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Fue durante este último período (fracaso de la II República) cuando José Antonio Primo de Rivera, calando en la historia política contemporánea, acaudilló aquel grupo juvenil que levantó la bandera de nuestra revolución
nacional, llevando a las juventudes la ilusión de un posible amanecer. Ante un mundo que se derrumbaba levantaba la ilusión de otro nuevo que nacía, y su genio y fino instinto supieron dar norma y definición a las inquietudes de tantos españoles que se rebelaban contra la triste situación que les oprimía. A la organización artificial de los partidos, base de los viejos sistemas liberales, le oponían las organizaciones tradicionales y naturales de la nación. Si en el extranjero bastaba la comprobación de la universalidad del fenómeno, era de España y de su tradición de los que extraía las esencias y los materiales para su obra.
Francisco Franco Bahamonde
(23-1-1945: Madrid.—III Consejo Sindical.)