Franco, espejo de soldados (I), por Carlos de Meer

FRANCO, ESPEJO DE SOLDADOS
Coronel Carlos de Meer y de Ribera

Boletín Informativo Nº 37

 

Francisco Franco nació en Ferrol el día 4 de diciembre de 1892, en el seno de una familia de clase media, escasa de recursos pero rica en valores espirituales. Su Madre, Dña. Pilar Bahamonde y Pardo de Andrade, educó a sus hijos en un acendrado catolicismo, que penetró profundamente en el espíritu del niño Francisco, forman-do su carácter en una religiosidad que le acompañaría todos los días de su vida y fortalecería su espíritu, en los más difíciles trances, tanto en los campos de batalla frente al enemigo, como en los despachos frente a los graves problemas en que debería tomar parte para salvar a la Patria.

Francisco comenzó sus estudios en el Colegio del Sagrado Corazón, donde sacerdotes abnegados formaron la conciencia cristiana del niño.

Al cumplir los doce años pasó al Colegio de Marina dirigido por el Capitán de Corbeta, D. Saturnino Suances. Cuentan sus profesores que la afición del joven Francisco se dirigió principalmente a los estudios históricos.

El paso siguiente debía haber sido el ingreso en la Escuela Naval, siguiendo la tradición familiar y su vocación marinera. Pero el cierre de la Escuela Naval como consecuencia de la derrota de la flota española en Santiago de Cuba y Cavite en Filipinas, obligan a Francisco a cambiar su vocación marinera, por la vocación militar en la Academia de Toledo, reabierta por D. Alfonso XIII en 1902.

Es preciso recordar, para analizar el carácter de Franco, las circunstancias que rodean su infancia. España sufre en 1898 la más humillante derrota de su historia, frente a los Estados Unidos, en aguas de Cuba y Filipinas. El impacto producido en España es terrible y la impresión que aquella catástrofe causó en las tiernas mentes de los niños fue tan grande que a aquella generación, se la llamó «Generación del Desastre».

En Ferrol fue particularmente violenta la impresión en las mentes infantiles, por la visión directa del regreso de nuestros soldados derrotados, malheridos, mutilados y enfermos; tras una guerra arteramente fomentada por los yankis durante muchos años. Asimismo, el regreso de muchos españoles «indianos», despojados por los yankis de sus ingenios azucareros. Estos hechos causaron en aquellos niños un sentimiento de humillación ante aquella tremenda injusticia hecha en nombre de la libertad del pueblo cubano.

Papel principal en el conflicto desempeñó la sensacionalista, belicosa y falaz prensa yanki, que buscaba la guerra con España, suministrando armas a los rebeldes e inventando toda clase de infundios, para excitar a la opinión pública contra España y exigir la declaración de guerra.

Si bien la campaña belicista plagada de mentiras fue desarrollada por toda la prensa yanki, hubo periódicos de la llamada prensa amarilla que se distinguieron por su mendacidad, y la absoluta falsedad de su información. Fueron estos el «World», de Pulitzer, y el «Journal», de Hearst (el ciudadano Kane de Orson Wells) que sobrepasaron todas las cotas de la mentira y el impudor informativos, con el doble propósito de conseguir la declaración de guerra y el aumento de sus tiradas.

Sólo como muestra del espíritu mendaz y belicista contaremos la anécdota siguiente, sacada de un autor americano. El dibujante Remington fue enviado a la Habana, por Hearst, para que enviara al periódico sus dibujos sobre la guerra. Al llegar a La Habana, el dibujante comprobó la absoluta tranquilidad del ambiente y telegrafió al periódico «Aquí no hay guerra, solicito permiso para regresar». Hearst le contestó: «Permanezca allí. Usted facilite las ilustraciones, yo facilitaré la guerra».

Otra muestra de los informes periodísticos fue la noticia publicada por cientos de periódicos americanos sobre la crueldad de los españoles. Afirmaban con toda seriedad que el General Weyler, todas las noches y para divertirse con el espectáculo, hacía sacar de los calabozos del Castillo del Morro a varios prisioneros políticos para hacerlos arrojar a los tiburones de la bahía.
Otra noticia se refería a que los oficia-les españoles cortaban las orejas a los cadáveres, y resecadas las enviaban a España para servir de juguete a sus hijos.

Es posible ver en las hemerotecas que estas informaciones se publicaban en periódicos serios y conservadores como el Herald, de Boston; el Plain, de Cleveland; el World, de Omaha; el Courien, de Buffalo; el Oregorian, de Portland, etc…

Todas estas truculencias, creídas por el americano medio e incluso por sus gobernantes, creaba el ambiente necesario para una guerra con España, que agotada y empobrecida eludía toda provocación, para evitar el conflicto. El primero que buscaba la guerra era el belicoso presidente Mackinley, que deseaba apoderarse de Cuba, Puerto Rico, Filipinas Guam y las propias Islas Canarias, realizando las teorías expansivas de dominio oceánico desarrolladas por Mahma, similares a las que sostendría posteriormente en Alemania Haushofer y las que ya había expuesto Mackinder respecto al Imperio Inglés.

Esta campaña de insultos a España, la derrota sufrida por la Patria, y el desprestigio internacional, desarrollaron como reacción en aquellos niños un amor exaltado a la Patria y un deseo constante de devolver a España el puesto que le correspondía en el mundo. Años después, Franco reflexionaría sobre la incapacidad y falta de patriotismo de un gobierno que había ordenado al General Blanco rendirse, cuando éste informaba a Madrid del deseo del Ejército de combatir contra el invasor y tener fuerza para hacerlo con eficacia.

Característica primordial del carácter de Franco fue, para los que le trata-ron, el patriotismo más absoluto y sin condiciones, y el rechazo a todas las doctrinas, partidos y organizaciones que relegaban la Patria al baúl de los recuerdos.

Franco, pues, antes de ser soldado, era ya un patriota integral y este patriotismo fue norte de todas sus actuaciones, hasta su magistral testamento.

Con este bagaje intelectual, Francisco Franco se presenta en el Alcázar de Toledo y realiza un ingreso como Cadete de Infantería en 1907 a sus ca-torce años.
Varias anécdotas, durante sus estancia en la Academia de Infantería, definen el carácter del joven Franco.

A causa de sus pocos años y corta estatura, pretenden darle un mosquetón, arma más corta que el fusil reglamentario. Pero el cadete Franco pide se le entregue un fusil como a sus compañeros, y dice al instructor: «Todo lo que haga el más fuerte de mi sección, lo haré yo».

Al joven cadete le resultan humillantes y estúpidas las novatadas; no obstante, acepta resignado la primera que sufre de los compañeros de segundo curso. Cuando a los pocos días pretenden repetir la pesada broma, consistente en esconderle sus libros debajo de la cama, el cadete Franco se indigna, considera ofendida su dignidad y reacciona lanzando una palmatoria contra el autor de la broma.

Se organiza un gran jaleo y son sor-prendidos los cadetes por el oficial de servicio que exige a Franco le cuente lo sucedido. Franco narra los hechos y dice que «era una novatada demasiado repetida para que su dignidad la pudiese soportar», pero a la vez se niega a dar el nombre del autor de la pesada broma.

Amor propio, sentido de la propia dignidad y compañerismo a todo trance, características que siempre Franco pondrá de manifiesto y cultivará en sus subordinados.
Mientras Francisco Franco y sus compañeros se forman en Toledo en el amor a la Patria, en el estudio de las viejas glorias, en África se combate. Las hazañas de nuestro ejército, en las tierras Metías, sirven de emulación para los jóvenes aspirantes a oficia-les, que sobre los mapas estudian las operaciones y desean impacientes recibir sus diplomas para marchar a Marruecos y derramar su sangre por la Patria.

El 13 de julio de 1910 recibe Franco con su promoción, el nombramiento como segundo Teniente y pasa destinado al regimiento Zamora nº 8 de guarnición en Ferrol. Sus superiores desestiman su petición de ir a Marruecos a causa de su corta edad, pues en ese momento no tiene más que 17 años.

En Ferrol se aplica a las tareas propias del servicio de guarnición, adquiere experiencia en el trato con el sol-dado y en los distintos servicios que se le encomiendan y además se dedica a leer y aumentar sus conocimientos históricos y tácticos. Cosa importante que demuestra su profunda religiosidad es que se apunta a la «Adoración Nocturna».

Un día ve en el boletín el nombramiento de su antiguo director, el Coronel D. José Villalba Riquelme, como Jefe del Regimiento África nº 68. Inmediatamentee escribe a su antiguo Jefe solicitándole un destino en un nuevo Regimiento. El Coronel Villalba considera que los dos años pasados en la tranquila guarnición de Ferrol han sido suficientes para madurar a un joven discípulo, y consigue sea destinado a su Regimiento de guarnición en Melilla.

El día 12 de febrero de 1912 desembarca en Marruecos el segundo Teniente Francisco Franco. En ese momento puede decirse que comienza la carrera militar más brillante del siglo XX.
Por aquellas fechas la situación de España en Marruecos era notable-mente insegura. España poseía en firme las ciudades de Ceuta y Melilla, pero todo el territorio que le había correspondido pacificar por el Tratado de París, estaba prácticamente insumiso, en manos de cabecillas rebeldes que provocaban constantes incidentes con las fuerzas españolas de pacificación. El Gobierno de Canalejas decide, por estos motivos, enviar refuerzos a la ciudad de Melilla, don-de la situación es más grave, combatiéndose en sus alrededores desde 1909.

El segundo Teniente Francisco Franco llega a Melilla en esa circunstancias, y entra en campaña. Enseguida puede comprobar las deficiencias de nuestro ejército, la escasez de fuerzas y las condiciones durísimas de aquella tierra, seca, desértica, pedregosa, con un clima de calor asfixiante, que soportan mal los soldados españoles.

La primera operación de importancia en que participa el segundo Teniente Franco fue la toma del aduar de Haddu. El Coronel Dámaso Berenguer, que observaba la operación, comentó elogiosamente la gran habilidad táctica del nuevo Teniente.

En Julio de 1912 llega el ascenso a Teniente de Franco. Será el único ascenso por promoción en toda su carrera africana.

Consigue Franco ir destinado al Grupo de Regulares de Melilla en abril de 1913.

Eran los Regulares unidades creadas por el Teniente Coronel Berenguer en 1911, formadas por soldados indígenas, bien adaptados a aquella tierra y al clima tórrido pero mandadas por oficiales españoles. Al Teniente Franco le toca quedar destacado en Sebt próximo a Melilla.

Al estallar la revuelta de Yebala, fue enviada su unidad a Ceuta para participar en las próximas operaciones.

Las tareas principales que debían des-arrollarse en aquella campaña eran las de avituallar los distintos puestos avanzados, lo que se efectuaba enviando columnas, que debían recorrer territorio hostil y sufrían muchas bajas, como consecuencia del sistema empleado por los rifeños, de colocar sus hombres detrás de las peñas, para disparar contra estas columnas de su-ministros, a las que hacían muchas bajas. Ante cualquier posible reacción, los rifeños dispersos desaparecían por los riscos.

Encargado el Teniente Franco, en el combate de Izarduy, próximo a Tetúan, de ocupar unas alturas, lo hizo con su compañía, al asalto, frente a un enemigo tenaz y valiente. Por su bravura en este combate y en los de Beni Salem y Laucien fue propuesto para el ascenso a Capitán.

El General Vigón cuenta cómo por aquellos días conoció a Franco en una tienda del Campamento «…estaban allí, el Capitán Mola, Serrano, Yagüe y también un Teniente del Ferrol, moreno, muy tranquilo, nada bullanguero, activo, cordial y del que ya se hablaba con admiración de su valor y que estaba propuesto para el ascenso a Capitán por méritos de guerra. Se llamaba Francisco Franco…».

A Franco ya se le habían concedido dos Cruces Rojas del Mérito Militar, cuando el 15 de enero de 1915 es por fin promovido a Capitán por méritos de guerra. Era el Capitán más joven del Ejército con sus 22 años. Su próximo destino iba a ser la Península, pero se movió con gran agilidad y con-siguió un destino en el Grupo de Regulares de Melilla. Allí recibió su ter-cera Cruz Roja del Mérito Militar.

Su buena suerte causaba ya asombro a los que le conocían. Todos sus compañeros habían sido heridos o muer-tos y él no tenía un sólo rasguño, a pesar de arriesgar constantemente la vida y encontrarse siempre en vanguardia de sus fuerzas. Los moros a sus órdenes decían que, «el Teniente Franco tener “Baraka”» es decir suerte, suerte que le libra de las balas. De cuarenta y dos oficiales que comenzaron las operaciones con él, sólo siete estaban vivos y entre ellos Francisco Franco.

Se ha dicho que por esta época, Franco era frío en cuestiones religiosas. Esta afirmación es falsa. La verdad es que no le agradaba la concurrida misa de doce. Su costumbre de acuerdo con su carácter reservado era asistir a hora temprana a misa en la Virgen de África.

En junio de 1916, el mando decide operar en Yebala contra las tribus de Anyera, cercanas a Ceuta, en una zona de montañas impracticables, que los naturales tienen como baluarte, para interceptar las comunicaciones con Tetuán y Tánger, y producir al Ejército español constantes bajas.

Se encarga de la acción principal a la columna del Coronel Génova, que inició la marcha a las tres de la mañana del día 29 de junio, hacia la posición de kudia Federico.

Marcha la columna en el centro del dispositivo con el objetivo de ocupar las alturas del Biutz. Lleva en vanguardia el tabor de regulares del Comandante Muñoz Güi, con dos escuadrones en descubierta. Los escuadrones se lanzan al galope para ocupar la Loma de las Trincheras. pero son deshechos por un fuego muy denso de los rifeños. Entonces toma el relevo la primera Compañía del tábor, al mando del Capitán Palacios, que es también rechazada con muchas bajas, entre ellas su propio Capitán.

A continuación, se encarga de atacar la tercera Compañía, al mando del Capitán Franco. Avanza con decisión, recibe un fuego intenso, pero consigue rebasar a la primera Compañía, continúa hacia adelante y rebasa a los restos de los dos escuadrones. El fuego es intensísimo y las pérdidas en hombres de su unidad tremendas. El Capitán Franco, impasible ante el fuego enemigo, avanza en primera línea. La Compañía ha perdido ya a todos sus oficiales y Franco debe suplirlos, yendo de acá para allá, dando órdenes a todas sus fuerzas.

El Comandante Güi cae mortalmente herido. El Capitán Franco se hace cargo del mando de los restos del tabor. Franco y sus bravos indígenas avanzan. Sus hombres electrizados por el valor y la indomable energía de su Capitán, no piensan más que en llegar al final, hasta ocupar la loma. Pero los rifeños se retiran y vuelven a organizarse poco más allá, defendiendo con furor su terreno.

Franco tranquilo da órdenes y, sobre todo, da ejemplo de valor siempre en primera línea, de pie, erguido, sin agacharse ni ocultarse nunca. Las balas parecen respetarle. Cae a su lado un rifeño, que rodilla en tierra disparaba. Franco quita el fusil al muerto, y comienza a disparar como un soldado más, pues los hombres escasean, las bajas son terribles. Es, en ese momento, cuando recibe un balazo en el vientre y cae. La herida es mortal de necesidad. Pretende seguir mandando a sus hombres pero la hemorragia es tremenda, pierde la voz y cae agotado. La Compañía se queda sin mando.

Sus hombres excitados hasta el paroximo, por el valor de su jefe herido, continúan hasta ocupar la maldita loma de las trincheras. La operación ha terminado con la victoria.

Las bajas han sido tremendas, más de la mitad de los soldados, todos los oficiales y el propio Capitán. También murieron los tres Comandantes que mandaban los tres tabores.

Lo primero que hace Franco, es pedir que acuda el Capellán, y allí se confiesa devotamente con el P. Quirós.

Allí mismo, Franco recibe una cura de urgencia, que le hace el Capitán Médico Mallou, que quizá le salvó la vida. Es evacuado a Kudia Federico donde se encuentra el hospitalillo de campaña. Dada su extrema gravedad, los médicos no se atreven a evacuarlo a Ceuta, pues moriría en el camino, se limitan a inyectarle morfina para aliviar los tremendos dolores y hacerle una cura de circunstancias el Capitán Médico Blanco, con la idea de tranquilizar al herido, pero sin ninguna esperanza de salvarle. En aquella época, con aquel clima tórrido y sin antibióticos, las infecciones en estas heridas del vientre se declaraban a las pocas horas, y eran mortales de necesidad. Pero pasan quince días y el Capitán Franco no muere. Ante tal resistencia, deciden evacuarlo a Ceuta. Ya en el hospital de Ceuta se aprecia en la radiografía que la bala ha seguido una extraña trayectoria sin dañar ningún órgano vital. Se le interviene y en pocos días está en condiciones de marchar a su tierra para convalecer de la herida. Franco tenía por norma, antes de entrar en combate, no tomar ningún alimento desde la tarde ante-rio. Esta prudente costumbre puede que colaborara a salvarle la vida.

En la Orden del día sale citado el Capitán Franco como «distinguido por su valor, sus dotes de mando y la energía que había desplegado en el curso del combate». Se le concede la Cruz de María Cristina y se le propone para el ascenso por méritos de guerra. Esta propuesta en principio se paraliza a causa de la extremada juventud de Franco. También se le propuso para la laureada, pero se denegó la propuesta, por una aplicación excesivamente literal del durísimo reglamento de la Orden.

Poco después, el General Gómez Jordana, Alto Comisario, decide informar favorablemente el ascenso, razonando que la juventud de Franco es un mérito más del bravo Capitán.

En noviembre ya está en condiciones de incorporarse a su tábor, y el 2 de enero Franco es destinado al Grupo de Regulares, Tetuán nº 1 y allí es ascendido a Comandante en febrero de 1917. Es el Comandante más joven del Ejército.

Audacia, valor sin límites, serenidad en medio del fuego enemigo, son virtudes que brillan en la actuación del Capitán Francisco Franco.

Aquel ascenso convierte a Franco a los veinticuatro años en el Coman-dante más joven del ejército. Pasa destinado al Regimiento del Príncipe nº 3 de Guarnición en Oviedo. Franco, añorando a sus queridos Regulares, se encuentra en Oviedo solamente en espera de volver a África. Mientras tanto lee mucho: HISTORIA, ECONOMÍA, SOCIOLOGIA y ARTE MILITAR.

En 1918 Franco marcha a Madrid a hacer un cursillo de tiro en la Escuela del Arma. Allí Franco conoce al Comandante Millán Astray, mayor y más antiguo que él, y entre ellos nace una profunda amistad que durará para siempre. Este encuentro resulta trascendental para el futuro de Francisco Franco.

Nos lo cuenta el propio Millán Astray «…en aquella época mi preocupación constante era crear la Legión y pensaba que necesitaría hombres fuera de lo común pero sobre todo precisa-ría de un segundo que poseyera todo lo que me faltaba para llevar a buen fin mi gran empresa. Después de conocer a Franco ya no pensé sino en él».

Franco regresa a Oviedo esperando la llamada de Millán Astray. En el entre-tanto se fijó su boda para el próximo otoño (1920). Pero en septiembre llega el telegrama de Millán Astray, y Franco inmediatamente marcha a Marruecos aplazando sine die su inminente boda. Después sus legionarios cantarían con música de la Madelón una cancioncilla que venía a decir «El Comandante Franco es un gran militar, que plantó a su novia para ir a luchar».

Llegado a Ceuta, Millán Astray le expuso sus planes. Quería crear una fuerza de choque en la que se practicara un durísimo entrenamiento físico, y se rindiera culto al valor, a la disciplina, y al compañerismo junto con un desprecio ritual a la muerte. El grito de «viva la muerte», que ha sido criticado por muchos intelectuales, tiene un profundo sentido del culto máximo a los valores de la virilidad, el compañerismo y la entrega total en beneficio de la comunidad. Se trataba, por Millán Astray, de resucitar el viejo espíritu de los tercios españoles de Italia y Flandes. El Espíritu gráficamente expresado por Velázquez en su «Cuadro de las Lanzas». Sus voluntarios serán «Caballeros Legionarios), igual que sus lejanos antepasados eran «Se-ñores Soldados». Sus unidades se llamarán Tercios, su emblema las tres armas que dieron nombre al tercio, los piqueros, arcabuceros y ballesteros.

La Legión recobra el viejo espíritu de los Tercios de Italia y Flandes. La organización se la da Franco, la fantasía Millán Astray. Lo expresa muy bien Marquina en el romance del Capitán, de su obra «En Flandes se ha puesto el sol».

«Capitán de los Tercios de España Señor Capitán…

el de la torcida espada

de la capa colorada

y el buen caballo alazán:

si fuera de empresa mía,

si mi honor no se oponía,

si diera mi fantasía

rienda suelta en este día,

ya que partes Capitán

contigo me partiría…»

 

Años después, Franco, siendo ya Gene-ralísimo de los Ejércitos, concede a su oficialidad, como premio por haber triunfado en la Cruzada, el uso de la banda carmesí, característica de los Tercios viejos, como se puede ver en el cuadro de Velázquez. Millán Astray redacta con Franco, el «Credo Legionaria», en parte inspirado en el Bushido, Código del honor de los Samurais japoneses. El Bushido se resume en estas proposiciones:

«El Samurai no sirve a dos señores».

«El Samurai no tiene dos palabras».

«El Samurai no teme derramar su sangre».

Son las reglas morales del Samurai fidelidad a su señor, destreza en el manejo de las armas, desprecio de la muerte, dominio de sí mismo.

El Credo Legionario es un verdadero código del guerrero. Se inculca al soldado el valor hasta la temeridad, el compañerismo sin condiciones y el desprecio a la muerte. Son estas proporciones un auténtico reflejo, del ejemplo de los dos fundadores, Millán Astray y Franco.

La Legión nace en la llamada «posición A», hoy Cuartel de García Aldave, a pocos kilómetros de Ceuta, y de allí pasa a Dar Riffien, auténtica casa solariega del tercio. Es allí donde Franco actúa como organizador de aquella nueva Fuerza de choque. Franco es el cerebro que organiza, dispone y resuelve problemas. Millán Astray es el romántico, el idealista, el místico de la guerra. Franco diseña el campamento, se preocupa de todos los problemas de habitabilidad, procura agua corriente… Su idea es que el legionario, en sus períodos de descanso, goce de todas las comodidades que puedan conseguirse en una ciudad, que viva como un señor y que como tal se sienta y reaccione. Exige a sus oficiales traten al legionario con cariño y lo expresa por escrito repetidamente. En las «Instrucciones para el Régimen Interior de la Legión» dice: «El cariño de sus superiores compensará al legionario de la falta de familia». El trato con el soldado, ordeno sea lo más afectuoso, interesándose por su salud… No permitir en el trato con el soldado formas violentas, ni insultos, ni ofensas que puedan herir su espíritu caballeresco.

La manera de mandar influye mucho sobre la manera de obedecer…

Cuando Millán Astray y Franco consideran su Legión preparada, solicitan del General Sanjurjo que los coloque en vanguardia, para demostrar su valor y su eficacia. Cumplen el precepto de pedir voluntariamente los puestos de mayor riesgo y fatiga, de complacerse en las misiones más peligrosas, de despreciar el miedo a la muerte.

La primera vez que su Bandera, que se llamó de «Los jabalíes de Borgoña» por haber elegido Franco para su guion estas armas, entró en fuego, fue en Xauen… Los legionarios al oír por primera vez el fuego enemigo y sentir el silbido de las balas, fue tal su alegría, que se pusieron a bailar, lanzando los gorros al aire y gritando ¡Viva la Legión! ¡Viva la Legión!

A principios de julio son enviados al frente cerca de Larache, a combatir el Raisumi. Allí, el Tercio demuestra su eficacia sometiendo muchos poblados rebeldes y allí empieza a hacerse famoso su uniforme verde.

De repente en julio de 1921 Millán Astray recibe la orden de marchar a Melilla, donde se ha producido una gran derrota de las fuerzas españolas frente a Abd-el-Krim, en Annual.

El Tercio embarca en Ceuta, en la expedición que al mando del General Sanjurjo se dirige a Melilla a toda máquina, porque el tiempo es precio-so y es necesario llegar lo antes posible.

Desde Melilla, el General Berenguer envía repetidos mensajes para que aceleren la marcha, porque existe el peligro de la caída de la ciudad en poder de los insurgentes.

La Legión llega a Melilla, e inmediata-mente se organiza un brillante desfile para galvanizar a una población aterrorizada, por su práctica indefensión. La 1ª Bandera de Franco y la 2.» de Fontanes, se pasean por las calles melillenses y animan la ciudad, con sus cánticos guerreros y sus pasos marciales. La población se tranquiliza al ver a aquellos guerreros que, orgullosos, desean combatir a la morisma inmediatamente, sin precisar ninguna suerte de preparación.

Millán Astray y Franco piden a Sanjurjo que les deje ir en socorro de los pocos defensores que aún aguantan en Nador, pero el General les deniega la petición, por considerar que no dispone de fuerzas suficientes para defender Melilla.

Franco anota en su diario «En la guerra hay que sacrificar el corazón…».

El 8 de septiembre 1921. En el informe que el General Riquelme hace de Franco dice «…se distinguió en este combate, por reunir excepcionales condiciones de valor, energía, inteligencia y aptitud profesional…».

Millán Astray debe marchar a la Península para formar nuevas unidades legionarias. El Comandante Franco queda en Melilla como jefe accidental de la Legión.

El 17 de septiembre pudo el General Sanjurjo, reunidos los efectivos suficientes, dar la orden de ataque. En las operaciones que se desarrollaron fue gravemente herido en el pecho Millán Astray. El Comandante Franco volvió a ocupar la jefatura accidental de la Legión y le correspondió ocupar Nador, sintiendo y así nos lo cuenta, en su «Diario de una Bandera», el horror más espantoso, al encontrarse la ciudad convertida en un cementerio nauseabundo, de cadáveres profanados y horriblemente mutilados.

El día 10 de octubre se ocupa el Gurugú. Allí cae mortalmente herido el Barón de Misena, ayudante de Franco cuando comunicaba a su jefe el cumplimiento de una orden.

La suerte de Franco resultaba asombrosa para sus hombres, que le veían siempre en primera línea, estirado, dando órdenes e instrucciones en medio del fuego enemigo, impasible ante el peligro, seguro de que las balas no iban a por él.

Un enemigo de Franco, el escritor socialista Barea pone en boca de un legionario las siguientes palabras: «…Franco se pone a la cabeza… y bueno, es alguien que tiene riñones, hay que admitirlo. Yo le he visto marchar a la cabeza de todos completamente derecho, cuando ninguno de nosotros nos atrevíamos a despegar los morros del suelo, de espesas que pasaban las balas… Te quedabas allí, con la boca abierta, esperando que los moros le llenaran de agujeros a cada momento, y a la vez asustado de que lo hicieran, porque entonces estabas seguro de que echabas a correr. Hay además otra cosa: es mucho más inteligente que Millán Astray… Créeme es un poco duro ir con Franco. Puedes estar seguro de tener todo a lo que tienes derecho, puedes tener confianza de que sabe donde te mete, pero en cuanto a la manera de tratar… Yo he visto a asesinos ponerse lívidos porque Franco los ha mirado una vez de reojo. ¿Sabes? yo creo que ese hombre no es humano, no tiene nervios. Además es un solitario». (A. Barea «La Ruta»).

En noviembre de 1921 se le encarga al Comandante Franco la conquista del Uisán, macizo desde el que se hostigaba la posición española de Segangan. La operación era casi imposible de ejecutar, dada la magnífica posición elegida por Abdel-Krim. Entonces Franco propone a Sanjurjo efectuar el ataque de noche. Anota en su diario: «Los legionarios soñamos con la idea de llegar una noche a los fortines sorprendiendo a las guardias enemigas». Sanjurjo autoriza a Franco la operación. Franco la estudia meticulosamente, instruye a sus capitanes: se ocultarán las armas bajo el capote, las ametralladoras se llevarán al brazo, los soldados acatarrados se quedarán en el campamento con los mulos, se prohíbe fumar, hablar, bajo ningún pretexto se efectuarán disparos.

De este modo se inicia el avance nocturno de los legionarios y se aproximan a la posición enemiga. Al iniciarse el alba, los centinelas moros des-cubren a los legionarios a pocos metros, tratan de avisar a sus fuerzas con disparos, pero ya es tarde, la Legión se lanza al asalto final del fuerte y lo ocupa tras breve lucha. Por fin se ha ocupado Beni-bu-Ifrur. La Legión ha vuelto a cubrirse de gloria y a su frente el Comandante Franco.

El General Sanjurjo envía un telegrama al Comandante Franco que decía: «Felicito al Comandante Franco y Tropa a sus órdenes por el brillante éxito obtenido al ocupar Monte Uisán. Me es muy honroso y muy grato transmitir ésta felicitación a las Tropas de la columna que han tomado parte en la operación, muy especialmente en las Fuerzas del Tercio que han acreditado, una vez más, su recia instrucción y disciplina».

Poco después del combate de Tuguntz Franco se encuentra con que los Regulares que llevaba a su flanco izquierdo, se desbandan al perder a todos sus oficiales. Franco se lanza a caballo, seguido de su ayudante, en medio de aquella tropa aterrorizada y en fuga. A fustazos les obliga a dar media vuelta, y volver al combate. El valor, la serenidad, la energía, la decisión y la calma de Franco salvan a sus soldados de un desastre.

Dice Millán Astray «…Franco es el hombre que ha resuelto los momentos difíciles de la reconquista de Melilla, tras el desastre de 1921, al lado del heroico General Sanjurjo. El Comandante Franco ha dado a su bandera, en su organización y en su actuación, sus propias características: una bravura y una acometividad legionarias, una capacidad de trabajo ininterrumpida, constante de la mañana a la noche, una energía de acero, continúa, sin fluctuaciones ni desfallecimientos… Lo mismo que en Roma, en la legión romana se decía como último recurso, llamad a los triarios (veteranos legionarios). En Marruecos cuando alguna operación fallaba se llamaba a Franco y se decía: «Ya está el asunto en manos del Franquito». Su nombre era sinónimo de éxito en la dificultad o en el peligro.

En la orden general del 14 de junio de 1922, el General Sanjurjo cita al Co-mandante Franco «por sus excepcionales condiciones de competencia, de habilidad, y de valor en todos los combates en que ha tomado parte con su columna. Distinguiéndose notable-mente, y demostrando que posee las condiciones de mando de una categoría superior» por lo que le propone para el ascenso a Teniente Coronel por méritos de guerra. Pero esta pro-puesta se archiva, a causa de la poca edad del Comandante.

El 30 de junio, el Alto Comisario, General Berenguer, le concede su pri-mera medalla Militar, señalando que poseía las más brillantes cualidades y habiéndose distinguido por el valor y eficacia de su unidad en todos los combates, siempre en primera línea, inspirando a sus banderas del Tercio su espíritu intrépido y dirigiéndolas con los mejores principios del arte militar.

Esta condecoración, se le impone en Dar Drius, el 12 de enero de 1923. A la vez a Millán Astray se le nombra Jefe del Regimiento Pavía. A Franco se le manda destinado a Oviedo y se nombra jefe de la Legión al Teniente Coronel Valenzuela. Franco, tras breve visita a su madre en Ferrol, marcha a Oviedo a reunirse con su novia y fijar la fecha de la boda.

Mientras tanto, en Marruecos continúa la guerra. El Jefe de la Legión, Teniente Coronel Valenzuela, cae herido de muerte en Tizzi-Azza. Se precisa reemplazarlo con urgencia, se piensa en Millán Astray, herido ya muchas veces y mutilado. No se aprueba su nombramiento, dado su estado físico. Surge entonces el nombre de Franco, pero sólo es Comandante. Sanjurjo entonces resucita la propuesta de ascenso, que duerme en algún despacho del Ministerio. El propio Rey Alfonso XIII apoya con calor la propuesta y al fin el 8 de junio de 1923 es ascendido a Teniente Coronel, recibiendo la orden de incorporarse con urgencia a Marruecos. Por segunda vez queda en suspenso el proyectado matrimonio.

 


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