El pinocho de la historia

 
 
Jaime Alonso 
 
 
 
   Alguien cree en la existencia de una persona que deambule en plena noche sin luna, se introduzca en un cuarto oscuro de paredes ocres y sin encender ningún objeto luminoso, se dedique a buscar un sombrero negro que no está allí. Y si, además, pretende hacernos creer que lo encontró, presumiendo de su “borsalino” en tertulias y cafés periodísticos. Pues sí, parece que existe esa especie de resentido que desafía al ridículo, protegido por los defensores de la “mentira oficial” y a sabiendas de su eco mediático e impunidad. Forma parte del “Frente Revolucionario Antifranquista Perdedor”, disoluto excepto en la propaganda. Vive en el exilio de si mismo y de sus fabulaciones antifranquistas como tarjeta de presentación. Si pretende entender alguno de los libelos del Ángel, exterminador de Franco, descubrirá la nada de su indocumentada torpeza. Sólo la ideología sostiene y la propaganda oculta la falacia que conlleva. Nadie le lee, pero eso no importa, si los grupos mediáticos otorgan a la superchería la autoridad de lo verdadero.  
   
   La verdad, en Ángel Viñas, no es una categoría permanente de razón, o un ejercicio de responsabilidad científica; ni tan siquiera una búsqueda estricta de la moral, propia o ajena, que toda recta conducta conlleva. Tampoco una exigencia del intelecto, respetuoso con los hechos y sus lectores. Es una mezcla ejercitada de cinismo conceptual y bajeza moral, con el único propósito, inalcanzable, de desprestigiar al personaje histórico más relevante del siglo XX español y del que proviene la actual deficiente democracia, la Jefatura del Estado y el propio Viñas. De ahí sus permanentes diatribas contra todos los historiadores, algunos ni los nombra, que le han vencido en el relato intelectual, documentado y veraz de la historia reciente.  
   
   El último gatillazo histórico de Viñas se lo proporciona el General de Brigada Amado Balmes, sobre el cual escribe Viñas que era afecto a la Republica; que su muerte fue inducida por Franco como coartada para viajar a Las Palmas a su funeral y sortear la vigilancia al que le tenía sometida el servicio de información del Gobierno republicano. Tal patraña, propia de un falsario indocumentado, pronto fue rebatida por el riguroso, estudioso y documentado historiador Moisés Domínguez quien aportó los documentos necesarios para demostrar lo contrario, es decir, el certificado de defunción de Balmes, la autopsia practicada sobre su cadáver por tres forenses adscritos al Juzgado civil y militar. La hija del general señala que su padre era amigo personal de Franco, y por si faltaba algo que su padre era miembro de la UME y estaba en la conspiración de Mola desde el inicio.  
 
   No obstante lo cual, sigue contumaz en el error inducido de ampliar la descalificación de Franco, donde nadie, con rigor, se atrevería: “considerar a Franco corrupto y  corruptor”. Ese salto al vacío daña más al impostor que al calumniado; desacredita más al maledicente que al ofendido; evidencia mejor el desvarío del autor que las pruebas inconsistentes sobre el imputado; acredita mejor la paranoia persecutoria contra Franco del izquierdismo histórico, que la los epítetos descalificativos que le prodigan.  
   
   En fin Sr. Viñas, si viviéramos en un Estado de Derecho y en una sociedad estructurada y donde primara la verdad objetivable, tendría un proceso justo donde poder demostrar la verdad de sus argumentos o soportar la condena de su calumnioso proceder. ¡Siga en su descredito, hasta la derrota final!          
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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