Ledesma Ramos, por Ernesto Giménez Caballero

Ernesto Giménez Caballero 

RAZON ESPAÑOLA núm. 7

Octubre 1984

 

 

Un día de 1927, apenas fundada “La Gaceta Literaria”, César Muñoz Arconada, crítico musical y colaborador, me demandó con su voz de adenoide: —¿Puedo presentarte a un amigo y vecino mío de Cuatro Caminos, empleado de Correos? Tiene mucho interés en conocerte y hablarte. —¿Cómo se llama? —Ramiro Ledesma Ramos. Sabe mucho de filosofía y literatura y ha escrito algo. Al día siguiente por la tarde se presentó con él en nuestra imprenta de Canarias 41, fundada y dirigida por mi padre y donde yo con mi mono de paño azul y cremallera argéntea, componía y distribuía La Gaceta y recibía a los colaboradores sentado en resmas de papel y ofreciéndoles otras como acomodo. El paso de los obreros y el ruido de las máquinas hacía no fácil el entendimiento; pero creaba en cambio, un ambiente “porvenirista” como lo calificara el secretario, Guillermo de la Torre y entusiasmara a Marinetti cuando irrumpió allí cierta mañana, acompañado de Benedetta, declamando uno de sus, ya entonces, viejos poemas maquinísticos:

“Piston chaudiére, piston chaudiére pissssstton, pissstton, pisston…”

Ramiro Ledesma: media estatura, cuerpo enjuto, traje gris, pantalones rodilleados, flexible de alas bajas protegiendo un rostro celtíbero y enérgico y cubriendo un peinado de mechón caído. La voz, buena. Pronunciación: defectuosa en el vibrante velar haciendo las rrrr graseadas a la francesa.

—Me llamo Ramiro Ledesma Ramos y soy zamorano, sayagués.

—¿Sayagués? Me atrajo el sayagués desde que leí El Sayagués de Puebla de Sanabria de Fritz Krüger y su influjo dialectal en el teatro salmantino de Juan de la Encina Simpatizamos en el acto, y le invité a colaborar sin necesidad de una carta de Ortega en que me lo pedía y que me mostró después.

—¿Cuándo comenzó a escribir en La Gaceta? Tanto yo como sus biógrafos Tomás Borras y José María Sánchez Diana situábamos su primer trabajo el 15 de mayo de 1928: “Un transeúnte eximio: el matemático Rey Pastor”.

Pero mi asombro ha sido, al revisar la nueva edición de “La Gaceta Literaria” (Vaduz, Lichtenstein. E d. Tumer, 1980), encontrar en su índice de autores el nombre de Ramiro Ledesma Ramos en dos colaboraciones de 1927 que sólo tienen, en el original impreso, por firma una R. La primera: Libros italianos: Benedetto Croce ‘”Filosofía prática” (1 de marzo de 1927). Y dos meses después (1 de mayo) otra aportación: Necrología de un suicida. También con la simple inicial R. Esa designación colaboradora debió ser hecha por Enrique Montero, representante español de la editorial Topos, cultísimo y redactor del Índice.

La nota para el “Escaparate de libros” es breve (en ese escaparate hay otras sobre Marañón —”Gordos y Flacos”— sobre José María Hinojosa —”Poesía de perfil”—, sobre una portuguesa —”Farrapos de vida viva”— y otras dos sobre autores americanos, de Guillermo de Tone). La reseña de R. es sucinta y como para satisfacer al presentador de la “Filosofía práctica” crociana en España, Edmundo González Blanco, que debió ser contertulio de Ramiro en el Ateneo. A Don Benedetto le denomina: “genial profesor italiano” y exalta su obra. Por lo que todavía, en ese momento, no advierte Ramiro que estaba glorificando al máximo pensador antifascista de Italia. El lenguaje de tal nota es un tanto retórico y circunstancial. La otra reseña “Necrología de su suicida”, lleva dentro un problema personal. Presenta a un amigo suyo, León Tejedor y Lomas, asistente a veces a nuestras tertulias (yo no le recuerdo), que le entrega el artículo “Toledo nuevamente” y que le publicamos a continuación. Y el cual, según Ramiro “cohibido ante la vida” y “con una voz fuerte pero llena de gallos”, cumplió con su “Necrología” y se suicidó de un tiro. Pero lo interesante del comentario de Ledesma: la preocupación por la madre de ese amigo. “Ante la madre de un suicida empieza nuestra sensibilidad a oscilar”; “si se tiene vocación al suicidio hay que esperar a que la madre muera”; “sólo se deben suicidar los huérfanos de madre”. ¿Es lo que le impidió a él suicidarse? Ya que tuvo tal vocación desde su primer cuento en La Esfera: “El Vacío” escrito a los 17 años. Y en otros cuentos: “Suicidio” y “El sello de la muerte”, dedicado a Unamuno. Esos fueron sus primeros escritos.

¿Era Ramiro religioso? Ninguno de sus biógrafos lo confirma. Fue monaguillo en Torrefrades. Pero sus lecturas precoces, sobre todo en filosofía germánica y especialmente de Nietzsche, debieron llevarle al existencialismo de un Heidegger que conoció bien. Esa atracción y la repulsa del suicidio fueron sin duda, la raíz de su heroísmo. Y por eso murió atacando, queriendo matar antes a sus asesinos, al subir al camión que desde la cárcel madrileña de Ventas le llevaría con otro Ramiro (Maeztu) y otros mártires al paredón de Aravaca, en Madrid. Días antes, el 17 de julio, preguntaba por teléfono a la casa de mi madre (Plaza de las Cortes 9, donde radicaba “Acción española” y vivía don Juan March) si yo estaba bien. ¡Querido y admirable Ramiro! ¡Inolvidable Ramiro sobre el que voy a escribir sin rumbo fijo!

Me hubiera gustado conocer las relaciones con su madre. Era el cuarto hijo, delicado y distinto a los demás hermanos. Físicamente, de niño rubiáceo y con ojos claros, un celtíbero viriatesco (galaico-luso-zamorano). Romancesco: heroicidad y ensueño. Un rebelde fracasado como Viriato; pero un Viriato a su modo, un caudillo malogrado. Por eso le quise levantar un monumento en Zamora, y la Falange (sin las JONS) creo que lo prohibió. Yo viví esa tensión entre sus Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista y la Falange de José Antonio. Si hubiera vivido Ramiro, habría dado su voto a la otra unificación con el Tradicionalismo, en ese Movimiento político tricefálico (él, José Antonio y Franco) y que fue clave de nuestro movimiento, efectivamente y no un fascismo, contentando así a Ramiro que lo rechazó (y a mí de La Conquista del Estado ¡por fascista! no obstante haberle yo aportado nada menos que el título de esa publicación y alguna doctrina). Pero comprendí que quien quería erigir una política “nacionalista” evitara cualquier otro nacionalismo, ya que el Fascismo era italiano con un denominador “socialista” común a toda nuestra época y proviniente de su triunfo en Rusia con Lenin. Por eso, también José Antonio esquivaría de modo elegante, noble e inteligente tal sambenito (no en vano se llamaba Benito, aunque sin santidad, su inventor). Y lo mismo ocurriría con Franco. Tan nacionalista era le médula del Fascismo que el propio Duce proclamó que “non era merce di sportazione”. Y sin embargo: la palabra “fascista” se haría universal y antitética de “comunista”. Y por eso ahora se la sigue huyendo ocultándola bajo el tapabocas de “ultraderecha” y el comunismo “ultraizquierda”. Invenciones del centrismo y de la democracia cristiana que han querido quitar al fascismo su gran secreto.

La victoria, aparte de la genialidad militar de Franco, consistió en que España, por vez primera desde el XVIII, recobró sus aliados naturales: los “vecinos de nuestros vecinos”: Roma y Germania. La clave de oro de toda política internacional, revelada desde la Ley del Manu: “Tu enemigo, tu vecino y tu amigo, el vecino de tu vecino”. Viejo secreto que puse al día en mi Genio de España combatiendo la tesis orteguiana sobre la carencia de suficiente “fermento rubio” en el español. Y que por eso estábamos “invertebrados”. Lo he recordado en estas páginas recientemente.

Yo había entregado a Ramiro otras inspiraciones. No sólo mi manifiesto inicial y fundador, de la “Carta a un compañero de la Joven España”, el 15 de febrero de 1929, publicado en La Gaceta Literaria —donde no sólo se planteaba la doctrina nacional-sindicalista, sino hasta los emblemas como la bandera roja y negra con el haz y el yugo de los Reyes Católicos y el saludo de la mano abierta o sin armas. Otras inspiraciones: como las contenidas en mi libro Hércules jugando a los dados en el que Ramiro ya vio lo que otros ni sospecharon en aquellas páginas deportivistas, heraclidas y vanguardistas: la idea cesárea.

En La Gaceta del 1 de agosto de 1929 escribía Ramiro: “Giménez Caballero y su Hércules”. “Es admirable en medio de estos temas. Yo insistiría mucho en que la gente advierta la presencia de este hombre: porque es providencial en esta hora de España. ¡Alerta jóvenes! G. C. es flor rara en la cultura. Hombres así suelen tener asignados, en honra a su vigor, los puestos más difíciles. Recíprocamente: también le corresponden las mejores victorias”.

Cuando yo le entregué a Ramiro estas sugestiones, tuve que decirle lo que Ortega a mí poco antes cuando le solicité ¡luz! ¡más luz!: “A usted, Giménez Caballero, hay que dejarle ya solo”. Y eso es lo que, sin decírselo, realicé con Ramiro: dejarle ya solo, aunque siempre con mi mirada vigilante y mi corazón alerta. Y una amistad que duró hasta su muerte y que en mí sigue hecha devoción.

La obra de Ramiro anterior a sus colaboraciones en La Gaceta yo no la conozco sino por referencias de Juan Apa-ricio, Sánchez Diana y Tomás Borrás: “El sello de la muerte”, “El Vacío”, “El Quijote y nuestro tiempo”, “El lago Castañeda y sus alrededores”. E inéditos: (1924-25) “El escepticismo y la vida”, “El joven suicida”, “La hora romántica”, “Las hijas de Eva”, “El anticopemicano de Kant” y sus colaboraciones en la Revista de Occidente fueron: “Bertrand Rusell. Análisis de la materia”, “Un libro francés sobre Hegel”, “El causalismo de Meyerson”, “Introducción a la Filosofía matemática de Walter Brand y Marie Deutchlein”, “De Rickert a la fenomenología”, “El mundo de las sensaciones táctiles”, “Keyserling y el sentido”, “Esquemas de Nicolai Hartman”. Y “Sobre la filosofía del Renacimiento”. Y en el diario El Sol, “La filosofía, disciplina imperial. Notas para una fenomenología del conocimiento filosófico”.

En cuanto a sus publicaciones periódicas: La Conquista del Estado, de la que fui titulador y fundador con él y con Juan Aparicio, apareció el 14 de marzo de 1931. Con otros ocho colaboradores. Y con vicisitudes, duró hasta el 26 de octubre. Pero dejando en marcha no sólo una fe, sino también, una acción como indicara Ortega en su vaticinio de Leipzig por 1905. Y esa “acción” se denominó “Juntas de ofensiva nacional sindicalista” que crearon una revista, JONS flanqueada en Valladolid por Libertad de Onésimo Redondo. Y un único número promovido por el director de La Nación, Manuel Delgado Barreta, de El Fascio (16-3-1933) donde junto a nosotros apareció sin firma José Antonio Primo de Rivera quien iría a iniciar su propio movimiento con una publicación titulada FE (siglas de Falange Española). En 1934, se unen jonsistas y falangistas con un triunvirato y un famoso mitin en Valladolid (4-3-1934). Se fundan las CONS (Central Obrera Nacional-Sindicalista). Pero entretanto, ya ha brotado la “sangre” vertebrando otra vez a España, aunque esa sangre no fuera toda rubia. Pero sí española y de siglos. Hay un primer Consejo Nacional de FE de las Jons en el que intervengo bastante decisivamente mientras gano mi cátedra de Literatura votado por Unamuno, Presidente de la Liga antifascista. El 15 de enero viene la ruptura de FE de las JONS separándose Ramiro y José Antonio. Ramiro publica otro periódico: La Patria libre y dos libros Discurso a las Juventudes de España y ¿Fascismo en España?

Las colaboraciones de Ramiro en “La Gaceta Literaria” fueron las siguientes: 1 de marzo de 1927 sobre Croce y 1 de mayo “Necrología de un suicida”. Hasta el 15 de marzo de 1928, no aparece su primera colaboración firmada, sobre el matemático Rey Pastor en Madrid. El 1 de abril sobre Maurras, el 1 de mayo sobre Hauptmann; el 15 sobre Otto Braun; el 15 de junio sobre José C. Antuña; el 1 de julio sobre García Martí; el 15 de junio sobre Xirau y Descartes; el 1 de agosto sobre Mañach, X. Boveda y Marinello; el 15 de agosto sobre D’Ors-P. Vera y Vázquez de Mella; el 1 de septiembre sobre Juan Estelrich; el 15 de septiembre sobre Marcelino Domingo y sobre Gómez de Baquero; el 1 de octubre sobre Cinema y arte nuevo; el 15 de octubre sobre Maquiavelo y sobre Hans Driesch y Einstein; el 15 de noviembre sobre Carrasco, Ramanujan, Rey Pastor y Enriques; el 1 de diciembre sobre Filosofía y Ciencia; el 15 de diciembre sobre una Controversia aplazada.

Ya en 1929: 1 de enero sobre el filósofo Gómez Izquierdo; el 15 de enero sobre la matemática transfinita; el 15 de febrero sobre el Prof. Butty; el 1 de abril sobre el pedagogo Cossío y sobre Hertwig; el 15 de abril sobre el curso de Ortega y sobre Coumot; el 1 de julio sobre Kant y la lógica matemática; 1 de agosto, Giménez Caballero y Hércules jugando a los dados y dos notas sobre James y Espina; 15 de octubre, el Curso Universitario; 1 noviembre, “Las Asociaciones de estudiantes”; 15 noviembre, sobre Max Scheler; 15 diciembre, “La fenomenóloga en España”, 1930: 1 de enero, sobre “Andrenio”; 15 de enero sobre García Marti; 1 de febrero sobre Heidegger y el 15 también; 1 marzo, el filósofo Gómez-Izquierdo; 15 de marzo, Unamuno; 1 de abril: Heidegger; 15 abril sobre Carmona-Nenclares y su estudio sobre Ortega; 1 de julio, ¿Qué es la vanguardia?”; 1 de septiembre, “Plotino y las Eneadas”; 1 de septiembre: “El concepto católico de la vida” (sobre el Card. Mercier) 15 de septiembre: “Walter Pabst y Góngora”; 1 de octubre, “Vigencia de Vico; 15 de octubre: “El concepto católico de la vida”; 15 de noviembre: “Paul Barth: Los estoicos”; 1 diciembre: “Amor Ruibal”; 1931: 1 de enero, “La Filosofía en 1930; 15 de enero, “Kierkegaard”. Aquí se interrumpe la colaboración de Ramiro en La Gaceta para preparar sus propios órganos de expresión.

He querido pormenorizar su producción intelectual porque quizá en ella reside su fracaso de hombre de acción triunfante. Esa producción era admirable, y de haber seguido cultivando su capacidad científica y filosófica no sólo hubiera salvado la vida, sino logrado un alto rango cultural en España y fuera de ella. Pero prefirió sobre la idea la acción. El heroísmo y la muerte abnegada. Y, por tanto, la memoria de muchas juventudes y la perennidad de los escritos sobre él.

Su revista JONS me proporcionó una aventura que de haber él vivido le hubiera llevado al extremo de la agresión contra los bellacos que la urdieron. En esa revista publiqué por 1934 un ensayo sobre César o nada de Baroja como un antecedente de nuestra doctrina. Pues todos estos hombres del 98 y luego Ortega se formaron radicalmente con Nietzsche, el padre filosófico y universal del fascismo.

Pues bien, ese ensayo mío que leyó, gustó y conservó Baroja, lo utilizó en 1938 como prólogo a su libro Comunistas, judíos y demás ralea que le publicara Ruiz Castillo en Valladolid y que le valió, con su sobrino Julito, para facilitarles la entrada en la España nacional. Cuando yo lo supe a posteriori me sentí orgulloso y no le di más importancia que aquella dada por Baroja a mí. Pero terminada la contienda, en 1972 un Sr. Gómez Marín en una revista de Historia, afirmó que ese libro contra los judíos era mío y no de Baroja. Y de tal modo se propagó la falsedad que hasta amigos israelíes en Holanda y América rompieron conmigo. Sin que yo lograra del sabio sobrino de don Pío, Julito, que rectificara y dijera que fue el salvoconducto para entrar en España con ese prólogo publicado sin mi autorización ni conocimiento y que no era tal prólogo.

El interrogante título de ¿Fascismo en España? anunciaría su negación por carecer de características universales, frente a libros como mi Nueva catolicidad que las reconoce y hasta reconoce que ese libro las había anticipado. Sin embargo, señala dos factores que influyeron en su universalización: “un Estado nuevo” y su “Victoria sobre el marxismo”. Sin embargo, según Ramiro, no podía crearse una Internacional fascista por ser lo “nacional” su dimensión más profunda, el genio de cada pueblo. Y sin embargo, esa universalidad se la otorgó la oposición marxista.

Para Ramiro, las afirmaciones centrales y determinantes del fascismo serían éstas:

1. La Patria, como categoría histórica y social.

2. La negación del Estado liberal-parlamentario.

3. La oposición a la democracia burguesa y parlamentaria.

4. Sus grandes transformaciones revolucionarias.

5. Su nuevo sentido de la autoridad, la disciplina y la violencia.

En cuanto al problema del fascismo en España, que empezaba a trascender del suelo italiano, lo esencial es que no debe haber mimetismo. Puesto que su in-mediata raíz estuvo en el fracaso de la II República. Y otra más honda, en el patriotismo de los españoles que despertó en las juventudes nuevas, un ansia de revolución nacional frente a las derechas y frente a las izquierdas con un fondo social u obrero que se reveló hasta en figuras como la del marxista Joaquín Maurin en su libro La Segunda Revolución (Barcelona, 1935). El mismo es, ante todo, un “nacional-sindicalista”. Y para explicarlo, recurre a recordar su propia trayectoria con La Conquista del Estado el 14 de marzo de 1931, sin más precedentes que la campaña “de Giménez Caballero en 1929 que postuló por primera vez en España, una doctrina nacionalista moderna social y vital desenmascarando con eficacia lo que en el liberalismo demo-burgués había de podrido, reaccionario y antisocial”.

Después, Ramiro traza el perfil de los fundadores: el suyo, ante todo, con 25 años, recordando su vocación filosófica orientada por su maestro Ortega. Después hace mi semblanza “con una mística social y heroica logrando relieve europeo”. Juan Aparicio, que saliendo del comunismo, reveló una magnífica sensibilidad de español y patriota. Permanente y fiel Secretario, Ricardo Jaspe, burócrata amigo de Sangróniz y que duró poco. Bermúdez Cañete, el democristiano y pronto asesinado. Francisco Mateos, el dibujante. Raimundez el administrador, Iglesias Parga destinatario en Gotemburgo de la “Carta a un compañero de la joven España” en 1929, o primer manifiesto, inicial en La Gaceta Literaria. Y finalmente, Souto Vilas, gallego y Antonio Riaño hijo de un militar republicano. Tras esta presentación, Ramiro describe la publicación, su literatura y su acción. Ante todo, contra el separatismo. Transcribiendo una espléndida carta de Unamuno, que termina así: “Leeré con atención y sin prejuicios su semanario. Salude a los compañeros y esté seguro de la simpatía personal —ya que no política— de su afff° que se le ofrece amigo” (Salamanca 4-3-1931). Después Ramiro expone su intento de poner a la CNT de flanco. Su interferencia en la huelga de la Telefónica, una peripecia policiaca. La contemplación desde la sede de La Conquista en Avenida Dato 7. de la quema del Convento Jesuita de la calle de la Flor. El logro de un espíritu político y social nuevo. El nacimiento de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista en el último número de “La Conquista” (10 octubre 1931). Que se inician con “Nuevos jóvenes que quieren salvar a España”, recordando la anécdota de Fernando de los Ríos, que también descubre el Haz y las flechas de los Reyes Católicos en Granada. Donde agarran mejor las JONS es en Valladolid con Onésimo Redondo. Pero en el resto de España, solo encuentran una “atmósfera glacial”, que rompe el propio Ramiro con una conferencia en el Ateneo de Madrid, — camisa negra y corbata ‘roja— y que terminó de modo violento. En enero del 1930, fue Ramiro a la cárcel dos meses por atacar el separatismo catalán. Y estando en ella, Hitler tomó el poder en Alemania, mientras en España se cometía la barbarie gubernamental de Casas Viejas y se acentuaba la descomposición política. Fue por entonces cuando al director de La Nación (órgano de don Miguel Primo de Rivera) se le ocurrió publicar como semanario “El Fascio”, que no pasó del primer número, apareciendo en él sin firma un escrito de José Antonio.

El año 1933, fue el de la expansión jonsista con publicaciones, mítines y acciones como el asalto a los Amigos de Rusia. Pero también el del penal de Ocaña para varios de los jonsistas y de la que yo me libré por un aviso a tiempo del sereno de mi calle.

Sin embargo, habían ido apareciendo focos jonsistas peninsulares. Además de Madrid y Valladolid. En Barcelona, Bilbao, Zaragoza, Valencia y Galicia donde se sumó un gran talento que pasó del Comunismo al jonsismo: Santiago Montero Díaz, que escribió un magistral ensayo sobre Ramiro.

El 29 de octubre de 1933, hizo su aparición política José Antonio en el mitin de la Comedia fundando Falange Española. Ramiro en su libro, examina los componentes de tal organización y sus directivas ideales, basadas en el antecedente inmediato e inexcusable del jonsimo. Cerca de Ramiro y de José Antonio, yo intervine para la unificación de ambos movimientos, lográndola. Como también lo haría luego en Salamanca con la Falange Española de las Jons y los Tradicionalistas. Esas unificaciones, fueron el secreto del triunfo franquista y por no lograrlas el enemigo (fraccionado políticamente) perdió la guerra. La unión, culminaría en el importante mitin de Valladolid, el 4 de marzo de 1934. Después, violencias y caídos. Los chibiris o rojos atacan. Se nombra a José Antonio Jefe nacional. Y comienzan las crisis y la secesión de Ramiro y La Patria Libre y su idea de marchar a Barcelona y la afirmación final de que le vendría mejor “la camisa roja de Garibaldi que la camisa negra de Mussolini”. Eso fue en noviembre. Pero ya antes, en mayo había redactado otra publicación: su fichteano “Discurso a las Juventudes de España”, cuya lectura recomiendo íntegra y meditativa.

¿Qué figuras europeas pudieran emparejarse con aquella del español Ramiro Ledesma Ramos?

En Italia, no se dio el caso Ramiro. El precursor de Mussolini, Gabriele D’Annunzio fue ante todo un poeta y después un combatiente bien recompensada su vanidad por el Duce, haciéndole “Príncipe di Monte Nevoso”. En Alemania hay figuras algo semejantes en fundadores que se unifican con el Fuhrer, pero que su disidencia posterior les lleva a la muerte. Fue el caso de Gottfried Feder que tras su gran servicio de escritor anticapitalista y su influjo sobre Hitler murió arrinconado. Más trágico fue el destino de Emst Rohm. Colaborador de primera hora, disidente y emigrado a Bolivia, figura con Hitler como Jefe de Estado Mayor en la S. A. Ministro sin cartera y asesinado en 1934. Como Gregor Strasser, inicial colaborador del Fuhrer y con buenos servicios al Partido.

Pero donde se dieron figuras más parecidas a la de Ramiro —intelectuales y revolucionarias—, fue en Francia. Roberto Brasillach, criticó de L’Action Française, nacional socialista, colaboracionista en la guerra y fusilado en 1944. Marcel Bucard, fusilado también (1946) en Fort de Chatillon, creador del “Francismo” y de la Internacional fascista. Marcel Deat, socialista y antifascista, pero después director de L’Oeuvre, propugnó la colaboración con el Eje. Condenado a muerte en rebeldía. Jacques Doriot, comunista y antifascista rival de Thorez; pero después fundador de la “Legión de los voluntarios franceses” muriendo al lado de los alemanes. Drieu la Rochelle que vio en el fascismo el rejuvenecimiento del mundo y murió suicidado… Habría que recordar al belga León Degrelle con su movimiento “Rex”, refugiado luego en España. Dos ingleses: Amold Spencer Leese y Sir Oswald Mosley. El primero veterinario y sobrino de un barón, fundó en 1929 la “Imperial Fascist League” y la revista The Fascist siendo su símbolo un haz lictorio. Y en cuanto a Mosley, noble, combatiente, laborista, Canciller con Mac Donald y fundador en 1932 la “British Union of Fascist”. Encarcelado, tomó tras la guerra. con sus ideas corporativas. Joris van Severen, flamenco y caudillo del movimiento nacionalista de Flandes. Y asesinado. Hay que recordar a los rumanos: Codreaiu, fundador de la Guardia de Hierro, asesinado con trece de sus seguidores, Horia Sima que asumió el mando de la Guardia de Hierro tras la muerte de Codreanu, condenado a muerte en rebeldía; Ion Motza y su amigo Marin, muertos peleando en España contra el comunismo. De Hungría habría que recordar a Zoltan Bozormeny y a Mesko. Al suizo Rolf Henne Fundador de un Frente Nacional. A los eslovacos Taka y Alexander Mach. Al ruso Larki. Al holandés Anton Adriaan Mussart. Al croata Pavelich. Al eslovaco Tiso.

El final de Ramiro tuvo algo de poema que no puedo olvidar. Para terminar su ¿Fascismo en España? regresó a sus orígenes natales, a su sayaguesa Puebla de Sanabria en cuyo lago como un joven Nietzsche en la Engadina hace las que serán sus últimas meditaciones sosegadas en libertad. Porque retorna a Madrid, donde tiene la familia de padres y hermanos, a su calle de Santa Juliana en el atroz Cuatro Caminos. José Antonio desde la cárcel de Alicante dio la orden de cooperar con Ramiro a los camaradas que estuvieran aún en libertad. El 11 de julio, logró sacar el primer número de Nuestra Revolución, y quedó cesante como empleado de Correos. Era el 2 de agosto, mi cumpleaños. El día anterior había preguntado de nuevo telefónicamente por mí a casa de mi madre. Había cenado con su hermano en la glorieta de la Iglesia. No pudieran llegar a casa. Un coche les siguió, les detuvo y se los llevó a la Dirección General de Seguridad en la calle de Víctor Hugo. De allí, pasaría a la prisión de Ventas, donde estaba el otro Ramiro, Maeztu. El mismo Ledesma se había identificado rechazando documentos que le pudieran salvar. Entre miserias y sufrimientos, pero .con una serenidad de predestinado, Ramiro soportó su cautiverio. En la madrugada del 29 de octubre, por fin, le sacaron al camión. Su muerte fue allí mismo, iba de la mano de Maeztu, de pronto, se soltó exclamando: “A mí me matáis donde yo quiera, no donde vosotros queráis”. Y abalanzándose al fusil más cercano quiso arrebatarlo; pero un miliciano disparó el suyo sobre su cráneo que salto en pedazos. Maeztu se tapó la cara exclamando “¡Jesús!” El cadáver de Ramiro lo tiraron dentro del camión a lo pies de los otros condenados. Marcharon al cementerio de Aravaca donde abrieron una fosa a la que fueron arrojando fusilado tras fusilado.

Para terminar esta evocación, me fui una tarde a Santa Juliana 3 en Cuatro Caminos. La casa estaba repintada, una casa de “modem style”, a lo principios de siglo. Sin embargo, en su fachada baja había una pintada con una consigna ledesmiana: “PATRIA, PAN Y JUSTICIA” y una cruz gamada. Allá, a la izquierda el Cine Europa donde hablara José Antonio. En la calle una pajarería, un herbolario, una sastrería y dos bares. Creo que en su piso aún habitado por su familia todo sigue igual que él lo dejara, mesa, sillas funcionales.

De allí, aquella misma tarde marché a Aravaca con mi esposa que tanto le estimaba. Nos hubiera gustado llevarnos a Juan Aparicio. Y aún recoger en su chalet de Fuente del Rey a José María de Areilza que le protegió. El campo-santo estaba cerrado; pero entre las verjas vimos el altar y la cruz sobre la fosa común donde cayeron acribillados los demás. Era una tarde dulcísima, otoñal y allí, descampada. Rastrojos. Soledad. En el suelo, ¡oh! cartuchos (de escopeta). Y recordé que cuando a nuestro común maestro Ortega le comunicaron la muerte de Ramiro dijo: “No han matado a un hombre, han matado a un entendimiento“. No sólo un entendimiento, querido Ortega; también a un corazón de héroe.


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