Preston, o el triunfo de la tontería, por Pío Moa

 
 
Pío Moa 
 
 
   ha leído mi libro Los mitos del franquismo, aunque no lo cita para no darle publicidad.  Parece que no le ha gustado, como tampoco la obra de Stanley Payne,  así que se ha dedicado a echar por tierra, a su vez, los siguientes cinco mitos que me atribuye oscuramente, según explica en El confidencial:
 
   1-“Que Franco ganó la Guerra Civil española a base de unas habilidades estratégicas dignas de Napoléón”. 
 
   Creo que nadie sostiene eso, y la comparación está fuera de lugar. Napoleón perdió las batallas decisivas y perdió la guerra, mientras que Franco no perdió ninguna batalla y ganó la guerra. Ciertamente Napoleón guerreó por toda Europa y Franco solo en Marruecos y España, pero la guerra civil no fue un episodio insignificante: llegó a movilizar 1,2 millones de soldados en el bando nacional y 1,7 en el rojo. Y despertó una inusitada pasión en medio mundo. También en Preston, aunque la haya entendido tan mal.   
 
   2- “Que durante la Segunda Guerra Mundial, Franco salvó a España de la destrucción al resistir valientemente las exigencias de Hitler para que entrara en el conflicto al lado del Eje”
 
   Desde luego, al no entrar en la guerra mundial, España se salvó de destrucciones bastante peores que las de la guerra civil. ¿A quién se debió ello? Es decir, ¿quién gobernaba España por entonces?  Preston sostiene la loca idea de que fue Hitler quien salvó a España porque no le interesaba su alianza bélica. Basta leer las cartas intercambiadas entre Franco y Hitler para entender exactamente lo contrario. Pero Preston sabe mejor que Hitler y que Franco lo que ambos pensaban y querían. Hombre clarividente.  
 
   3-“Que después de 1945, Franco salvó a España de las consecuencias de un asedio económico montado por las potencias democráticas con la intención de destruir un régimen del cual sentían envidia”. 
 
   Esta exposición tan boba solo puede ocurrírsele a Preston. El aislamiento o asedio fue montado por las potencias democráticas y por la URSS y sus satélites, todos juntos. y en union Si sentían  o no envidia por el régimen español es algo que ni a mí ni creo que a nadie le preocupe. Se trataba de crear en España una hambruna masiva para derribar al régimen, y ni lograron derribarlo ni crear la masiva hambruna deseada. Es más, en tan difíciles circunstancias, España se reconstruyó como demuestro con datos enLosmitos del franquismo. A ver si Preston los relee y ve el modo de rebatirlos con algo más que retórica. 
 
   4 -“Que Franco era el arquitecto del milagro económico en los años sesenta”. 
 
   Pasa como con la neutralidad en la guerra mundial: ¿quién decidía, quién gobernaba  España en esos años en que el país se convirtió en uno de los de más rápido crecimiento del mundo? 
 
   Claro que el milagro se debió a un cambio de política preconizado por otros, pero fue Franco quien lo admitió, lo hizo suyo y asumió la responsabilidad máxima, pues podía haber fracasado. 
 
   5 -“Y que Franco previó y fomentó la transición a la democracia que siguió a su muerte”. 
 
   Nadie dice eso, o no lo dice de forma tan simplona. Una democracia no puede funcionar  con odios políticos exacerbados y sin una amplia clase media y  prosperidad considerable, como demostró la república. El franquismo consiguió las tres cosas: prosperidad, clase media y olvidar los odios republicanos, que tantos politicastros ignorantes, corruptos y  medio chiflados tratan de recuperar ahora, con ayuda de Preston, Viñas y cia.     
 
   En fin, las tesis de Preston, como he demostrado en otras ocasiones, son simplemente ridículas. Pero, y ahí está la cosa, reciben una atención mediática enorme, mientras que mi libro Los mitos del franquismo, que me parece extremadamente difícil que él pueda rebatir, fue silenciado por los grandes medios, como el resto de mis obras. Es el triunfo de la estupidez. Decía Jean-François Revel que la mentira es la primera fuerza que dirige el mundo, y Julián Marías  denunciaba la “mentira profesionalizada” que se iba imponiendo en España. Bien, hay mentiras inteligentes, pero las que expone Preston y le jalean los ignorantes resultan demasiado ofensivas por su tosquedad.
 
 

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