«La Primera y la Segunda República cometieron el mismo error: no contar con el pueblo», por Israel Viana

Israel Viana

Cuatro presidentes y casi una docena de gobiernos, una revolución cantonal que amenazó la unidad del país, el bombardeo de Alicante y dos golpes de Estado. Todo eso ocurrió en los menos de dos años que duró la Primera República, un periodo tan inestable, breve y violento que a la «izquierda republicana actual no le gusta ni hablar de ella». Así opina el catedrático de Derecho y ex presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Alejandro Nieto, tras publicar uno de los pocos libros que se han escrito en el último siglo y medio sobre este régimen.

«A pesar de que no dejó ningún buen recuerdo, sigo sin entender porque ha despertado tan poco interés entre los historiadores siendo tan importante.

La poca bibliografía que existe se hizo cuesta arriba al escribirlo. Tuve que empezar de cero y consultar el Boletín Oficial del Estado (BOE) y toda la prensa que se publicó entre el 11 de febrero de 1873 y el 29 de diciembre de 1874. Son las únicas fuentes importantes que encontré y es penoso. Hay que tener mucha paciencia», explica el autor de ‘La Primera República Española’ (Comares, 2021).

Libro de Alejandro Nieto sobre la Primera República
Libro de Alejandro Nieto sobre la Primera República – ABC

La mejor muestra de dicho desconocimiento fue el acto de homenaje celebrado en Barcelona, en febrero del año pasado, por parte del Partido Socialista de Cataluña (PSC). Sus dirigentes se reunieron frente a la casa de Francesc Pi i Margall, uno de los presidentes republicanos del periodo y usaron la bandera de la Segunda República en vez de la oficial de la Primera que nada tiene que ver y que, además, era rojigualda. Las críticas en las redes sociales no tardaron en aparecer: «No es la correcta, dejen de tergiversar la historia» y «esa es solo de la Segunda República. Ni para hacer tonterías dais una bien», escribieron los usuarios de Twitter.

«No me extraña en absoluto que les ocurriera, porque de la Primera República hay una ignorancia total y lo poco que se recuerdan son anécdotas», señala Nieto a ABC sobre aquella etapa que se inició realmente cuando, el 12 febrero de 1873, el Rey Amadeo I cogió sus maletas y se marchó a Portugal. «Si fueran extranjeros los enemigos de España, sería el primero en combatirlos, pero todos los que, con la espada, la pluma o la palabra la agreden son españoles», declaró antes de emprender su viaje.

Las Cortes proclamaron el nuevo régimen por 258 votos a favor y 32 en contra. Los dos grupos políticos mayoritarios en las Cortes fueron el Partido Radical y el Partido Republicano Federal, los cuales tenían intereses contrapuestos: los primeros defendían una república unitaria y los segundos eran partidarios de un modelo territorial federal. Se impusieron estos últimos y, en seguida, los grupos federalistas provinciales, junto a los anarquistas, comenzaron a formar minúsculas repúblicas autónomas en Andalucía y la costa mediterránea, llamadas cantones, cuyo caos se sumó al que ya provocaba la Guerra de los Diez Años en Cuba y la Tercera Guerra Carlista.

—¿La Primera República estaba abocada al fracaso desde el principio?

—Creo que hubo una pequeña posibilidad de que triunfara si los federalistas y los unitarios no se hubieran peleado. Los ciudadanos, de hecho, aceptaron pacíficamente su llegada a pesar de que la mayoría no eran republicanos. Fue un «vamos a probar», lo toleraron. Los adversarios se retiraron de la escena política a observar y, cuando comprobaron que los republicanos se peleaban entre sí, y que no había reconciliación posible, se quedaron en casa frotándose las manos en espera de que cayeran ellos solos para traer al futuro Alfonso XII como alternativa. Fue un disparate porque los republicanos no llegaron a un solo acuerdo.

—¿Por eso a los republicanos actuales no les gusta recordar aquella primera experiencia republicana?

—No sé, pero lo que está claro es que no les gusta. Podrían haber hecho como hicieron con la Segunda, inventársela, pero decidieron despreciarla y hablar solo de la última… Por suerte, porque a la Segunda no hay quien la reconozca hoy en día.

—Al no haber apenas bibliografía, según ha apuntado usted, habrían tenido más facilidades de reescribirla en el caso de que quisieran.

—A los que tienden a reescribir la historia a su antojo, en función de sus intereses políticos, les importa bien poco que haya una mucha o poca documentación, ya que son capaces de hacerlo igualmente.

—¿Entonces es una tarea imposible conocer bien la Primera República por ese vacío?

—Cualquier acontecimiento histórico, pero en este caso tuve que leerme toda la prensa día a día, además de las disposiciones oficiales y todas las discusiones parlamentarias. Ese es material suficiente para contar este periodo, sobre todo si tenemos en cuenta que los diputados hablaban y hablaban y no como ahora. Antes intervenían a título personal y decían lo que querían, pero en la actualidad habla el partido por boca de ellos. Por supuesto, lo de antes era guirigay, pero dentro de ese guirigay se entendían muchas cosas.

—Cuatro presidentes y una docena de gobiernos es un nivel de inestabilidad casi inédita…

—No del todo. Es verdad que lo que ocurrió entre 1873 y 1874 es un auténtico récord, pero en 1918 sucedió algo parecido. Se sucedieron varios gobiernos, uno detrás de otro, hasta que el Rey Alfonso XIII dijo que así no se podía gobernar España y formó un Gobierno de concentración que tampoco funcionó. Sin llegar a los niveles de la Primera República, ha habido otras épocas en la historia de España en la que los gobiernos duraban meses… ¡o días!

Dibujo de la proclamación de la Primera República por la Asamblea Nacional, en febrero de 1873
Dibujo de la proclamación de la Primera República por la Asamblea Nacional, en febrero de 1873 – ARCHIVO ABC

—Si echamos un vistazo a la división y los cambios de gobierno en la Segunda República, da la sensación de que la inestabilidad estuviera en el ADN de los regímenes republicanos españoles.

—Puede ser, pero en la Primera República la mayoría de la población no era republicana, solo que decidieron abstenerse y esperar. Sabían que, sin participar activamente en la política, esa fruta caería sola, como sucedió. Los militares intervinieron simbólicamente solo al final, pero la República ya se había hundido a sí misma. Fueron cuatro líderes republicanos federales peleados entre sí de manera irreconciliable los que se las arreglaron para que su régimen no llegara al año.

—¿Es cierta la huida de Estanislao Figueras, uno de esos cuatro presidentes y frase de «estoy hasta los cojones»?

— La huida fue real. Encargó en secreto los billetes y se presentó en la estación él solo. Estaba tan harto de sus colaboradores que se marchó dejándolos ahí. Es cierto que, además, estaba psicológicamente tocado por la muerte de su mujer. Lo que no hay son testimonios de la declaración, aunque es probable que lo dijera.

—¿Qué paralelismos encuentra entre la Primera y la Segunda República para que nos podamos explicar el fracaso de ambas?

—Las dos cometieron el mismo error, que ni una ni otra contaron con el pueblo. En la Primera, los republicanos activos no cabían en una diligencia de las de entonces y el pueblo les traía sin cuidado. Un poco más allá de Madrid, ni se enteraban de lo que pasaba ni les importaba. Las guerras cantonales tampoco interesaban a mucha gente. Si preguntabas si preferían federalismo o unidad no sabían a qué se refería cada expresión. Sin embargo, cuando estallaba el conflicto eran capaces de coger la escopeta e ir a la barricada. Hay una anécdota que representa muy bien este desconocimiento:un día [el ministro de Hacienda hasta la proclamación de la Primera República y Premio Nobel de Literatura en 1904] José Echegaray pidió a los republicanos en el Parlamento que le explicaran qué era el federalismo y nadie le contestó. Es una situación parecida a lo que vivimos hace poco, cuando [el expresidente del Gobierno entre 2011 y 2018] Mariano Rajoy, preguntó a los políticos catalanes, cuando estaba a punto de poner en marcha el artículo 155, si se habían declarado o no independientes. Estos no fueron capaces de contestarle.

—A pesar de haber sido aceptada pacíficamente la Primera República, Alicante fue arrasada con bombas por los barcos cantonalistas llegados desde Cartagena para sumarla a su independencia.

—Cierto, las bombas están ahí, no son ningún mito. También existen los partes militares de esos barcos que bombardearon la ciudad desde el mar. Habría sido peor si el Gobierno de Madrid no hubiera mandado a la Armada a luchar contra los cantonalistas y un buque alemán no se hubiera puesto en medio de ambos bandos para evitar una masacre mayor. Ahí se terminó la guerra naval.

—Pero cayeron quinientos bombas…

—Sí, pero no fue una guerra. Fue un bombardeo de los cantonalistas antes de que llegara la Armada gubernamental. ¡Era absurdo! Los dos bandos eran republicanos, aunque unos defensores de la unidad y otros cantonalistas. Estos últimos querían vencer al Gobierno para extender su cantón, pero el primer ataque por tierra a Alicante duró hasta que los rebeldes vieron aparecer al Ejército unitario y volvieron a casa con el rabo entre las piernas. Sin embargo, la acción por mar fue salvaje, puesto que no bombardearon los arsenales, sino a la ciudad y sus habitantes.

—¿Por qué el federalismo no triunfó ni en Cataluña, epicentro de esa ideología, durante la Primera República, a pesar de que dos de los cuatro presidentes eran catalanes?

—En Cataluña el federalismo tenía mucha importancia, pero no triunfó precisamente porque esos dos presidentes catalanes, que hicieron uso de su influencia para apaciguar a los cantonalistas con el argumento de que ya defendían ellos su causa en el Congreso. Es lo mismo que ocurrió en la Segunda República cuando Francisco Macià declaró el Estado catalán. Los ministros republicanos catalanes viajaron rápidamente desde Madrid a Barcelona para frenar el golpe.

—La idea federalista sigue estando vigente. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, todavía la defiende.

—Si Echegaray resucitara y apareciera hoy en el Parlamento para preguntarle a Sánchez qué es lo que entiende por federalismo y qué quiere hacer con él, tampoco sabría qué contestar. Es curioso, porque, a diferencia de que sobre la la Primera República no se ha escrito prácticamente nada, del federalismo se sigue publicando muchísimo.

—En el libro aseguras que en la Primera República la prensa tenía una libertad aceptable, con periódicos de todas las tendencias políticas. Si tenemos en cuenta la censura que se dio en la Segunda, ¿se podría decir que la primera alcanzó cotas de democracia más altas?

—¡Uy, veo tan poca democracia en la Primera República que no me atrevo a decir eso! [risas] Es verdad que había libertad de prensa, que es una de las medidas de la democracia, pero hay otras muchas más. Si juzgo los dos periodos desde la óptica actual, ni la una ni la otra lo fue.

—¿Podría destacar un aspecto positivo de la Primera República que sirviera de aprendizaje para el futuro de España?

—Mmmmm… seguro que sí, pero tendría que pensarlo mucho. Por ejemplo, la lección que nos dio. Otra cosa es que esas lecciones no hayan llegado hasta hoy. Ahora, cuando venga la Tercera República, podría servir para que los líderes políticos se sentaran en una mesa a discutir qué hacer con ella y no entrar con los ojos cerrados como entraron en las anteriores, donde nadie supo lo que le esperaba al día siguiente.

 


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