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La principal virtualidad de nuestra Cruzada de Liberación fue el haber-nos devuelto a nuestro ser, que España se haya encontrado de nuevo a sí misma, que nuestras generaciones se sintieran capaces de emular lo que otras generaciones pudieron haber hecho. El genio español surgió en mil manifestaciones: desde aquellas milicias en que cristalizó el entusiasmo popular en los primeros momentos, y que formaron el núcleo de nuestras fuerzas de choque, a los alféreces provisionales que nuestra capacidad de improvisación creó para el encuadramiento de nuestras tropas, y que habrían de asombrar a todos por su espíritu y aptitud para el mando. Así iban surgiendo las legiones de héroes y la innumerable floración de mártires. No importaba dónde, si en la tierra, en el mar o en el aire; si entre infantes o jinetes, artilleros o ingenieros, falangistas, requetés o legionarios. Era el soldado español en todas sus versiones. Sus sangres se confundían en la Cruzada heroica, en el común ideal de nuestro Movimiento.
Conforme los días pasaban, el Movimiento calaba en las entrañas de nuestra Patria. Todo en nuestra nación se hacía Movimiento. No sólo marchaba con nuestras banderas victoriosas, sino que nos salía al encuentro en las poblaciones que liberábamos. Nuestros himnos se musitaban en las cárceles, se extendían por los campos, se susurraban en los hogares y salían al exterior como una explosión de cantos de esperanza al ser liberados. Nuestra victoria no fue una victoria parcial, sino una victoria total y para todos. No se administró en favor de un grupo ni de una clase, sino en el de toda la nación. Fue una victoria de la unidad del pueblo español, confirmada al correr de estos veinte años. Los bienes espirituales que sobre España se derramaron; la coincidencia de pensamiento y el ambiente que hace fructífero el trabajo; la plenitud de seguridad, sin zozobras, temores ni intranquilidad para el futuro; la firmeza y seguridad con que viene desarrollándose nuestro progreso económico-social; el afianzamiento de un clima de entendimiento y unidad y los ingentes esfuerzos de engrandecimiento y transformación de la vida española, han creado un estado de conciencia en toda la vida nacional que ya no admite el viejo espíritu de las banderías y domina a todos un afán común de participar en la gran tarea de resurgimiento y de transformación de nuestra Patria.
Francisco Franco Bahamonde
(2-IV-1959: Inauguración del Valle de los Caídos.)