en Saigón, para no ser víctimas de las balas, pero ellos respondieron que solicitaban el honor de marchar en la columna de operaciones. De este gesto fue informado el capitán general quien, a su vez, informó al Ministro de la Guerra el 8 de abril de 1861. El coronel Palanca solicitó para ellos una recompensa.

Afectado por el cólera, Palanca Gutiérrez no dejó de informar a sus mandos sobre el curso de las operaciones. Los franceses conquistaron My- tho, ciudad que había sido ofrecida a España, y el coronel consideró que Madrid debía entenderse con París para un posible ataque a Hué, que Francia pretendía dejar para más adelante con el afán de ganar tiempo para sus conquistas.

ESTADO DE GUERRA EN SAIGÓN

La declaración de estado de guerra que Francia impuso en Saigón, con el objeto de poder juzgar en tribunales militares la conducta de civiles europeos, supuso de nuevo la queja de nuestro plenipotenciario. El coronel consiguió un triunfo importante para mantener el prestigio español al comunicar al vicealmirante Charne su deseo de que cualquier español que pudiese ser juzgado, lo fuera por el propio Palanca, ya que Saigón no era territorio francés, y la fuerza española era aliada de Francia. El cruce de cartas entre ambos jefes pone en evidencia la difícil negociación hasta que, al final, Charne cedió a las pretensiones españolas llegando al acuerdo de que la pena impuesta a los españoles no se llevaría a efecto hasta que fuese consultada con el jefe español.

El 28 de mayo de 1861, finalmente, el gobierno español comunicó a su plenipotenciario su decisión de no establecer una base en territorio de Tonkín Central, así como la de no seguir cooperando en la campaña. Para el coronel Palanca debió ser un duro golpe, porque a él habían pedido ayuda los sublevados contra el emperador, y ya no podría apoyarles. Tampoco podría ocupar la península de Bien-hoa, empresa para la que contaba con ayuda francesa. Por otra parte, el vicealmirante Charne fue sustituido, en noviembre de aquel año, por Bonard, que prometió ayuda a España para ocupar Nan ding, si España enviaba más tropas. Palanca, no obstante, le ayudó en la ocupación de Bien hoa, con lo que Francia aseguró su presencia en Indochina. El único interés ya para España en aquella campaña fueron las ventajas comerciales y la indemnización. El tratado final se firmó el 5 de junio de 1862. El coronel Carlos Palanca Gutierrez, por parte de España; Mr. Bonard, contraalmirante en jefe de las fuerzas de tierra y mar en Cochinchina, por parte de Francia, y Nos Phan Tauh gian, vice gran censor del reino de Amán, acompañado de Nos Laun-gini-thiep, ministro presidente del Tribunal de la Guerra, del imperio regido por el rey Tu Duc, firmaron el tratado de paz de doce artículos en Saigón y, en virtud del mismo, España y Francia firmaron un convenio para el reparto de la indemnización de guerra el 4 de agosto de 1863, entre Javier de Istúriz y Drouyn de Lhuys.

Ante la firma del tratado de paz, el coronel Palanca decidió repatriar las tropas a Filipinas y la capitanía general envió un buque de guerra y un batallón de ayuda a nuestros soldados en la retirada.

Ascendido ya a brigadier, Carlos Palanca se enteró de los beneficios de la campaña. Lo que pudo haber sido el inicio de una nueva experiencia imperial para España, quedó en la seguridad de la libertad religiosa en aquellas tierras; la libertad de comercio; la presencia de un cónsul en Hué y 40 millones de francos. Francia, además, consiguió seis provincias de la Baja Cochinchina que fueron la base para la ocupación de Indochina que mantuvo hasta los años cincuenta del pasado siglo XX, uniendo a estos tres territorios de Cochinchina, Tonquín y Annan, Laos y Camboya.


Publicado

en

por

Etiquetas: