Franco visto por sus ministros: Antonio Carro Martínez

Franco visto por sus ministros.

Coord. Ángel Bayod

Página 347

Franco sólo dejó atado el cabo de la Monarquía, que ciertamente era importante; pero no previó el futuro ejercicio efectivo del poder, que no se podía ni debía trasladar a la Corona, sino al pueblo español.

Letrado del Consejo de Estado. Ministro subsecretario de la Presidencia del 3 enero 1974 al 11 diciembre 1975. Nació en Lugo en 1923. Es doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales y pertenece al cuerpo de letrados del Consejo de Estado. Ha sido profesor de Derecho Político en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, y de Teoría del Estado en la de Ciencias Políticas y Económicas de la misma Universidad. Fue jefe del gabinete de estudios de la Presidencia del Gobierno; presidente de la comisión de Sanidad y Asistencia Social del I Plan de Desarrollo; secretario general técnico del Ministerio de la Gobernación; director del Instituto de Estudios de Administración Local y director general de Administración Local. También ha sido vicesecretario del Comité Olímpico Español. Fue procurador en Cortes durante las legislaturas VII, VIII y IX. Está casado y tiene cinco hijos. Falleció el 10 de abril de 2020, en Madrid.

VISIÓN PERSONAL DE FRANCO

Fui ministro de Franco los dos últimos años de su vida. Formé parte del Gobierno del presidente Carlos Arias Navarro, con quien colaboré con verdadera y sincera amistad, trabajando con honor y lealtad al servicio de España y del pueblo español.

Durante esta etapa, el Franco que yo conocí era un anciano respetable y bondadoso; lo más diametralmente opuesto a la figura de un dictador. Era inteligente, tímido, distante, y pacífico. En el trato personal, dialogaba con fluidez, conocimiento y acierto.

En colectividad, sus reacciones eran diferentes. En los Consejos de Ministros, su presidencia era hierática. Apenas hablaba y, en muchas ocasiones se limitaba a saludar al comenzar, y a despedirse al terminar. Sin embargo, no perdía palabra de cuanto se decía. A veces insinuaba algún gesto de aprobación, y en no pocas ocasiones, se le reflejaban en su rostro síntomas evidentes de emotividad. Las escasas veces en que hablaba, insinuaba algo pleno de razón y buen sentido, que tenía la virtualidad de una sentencia lapidaria.

La colaboración con él estaba impregnada por un abismo generacional insalvable. No suscitaba la confianza, pero siempre tuve la sensación de gozar de su confianza. Me importa resaltar esta idea, habida cuenta que mi persona no mereció igual consideración en alguno de los ilustres asiduos de El Pardo.

En fin, Franco fue una personalidad singular que por razones objetivas ocupará un lugar destacado en la Historia.


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