El mundo será español o no será, por Vintila Horia

Vintila Horia

“El Alcázar” (29 de junio de 1984)

Boletín Informativo de la FNFF nº 33

 

Concluí con estas palabras un discurso improvisado, al final de una cena, hace pocos días, en Madrid. Y es posible que más de uno de mis oyentes se haya quedado anonadado ante tales palabras y quizá extrañado ante algo que no coincide con el estado actual de las cosas, por así decirlo. Vuelvo, pues, sobre aquella afirmación quijotesca, quiero decir aparentemente fantástica, pero entrañablemente relacionada con una realidad intemporal, situada por encima de pequeñas tragedias sometidas al rodillo de lo contemporáneo. Lo que quise decir aquella noche era lo siguiente:

1) El espíritu español y los valores más característicos que han producido y vivido a lo largo de los siglos y sobre todo durante la Reconquista y los Siglos de Oro, forman el esqueleto mismo del espíritu occidental; los valores más poderosos y perdurables de Europa, que serían el honor, la valentía, la fidelidad, la fe, entre otros, han sido practicados en esta tierra con pasión fulgurante, personal y colectiva, y se han reflejado con genialidad en obras maestras de la poesía, el teatro y la novela;

2) A través del canal literario, como del místico y teatral, dichos valores han sido transmitidos a los demás países europeos hasta tal punto que un escritor, no me acuerdo si alemán o inglés, podía afirmar hace algún tiempo que en todo rincón de la psique occidental latía un fragmento de herencia española;

3) Estos valores, citados antes, han formado con el tiempo algo así como una trabazón celular, advertida por filósofos y poetas, y que da consistencia y sentido resistencial a la existencia misma del hombre occidental, incluso al que nada sabe de España y de su cultura; hay una pista de despegue española, desde la que emprenden vuelo, cotidianamente, las ideas y los hechos del hombre occidental, desde la religiosidad de la poesía contemporánea hasta las aventuras en el espacio de los astronautas;

4) También los mitos fundamentales de la literatura española, como don Quijote y don Juan, se han insinuado hasta tal punto en la conciencia crítica o en el subconsciente creador del escritor occidental, que resulta imposible debatir sobre temas en profundidad y hablar de amor, por ejemplo, o de bipolaridad del alma, sin aludir a los dos mitos citados más arriba. No voy a mencionar muchos títulos famosos, porque esto me llevaría a todo un libro interpretativo del asunto, pero sí algunos, como Madame Bovary de Flaubert y su relación con el Quijote o el Lemmonio Boreo de Ardengo Soffici, o bien toda la gama de los don Juanes empezando por Lord Byron, continuando con Pushkin y pasando por Montherlant… ¿Y qué decir de la pintura europea del siglo XIX o de las vanguardias del XX, cómo comprenderla y explicarla sin la presencia en sus mismos cimientos de don Francisco de Goya?

5) Entonces resulta muy fácil alcanzar de repente, a través de estos puntos centrales, el meollo de mi pensamiento expresado el otro día sin ningún afán de optimismo: nos estamos derrumbando, aquí y en todas partes, dentro y fuera del socialismo, porque hemos abandonado el sendero español. Esto me parece más que evidente. Nos hemos apartado de unos valores, cuyo abandono Nietzsche lamentaba a finales del siglo pasado, y no hemos encontrado otros dignos de sustituirlos.

Llamamos democracia a lo que nada tiene que ver con el pueblo, ni en régimen occidental ni en régimen oriental; proyectamos hacia un futuro cada vez más lejano las pobres posibilidades de las que disponemos para mejorar y damos nombre extraños a las fórmulas mágicas que desenterramos en todas partes, como si fuesen calaveras redentoras. Preferimos la ideología a una antropología hispánica que todos llevamos dentro, volens nolens, de la misma manera en que lo religioso, como dicen los psicólogos, se oculta dentro de cada pulsación anímica. Negamos lo que nos afirma. Buscamos estructuras allí donde no hay sino espuma periférica. Todo es risa y comedia, cuando lo que llamamos crisis puede desembocar en una tragedia universal. Mientras tanto, olvidamos que sólo aquí los creadores de un proyecto universal, los realizadores del único Estado que se propuso garantizar a todos libertad e igualdad, bajo el signo de lo eterno, han tomado en serio lo que en serio habían pensado.

6) Piensen un poco en lo que representa, desde dentro, aquel proyecto: el hombre como soldado, o sea como conquistador del espacio, y el hombre como monje, o sea como conquistador del tiempo; el proyecto ecuménico español utilizó las dos instituciones, o las dos maneras esenciales de ser, tanto en sus conquistas políticas como en las literarias; soldados fueron Garcilaso, Cervantes, Lope, Calderón y casi todos en definitiva, ya que lucharon, ganaron, perdieron, dieron su sangre en los campos de batalla antes de darla en sus libros; y curas fueron Lope y Calderón, San Juan de la Cruz, Baltasar Gracián, Tirso de Molina y muchísimos más; cuando dejaron de pertenecer al uno o al otro gremio España, como política y como literatura, empezó a venirse abajo; y es precisamente contra estas realidades fundamentales, estos motores del genio español (y, por añadidura, universal) contra las cuales actúan los que, a través de España, piensan acabar con Occidente; ya que no hay ejército o iglesia en el mundo que no lleve dentro un fragmento de enseñanza española.

Por este motivo, como decía aquella noche, el mundo será español o no será. ¿Cómo y en qué medida se puede ser hombre abandonando la matriz estilística dentro de la cual se ha formado y se ha podido desarrollar el Occidente vertebrado al que nos empeñamos a invertebrar sobre la base de una España invertebrada que todo lo involucra y simboliza? Podemos ser o dejar de ser. Lo uno y lo otro tiene que ver con España.

 


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