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El Movimiento Nacional, desde sus orígenes, entraña una riqueza tal de contenido que supera todo lo que de él se pudiera decir: Sus servicios callados en estos veinticinco años; la asistencia viril de los pueblos durante mucho tiempo frente a las filtraciones terroristas; la espontaneidad con que siempre ha acudido a respaldar la autoridad en las grandes y pequeñas crisis; el apoyo prestado con civismo a sus agentes en todas las ocasiones; la alegría con que siempre ha encabezado el sacrificio, le hacen benemérito de la Nación. Lo saben bien nuestros enemigos al orientar hacia él sus mayores ataques. Hay quienes torpemente creen que porque una pequeña parte del mundo se resista a cambiar y practiquen todavía doctrinas políticas rebasadas, carece de viabilidad la singularidad de la política española. ¡Qué importa que en el camino nos veamos desfasados si en el fondo todos caminamos hacia las mismas metas!… Hemos de dar gracias a Dios porque, pese a tanta fácil tentación, nos haya dado hace veinticinco años claridad de juicio para orientar a nuestra Nación por el camino acertado. Si los principios de nuestro Movimiento nos fueron insustituibles en aquellas horas, hoy puedo afirmaros que tienen más actualidad que entonces, pues su trascendencia rebasa el interés de lo nacional para entrar en el campo de lo internacional. Son muchos los países que buscan anhelantes un camino que les permita llevar a cabo la acción fuerte y profunda que su situación político-social les demanda. Los viejos mitos liberales carecen ya de emocionalidad, y lejos de considerarse como un bien se reputan como dogal que asfixia, y aun algunos llegan a pensar si las fórmulas democrático-liberales son un mal tendido para mantener su atraso y su dependencia.
Francisco Franco Bahamonde
(9-IV-1964: Clausura del IX Consejo Nacional.)