Franco visto por sus ministros: Antonio Valdés y González-Roldán

Franco visto por sus ministros.

Coord. Ángel Bayod

Página 365

Sería un grave error cualquier intento de reconstruir en España un régimen autoritario,

que no podrá contar, seguramente, con una figura de las circunstancias y características de Franco.

Ingeniero. Ministro de Obras Públicas del 3 enero 1974 al 7 julio 1976. Nació en Madrid en 1926. Tras cursar en la Escuela Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, obtuvo el título de Doctor-ingeniero. Dedicó su actividad profesional a la empresa privada, hasta ser destinado en 1956 a la Dirección General de Carreteras y Caminos Vecinales. En 1960 fue designado jefe del Servicio de Tráfico y Planeamiento de la citada Dirección General. En 1965 fue nombrado delegado de Circulación y Transportes del Ayuntamiento de Madrid. Ha sido profe-sor de Transportes del Instituto de Estudios de Administración Local y ha inter-venido como ponente y conferenciante en seminarios y reuniones en Europa, Estados Unidos e Hispanoamérica. Fue consejero-delegado de la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles. Es presidente del Instituto de Estudios de Trans-portes y Comunicaciones. Está casado y tiene cuatro hijos.

¿Cuál es su visión personal del anterior Jefe de Estado?

Aunque fui ministro siendo Jefe del Estado el Generalísimo Franco, puedo decir que personalmente tuve pocas oportunidades de tratarle. En primer lugar, porque al no ser presidente del Gobierno, no consultaba con él los asuntos de mi Departamento, a efectos de decisión que, naturalmente, trataba con el presidente Arias. únicamente despachaba con el Jefe del Estado de forma esporádica y a efectos informativos, como también lo hacía, posteriormente, con nuestro Rey, don Juan Carlos I.

Por otra parte, en el año 1974, Franco era persona de edad avanzada y, por esa razón, sus condiciones eran distintas a las de etapas anteriores. Por consiguiente, mi visión personal del anterior Jefe del Estado quizá, más que la de ministro, sea la que pueden tener otros muchos españoles.

Sin embargo, sí quiero subrayar alguna experiencia personal. Siempre que le di cuenta de propuestas que tendían a resolver problemas en algún punto de España, lo apoyaba inmediatamente, ya se tratase de asegurar el abastecimiento de agua a Cataluña, mejorar los transportes de Bilbao o apoyar las inversiones públicas en Andalucía y Extremadura para reducir el paro. Su interés uniforme por los asuntos de todas las regiones españolas me pareció evidente y si durante la época en que ocupó la Jefatura del Estado hubo unas más favorecidas que otras, creo que ello se debió, no a sus distintas preferencias, sino a propuestas aparentemente objetivas presentadas por sus colaboradores.

Si se llegase a investigar cuáles han sido las regiones más y menos atendidas en los últimos decenios, el resultado de la encuesta, probablemente sería sorprendente. Y es posible que fuera coherente con actuaciones muy anteriores, que se remontan a más de un siglo, a pesar de situaciones dolo-rosas que se produjeron en el transcurso de nuestra historia reciente.

Como los hombres de mi generación, toda mi vida adulta, hasta 1975, se desarrolló siendo Jefe del Estado el Generalísimo Franco y fui testigo de cómo durante lustros se produjo la gran transformación de España, de la que fue un singular impulsor. Sinceramente creo que por encima de la forma —a veces oportunista e injusta a mi modo de ver— con que ahora está siendo tratada su figura, la Historia se encargará de situarla en sus justos términos, por lo mucho que aportó, durante un larguísimo período, al bienestar de los españoles, a pesar de los errores que como todo hombre hubo de cometer. De ellos, a mi juicio, quizá el más notorio, fue el de no haber producido el cambio unos años antes, aunque de esto Franco —más perspicaz y de visión más amplia que muchas de las personas de su entorno y también de la oposición a su sistema político— no sea el único responsable.

Creo que su imagen quedará como uno de los grandes españoles que estuvieron al frente de los asuntos del Estado en los últimos 500 años, por lo que lo considero irrepetible en varias generaciones. Ésta es una de las razones por las que, a mi juicio, sería un grave error cualquier intento de reconstruir en España un régimen autoritario, que no podrá contar, seguramente, con una figura de las circunstancias y características de Franco.

Por otra parte, el anterior régimen político, al menos en sus últimos 25 años que pude conocer más directamente, incorporó de una u otra manera, a una enorme mayoría de españoles, que participaron —a niveles distintos— unos, en la política o en la administración y otros, en actividades profesionales o empresariales privadas. Creo que todos estuvieron igualmente instalados en el sistema y si, bien por su esfuerzo o por su fortuna, lograron una posición económica y social, honradamente conseguida a través de su profesión o de su empresa, a veces importante y con una compensación personal muy superior a la de otros aparentemente más vinculadas, ello fue posible dentro de ese sistema político, por lo que estimo que no pueden alegar ahora su no implicación en el mismo.

Me parece más responsable la postura de los que por razones ideológicas, e incluso de oportunismo político, se mantuvieron de verdad fuera del sistema, con sacrificio de su posición personal, aunque entiendo que constituyen un núcleo reducido, que no puede pretender —y posiblemente no pretende— una presencia exclusiva en la vida pública nacional. En una nación que, por otra parte, no es la misma que la España anterior, porque además de los naturales cambios que produce el tiempo, dos generaciones de españoles, de distintas ideologías, la transformaron con notorio esfuerzo, naturalmente con aciertos y equivocaciones.

Creo también que Franco condicionó el futuro, al menos a medio plazo, con disposiciones probablemente sin precedentes en un régimen político de sus características, estableciendo un punto de partida que facilitó enormemente el éxito inicial de una transición en paz.


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