Francisco Franco y la «Seu Vella» de Lérida, por Onésimo

Onésimo

Boletín Informativo FNFF

“LA MAÑANA”, de Lérida, del 15 de febrero 1980, y firmado por ONES/MO, se publica el artículo que insertamos a continuación. Es la otra cara de la moneda. A la infamia rencorosa y revanchista se oponen en noble gesto de español, tantas razones como en este artículo se aducen en defensa del buen gobierno de Francisco Franco.

Es sabido que la Seo Antigua de Lérida, ese majestuoso monumento arquitectónico, de esbeltas proporciones, belleza inigualable y afiligranada escultura, que desde hace más de siete siglos preside, desde lo alto del cerro en que se asienta, el latido vital de nuestra querida ciudad. Felipe V, en 1707, tuvo la nefasta ocurrencia de convertirla en cuartel, con lo que se sucedieron las destrucciones y mutilaciones de sus más valiosos tesoros artísticos.

Todo el pueblo, que siempre ha sentido un apasionado amor por la «Seu Vena», desde entonces ha venido suspiran-do y anhelando con fe ardiente su recuperación para la ciudad y su total reconperación para la ciudad y su total reconstrucción.

En 1978, el insigne poeta y eminente historiador Luis Roca y Florejachs, escribió: «He aquí este monumento… Como Lázaro, ha tiempo dormita en sueño letal… ¿Por qué no ha de revivir el monumento? ¿Tocará en lo imposible tal prodigio?… También el Arte recibió poder de Dios. Diga el Arte al Monumento: ¡Lázaro resucita!».

El arquitecto Emilio Llata Agustí, en 1905, insistía: «El gobern que deuría vetllar pel nostre art, procurant conservar aquestes fites de la civilització d’altres temps, és el primer en abandonar-les. Esperem que una onada de civilització pugui purificar la nostra terra, y Déu vulgui que sia prompte» Y en 1928, otro gran arquitecto, César Martinell, reiteraba: «… faran bé els Ileidatans i tothom que senti amor a la história i a la bellesa, de vetllar per tal que aquesta silueta que dóna a Lleida la seva nota més característica y encara guarda records de jorns gloriosos, no es vagi escrostonant de mica en mica».

Con similares protestas, lamentaciones y gritos anhelosos de recuperación, se expresaron nuestros grandes poetas e historiadores, y durante casi dos siglos se organizaron en Lérida, continuas e interesantes campañas pro recuperación y restauración, promovidas por la totalidad de entidades culturales de nuestra ciudad, sin ningún resultado efectivo.

Durante varios siglos, se han sucedido en el poder gobiernos liberales y con-servadores, etiquetados de constitucionales, y durante la segunda República, los gobiernos «democráticos» de Madrid y de la Generalitat de Cataluña, pero ninguno de ellos se preocupó lo más mínimo para resolver de una vez este ferviente deseo de los leridanos.

El marqués de Lozoya, en 1975, escribió. «Cuando en 1939, S.E. el Generalísimo me llamó para entregarme la Dirección General de Bellas Artes, me preguntó cuáles eran los monumentos cuya importancia y reparación era más urgente, en la penuria de la postguerra. Le señalé cuatro, entre ellos dos de Cataluña: Poblet y Lérida. Y un día, para mí uno de los más solemnes de mi vida, penetré en el ámbito de la Catedral, derribada ya la obra cuartelera, apareciendo ante mis ojos la maravilla de las naves, la impresionante presencia del cimborrio, la plenitud de la belleza del claustro».

El Caudillo de España, Francisco Franco, el de la «Oprobiosa», fue pues el hombre providencial que, cumpliendo la predicción de Roca Florejachs, dijo a nuestro primer templo medieval el grito secularmente esperado de ¡Lázaro resucita!, y con él ilegó la «onada de civilització» que tanto ansiaba Emilio Llatas. En 1939, recién terminada la guerra española y pese a la agobiante tarea por reconstruir a España, Franco se preocupó por recuperar los valores espirituales y ordenó el retorno de la Seo Antigua a nuestra ciudad. Pocos años después, los militares trasladaban sus reales a los modernos cuarteles de Gardeny, la Seo retornó a la ciudad y las obras de restau-ración se iniciaron y prosiguieron silenciosamente, sin ninguna solemnidad, sin alharacas ni propaganda triunfalista, tal y como se realizan las auténticas decisiones de buen gobierno. Esto, los buenos leridanos, jamás lo olvidaremos.

Todos estos hechos son autentica historia y nadie podrá negarlos.

Por ello nos ha causado indignante sorpresa que el actual Ayuntamiento acordara cambiar el nombre de la Avenida del Caudillo, con una vigencia de casi medio siglo. Considero que nuestros «democráticos» paheres, que se autocalifican de amantes de la cultura, a fuer de bien nacidos, debieron mostrarse agradecidos y reconocidos a los grandes beneficios y notables mejoras que experimentó Lérida durante los pasados y tan cacareados «cuarenta años». La gratitud es por lo visto virtud poco frecuente. A la historia me remito y la historia juzgará esta incalificable conducta revanchista.

No olvidemos que por disposición de S.M. Juan Carlos I figurará a perpetuidad encabezando los escalafones de los tres Ejércitos, el nombre de Francisco Franco, con el título de «Caudillo de España», el mismo título que acaban de repudiar nuestros paheres.

Si la actual corporación municipal ha pretendido borrar el nombre y el recuerdo de Francisco Franco, debe ser consecuente, ya que no basta con cambiar el rótulo de una calle. Debería para conseguirlo desmantelar todas las obras de restauración realizadas en la Seo Vieja; devolver al Parque Municipal Alcalde Pons a su antiguo estado, destruyendo piscinas, campings y demás instalaciones; dinamitar el segundo puente del río Segre, por el que se desvió la carretera nacional II; borrar del paisaje urbano el Paseo de Ronda, las grandes avenidas de Madrid, Alcalde Areny y Segre, así como el muro de contención del río; arrasar todas las estructuras e instalaciones del Polígono Industrial y los cuarteles de Gardeny; y destruir todas las demás mejoras que Lérida alcanzó durante el régimen franquista. Si así no lo hacen, tales mejoras y en especial la gran obra de recuperación de la «Seu Vella», continuarán siendo un testimonio vivo de la presencia en nuestra ciudad del que fue Caudillo de España.

 

 


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