Presentación al Jefe del Estado de los participantes en el II Festival de Folklore hispanoamericano, por Blas Piñar

Blas Piñar López

El Pardo, 17 de junio de 1.959

 

Excelencia:

Constituye para mí un honor venir a esta Casa a presentaros a un grupo de participantes en el II Festival de Folklore Hispanoamericano que, con asistencia de los Embajadores de aquellos países acredita­dos en Madrid y con la más entusiasta colaboración de las autoridades y del pueblo, se clausuro ayer mañana en Cáceres, plaza mayor de la Hispanidad,

Si a través del Folklore se manifiesta del modo más puro y auténtico el espíritu popular, ninguna duda podía cabernos acerca del éxito de una iniciativa que, ensayada el año anterior, se ha continua­do en el presente.

El Festival ha puesto de relieve, al menos, tres cosas impor­tantes:

En primer lugar, que en la danza y en la música de España, de Iberoamérica y Filipinas hay un esquema rítmico común que aparece con matices variados en la ranchera de Méjico, el sonchapín de Guatemala, el punto de Costa Rica y de Panamá, el merengue de Haití y de Santo Do mingo, la guajira de Cuba, el joropo de Venezuela, el bambuco de Colombia, la marinera del Perú, el yaraví de Solivia, la guaranía del Paraguay, la samba argentina, la cueca de Chile y la cariñosa del archipiélago filipino.

En segundo lugar, y como un lógico corolario, que la música tiene un enorme poder evocador que la hace perdurar en el decurso de los tiempos y mantenerse a través de las más adversas circunstancias y de los cambios más sustanciales de orden cultural. Oí contar a al­guien, haciendo referencia al fenómeno, que los negros en Hispanoamérica, por obra de la influencia de España, habían perdido todo lo que trajeron de su país de origen: religión, costumbres e idioma. Lo único que persiste y conservan son el color y la música.

Pues bien, esa música conservada con todo su poder evocador -nada como la música provoca el recuerdo y la nostalgia- nos ha hecho pensar a todos en la existencia de la comunidad de los pueblos de raíz hispánica.

Por último, el Festival ha puesto de relieve, por contraste, que el idioma de la música y del folklore sirve, con más evidencia que las conversaciones preñadas de mutuos recelos, para el abrazo cordial entre las naciones.

Si esta medalla os puede traer vivos sentimientos acerca de la unidad de la estirpe, del anhelo de una empresa común y del abrazo cordial entre los pueblos hispánicos, recibidla, sabiendo que, al aceptarla, nos concedéis -a ellos y a mí- una inmensa alegría.

 


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