Millán Astray con Unamuno. No contra Unamuno

Moisés Domínguez Núñez
Ángel David Martín Rubio 
Desde mi campanario 
 
 
 
 
   La personalidad de José Millán-Astray y Terreros (La Coruña, 5 de julio de 1879 – Madrid, 1 de enero de 1954) ha sido objeto de caricatura hasta el extremo.
 
   La brillante y, al mismo tiempo provocadora, figura del General ha sufrido la deformación con falsos clichés llenos de lugares comunes y la historiografía al respecto se limita muchas veces a prodigar los adjetivos peyorativos en torno a su figura, especialmente en lo que se refiere a los meses en los que se convirtió en improvisado dirigente de la propaganda afín al bando nacional. Afortunadamente, los datos aportados por otros autores permiten situar en sus justos limites al fundador de la Legión Española (Cfr. Luis Eugenio TOGORES, Millán Astray: Legionario, Madrid: La Esfera de los Libros, 2003).
 
   Apoyados en diferentes documentos gráficos, hoy queremos hacer algunas precisiones acerca de este militar cojo, manco y tuerto, sí, y con un alma legionaria que se sobreponía a cualquier limitación física al grito de: ¡A MI LA LEGIÓN!
 
   En julio de 1936 oyó ese grito de socorro. El 14 de marzo había pasado al Cuerpo de Inválidos Militares y obtenido licencia para viajar a Argentina y otras repúblicas hispanoamericanas. Al tener noticia del Alzamiento no dudó en dejar su plácida situación en Buenos Aires para venir a ponerse bajo las órdenes de su íntimo amigo desde los tiempos fundacionales de la Legión: Francisco Franco.
 
   Al llegar a Sevilla, vía Lisboa, a principios de agosto de 1936, participó en el acto de reposición de la bandera nacional el día 15 e, inmediatamente, Franco le encomendó una misión de suma importancia desde el punto de vista simbólico y organizativo, al ponerle al frente de un incipiente gabinete de propaganda. Con toda razón, el general Franco consideraba que el prestigio y la capacidad de movilización de Millán Astray servirían para afianzar la causa nacional en toda la zona controlada por los alzados. De cómo llevó a cabo esta tarea, da idea el hecho de que –como fruto de ella- inició su andadura en Salamanca Radio Nacional de España, emisora que ha sobrevivido a cambios de régimen y de gobiernos.
 
   No es nuestro objeto explayarnos en relatar la hiperactividad desarrollada por Millán Astray, en esos primeros meses de guerra y eso que los historiadores suelen referirse de forma genérica y sin muchos detalles a lo ocurrido en las semanas posteriores a su incorporación a la España nacional. En cambio, se  centran en su actuación en el entorno del nombramiento de Franco como Generalísimo y Jefe del Estado y a partir de su traslado a Salamanca. Baste apuntar que, desde agosto a octubre recorrió las principales capitales de la retaguardia nacional como Sevilla, Pamplona, Zaragoza, Logroño, Lugo, Álava, Cáceres y Salamanca. Sus discursos encendidos y llenos de patriotismo enaltecían a la población y a los soldados insuflando unos ánimos tan necesarios ante lo incierto de la situación en estos primeros meses.
 
Millán Astray en Cáceres
 
   A mediados  de Septiembre de 1936 tenemos la primera noticia de su estancia en Cáceres y sobre su actividad en esta capital extremeña y en Salamanca se centrará nuestro trabajo.
 
   Arrancamos de una imagen que consideramos de primera importancia histórica en el estudio de la Guerra Civil en Extremadura y que puede ponerse en relación con una de las mayores incógnitas del conflicto: el episodio que tuvo por protagonistas al propio Millán Astray y a Miguel de Unamuno en Salamanca, apenas un mes después. Esta fotografía ha sido recientemente publicada en un artículo firmado por Miguel Ayanz en El Español, que hace referencia a los cambios en el callejero madrileño promovidos desde la ideología de la memoria histórica. Entre los personajes ahora objeto de revancha se cuenta el propio general Millán Astray.El lugar en el que se hizo dicha fotografía en 1936 nos resultó fácilmente identificable pues se trata de la calle Condes de la ciudad de Cáceres, con el Palacio de los Golfines de Arriba al fondo en cuyo balcón ondea la bandera nacional. En la página de Ullstein bild donde consta la licencia de uso de esta fotografía vemos también la torre del palacio de los Golfines que no aparece en la imagen del artículo publicado por El Español.
 
   Se trata, por tanto, de la primera fotografía conocida de Millán Astray en Cáceres, cuando el general Franco instaló en esta ciudad su Cuartel General entre los días de agosto y septiembre de 1936.
 
Foto del General Millán Astray saliendo del cuartel general de Franco
 
 
 
   Acerca de las vicisitudes de la estancia del general Franco en la capital cacereña puede verse en este enlace el trabajo que realizamos uno de los firmantes de este artículo, Moisés Domínguez, en colaboración con el historiador extremeño Antonio Manuel Barragán Lancharro y que fue presentado en los Coloquios Históricos de Extremadura (Trujillo, 2010): “Algunas notas sobre la estancia del general Franco en Cáceres en agosto y septiembre de 1936 y las imágenes recuperadas de René Brut”. Ya se apuntaba allí la presencia del General Millán Astray en Cáceres haciéndose eco de la noticia publicada en el periódico local La Falange el 17 de septiembre de 1936: 
 
   «Coincidiendo la estancia en nuestra ciudad del heroico General Millán Astray con la del jefe de las Centurias sevillanas, nuestro querido camarada Modesto Díaz de León, que fue legionario cuando aquel mandaba la Legión, quiso saludar a su antiguo Coronel.
   Fue un acto de fraternal afecto entre un soldado y su jefe, que sin duda recordaban los días de lucha y de alegría, pasados en los campos africanos. Paseaba nuestro camarada por la Plaza Mayor, cuando llegó a su conocimiento que el heroico general estaba en el Círculo de Artesanos.
   Corriendo fue a saludarlo, y tras solicitar audiencia fue recibido en el acto. Nuestro camarada, cuadrado y mano en alto, se presentó ante su general […]».
 
   El encuentro del comandante Díaz de León con Millán Astray se tuvo que realizar la tarde del 12 o del 13 de septiembre, pues fue la fecha en que las dos compañías sevillanas pernoctaron en Cáceres de acuerdo con las Memorias póstumas del soldado Manuel Barco López – 2ª Compañía Batallón de Voluntarios de Sevilla
 
– “Sevilla, 11 septiembre 1936.- Salimos a las 6 de la mañana y llegamos a Cáceres a las 9 de la noche, desfilando por la Capital en medio de aclamaciones y vivas a España, y cuando llegamos al cuartel comimos en el patio. El día 12 hicimos instrucción y salimos a las 2 de paseo y me bañé en la piscina, pues hacía mucho calor. El día 13, a la estación porque venía la otra compañía que nos faltaba y nos reunimos el batallón. El día 14 salimos de Cáceres a las 10 de la mañana y estuvimos todo el día en el tren, donde comimos, llegando a Talavera a las 9 de la noche con mucha lluvia…
 
Los acompañantes del General
 
   Volviendo a la imagen objeto de nuestra atención, el General va flanqueado a su derecha por un requeté y a su izquierda por un falangista, cerrando la comitiva un legionario armado con un mosquetón ¿Quiénes eran esos personajes? ¿Cuál era su cometido?
 
 
 
   La respuesta a estas preguntas sorprenderá al lector. Pero hubo que multiplicar la consulta a la bibliografía y las hemerotecas, contando, además, con la ayuda inestimable de amigos a quienes agradecemos su colaboración.La primera sorpresa fue comprobar que los acompañantes de Millán Astray no pertenecían al entorno cacereño ni al del Cuartel General de Franco sino que estaban directamente vinculados al militar legionario. Es más, aquella escota no era provisional ni improvisada sino que en todas las imágenes que hemos ido recuperando salen detrás del general Millán Astray o flanqueándolo. De especial importancia a este respecto son las realizadas por el Capitán de la aviación legionaria italiana Vincenzo Dequal en el aeródromo militar de Cáceres el 24 de Septiembre de 1936.
 
 
 
   Por último, son numerosos los historiadores que aluden a la presencia de Millán Astray en Cáceres el 27 de septiembre, la histórica noche de la liberación del Alcázar de Toledo. En ese momento, organizó junto con el jefe provincial de Falange, capitán Luna, una manifestación y cuando Franco se asomó al balcón del Palacio de los Golfines fue presentado por el propio Millán Astray y por Yagüe como el futuro aglutinador de los poderes militares y civiles. El hecho se consumó al día siguiente en Salamanca. Proseguimos buscando más imágenes que nos aclararan quiénes eran los acompañantes de Millán Astray y volvimos a encontrarlos, ahora en una foto de estudio, del prestigioso salmantino Venancio Gombáu y que se reproduce en este enlace que la data en 1937. En ella, el legionario aparece flanqueado por el mismo falangista y requeté que le acompañaban en Cáceres. Una foto importante por los detalles que permite precisar acerca de la indumentaria de sus protagonistas. Al igual que en la foto de Cáceres, el falangista lleva los cordones que eran preceptivos en los mandos, de acuerdo con la prescripción de José Antonio el 19 de octubre de 1934:
 
«Los militantes que desempeñen los puestos políticos de Jefe Nacional, miembros del Consejo Nacional, Secretario General Jefe de Servicio, Jefe Territorial, Jefe Provincial y Jefe de las JONS [*], llevarán como distintivo un cordón de unos siete milímetros de diámetro, rojo y negro en espirales alternadas, desde la hombrera derecha hasta el segundo botón de la camisa» (cit. por José Luis JEREZ RIESCO, En busca del Acta perdida. Los consejos nacionales de la Falange presididos por José Antonio, Madrid: Ediciones Barbarroja, 2012, pág. 191. Jefe de las JONS era el que estaba al frente de una de las organizaciones locales) Además, tanto en el gorrillo como debajo del haz bordado en el bolsillo, ostenta el yugo de plata propio de los jefes de bandera en las milicias de Falange. Esta última distinción no aparece en la foto de Cáceres.A su vez, el requeté lleva una boina con dos estrellas de cinco puntas lo que nos lleva a atribuirle la condición de Teniente. En la camisa, justo encima de la flor de lis, se observa una barra horizontal de plata.
 
   En conclusión, estamos ante una escolta de categoría relativamente alta, representativa de las dos organizaciones que habían protagonizado la movilización del voluntariado en zona nacional y sometidas anticipadamente a una “unificación”, al menos simbólica, al poner sus servicios a disposición de Millán Astray. Al igual que el legionario citado, ambos mandos de la Falange y del Requeté acompañaban al General en todos sus actos oficiales como vemos en las imágenes de los mismos:
 
12 de octubre en Salamanca
 
   Pero la mayor sorpresa, y la que en buena parte ha motivado y orientado esta investigación, fue comprobar que los protagonistas de nuestra historia fueron testigos de excepción del episodio vivido el 12 de Octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca y acerca del que tanto se ha escrito, especialmente para desacreditar al bando nacional y a sus referentes ideológicos. Y es que los tres: falangista, requeté y legionario aparecen impávidos en la histórica fotografía que recoge el momento en que Unamuno abandona el edificio acompañado por el Obispo de Salamanca, don Enrique Pla y Deniel, todos ellos captados por la cámara en medio de una abigarrada multitud que saluda brazo en alto y parecen gritar consignas: una escenografía muy similar a la de tantos actos del momento recogidos por la prensa.
 
   Podemos aducir al respecto unas palabras del periodista Jon Juaristi:
 
«En mi biografía de don Miguel (Taurus/Fundación Juan March, 2012), aduje que, en la fotografía tomada a la salida del paraninfo, el anciano rector aparece rodeado de jóvenes falangistas que cantan o gritan consignas brazo en alto, pero no lo acosan ni intimidan. Más bien parecen darle escolta. ¿De quién o quiénes lo protegen? Obviamente, del general Millán Astray y de sus legionarios.En su recientísimo libro –Historias de falangistas del sur de España. Una teoría sobre vasos comunicantes (Renacimiento, 2015), Alfonso Lazo Díaz observa exactamente lo mismo en la fotografía de marras. Diputado socialista desde 1977 a 1996, Lazo volvió a sus tareas en la Universidad de Sevilla como profesor e investigador».
 
   Es decir, que tan Jon Juaristi como Alfonso Lazo hacen una afirmación, a nuestro juicio sustancial, y que compartimos: que los jóvenes falangistas no acosan ni intimidan a Unamuno sino que gritan sus consignas y saludan brazo en alto, todo ello con más entusiasmo que agresividad.
 
   Ahora bien, a la luz de lo que venimos exponiendo, la segunda parte de la cuestión tiene que recibir una respuesta radicalmente distinta. Y es que no solamente los falangistas no estaban protegiendo a Unamuno «del general Millán Astray y de sus legionarios» sino que eran éstos -y más concretamente la propia guardia personal y de confianza de Millán Astray- la que está ejerciendo con eficacia sus funciones de facilitar el acceso de la ilustre comitiva al vehículo dispuesto al efecto. Se puede comprobar, en efecto, que junto al coche, al que ya habría subido la esposa del Generalísimo, Carmen Polo (quien a instancias del propio Millán Astray sacó cogido de su brazo a Unamuno) aparecen el falangista, el requeté y el legionario que hemos visto, sistemáticamente junto el general en sus actos oficiales durante los meses de agosto y septiembre de 1936.En síntesis, esta fotografía -poniéndola en relación con las que vimos en Cáceres y en tantos otros lugares- viene a respaldar la versión del suceso de Salamanca que da el propio Millán Astray y que, sustancialmente, fue expuesta por Luis E. Togores en su biografía del General (cfr. ob. cit. págs.. 202-203). Resulta también coincidente con los datos aportados por otros testigos presenciales. Así, José María Pemán recuerda que Unamuno se despidió de él «y ello demuestra que el ambiente no era tan arrebatado…» (ABC, Madrid, 26-noviembre-1964, pág. 3: La verdad de aquel día) y Ximénez de Sandoval califica la interrupción de Millán Astray «en tono de arenga militar» y rematada con el «¡mueran los intelectuales!». Pemán y Sáinz Rodríguez protestan… y el General rectifica: «¡los malos intelectuales!». Doña Carmen Polo de Franco sale del brazo de Millán Astray, con Unamuno al otro lado; los dos la despiden. «Millán se volvió a Unamuno y, como si nada hubiera pasado, dijo: ¡bueno, don Miguel, a ver cuándo nos vemos! Cuando usted quiera, mi general. Se dieron la mano. Y Millán, sin soltar la del glorioso escritor, gritó: ¡vamos, muchachos, el himno de Falange!» (cit. por José María GARCÍA ESCUDERO, Historia política de las dos Españas, Madrid: Editora Nacional, 1976, 1493-1484). Es fácil entender que los presentes respaldaron la invitación del general y continuaron cantando el Cara al Sol mientras doña Carmen y Unamuno flanqueados por el Obispo de Salamanca salían del edificio universitario para dirigirse al coche oficial de la esposa del Generalísimo, que habría de conducir a Unamuno a su domicilio. El momento previo a que éste se subiera al vehículo es el inmortalizado por la fotografía que venimos glosando.
 
   Es decir, no estamos ante la imagen de un enfrentamiento entre la inteligencia de Unamuno y la supuesta sin razón de Millán Astray, sino en la acertada resolución de un momento de tensión del que, eso sí, supieron sacar partido aquellos sectores de la España nacional que estaban descontentos con el apoyo que el rector salmantino había dado al Alzamiento Nacional dado el ideario heterodoxo y el carácter intempestivo del profesor. En efecto, fue en el Casino de Salamanca y por la tarde del mismo día donde sí abuchearon Unamuno y su destitución como Rector se debió a una iniciativa académica en la que no cabe atribuir ninguna iniciativa al Cuartel General y menos aún al propio Franco. El 31 de diciembre del mismo año fallecía Unamuno y su cadáver fue llevado a hombros de falangistas que dieron respaldo de oficialidad a su entierro. Pocos días antes, desde las páginas de ABC, el Marqués de Mondéjar, monárquico alfonsino vinculado al grupo de Acción Española, había glosado elogiosamente la exclamación de Millán Astray: (ABC, Sevilla, 15-diciembre-1936, págs.3-4: El oportunismo intelectual)
 
La identidad de los protagonistas
 
   Llegados a este lugar, era obligado tratar de desvelar la identidad de estos tres inesperados protagonistas de una jornada histórica.Después de tantear diversos parecidos físicos y de buscar indicios a partir de su indumentaria, y de consultar la más diversa prensa de la época, finalmente la primera página del periódico El Progreso publicado en Lugo el jueves 10 de septiembre de 1936 nos dio el nombre de los ayudantes del General Millán Astray en una crónica de su visita a la ciudad citada. Se trataba de: «un jefe de Falange Española de Burgos, don Antonio Ortiz, el teniente de requetés de Navarra don Agustín Sánchez y el antiguo legionario don Primitivo Murga. En otros dos coches seguía la escolta, formada por guardas civiles de Burgos, cinco falangistas y varios requetés de Navarra»
 
   A continuación exponemos algunos datos que hemos logrado compilar sobre ellos:
 
  • Antonio Ortiz de Estringana, jefe de Bandera y ayudante de la Jefatura Nacional de Primera Línea en abril de 1937, intervino en el proceso de Hedilla que lo consideraba uno de sus enemigos (cfr. Joan Maria THOMAS, El gran golpe, Barcelona: Debate, 2014, pág. 70). En el transcurso de la guerra llegó a alcanzar la graduación de Teniente honorario de Infantería con destino en la Cuarta Bandera de FET de Castilla y, al terminar la contienda, le fue concedida la Medalla Militar (ABC, Sevilla, 29 de agosto de 1939, pág. 15) por su destacada actuación cuando era capitán en el asalto a la cota 1205, próxima al Alto de las Celadas, en el frente de Teruel. El 17 de enero de 1938 se adelanta con cuatro falangistas voluntarios y arrancando personalmente los piquetes de la alambrada puso el pie el primero en la trinchera contraria, combatiendo al enemigo con bombas de mano y haciendo así posible la ocupación de la posición por el resto de la Bandera y el Tabor (cfr. Rafael CASAS DE LA VEGA, Las Milicias Nacionales, 2, Madrid: Editora Nacional, 1977, pág. 597). Con el nombre de “Antonio Ortiz Estringana” figura un caído en la relación nominal correspondiente a la ciudad de Burgos aunque no podemos precisar en qué circunstancias ni fecha se produjo la muerte de nuestro protagonista y si se trata de la misma persona.
  • El Teniente de Requetés de Navarra: Agustín Sánchez Echevarría, también sería nombrado Teniente honorario.
  • El Legionario: Primitivo Murga Uribe, según consta en su Hoja de Servicios, en 1936 estaba destinado en la 11 Cª de la IV Bandera de la Legión. Es decir, la que entró en Badajoz por la brecha de la muerte despues de la 16 Cª del capitán Perez-Caballero. Conocemos una fotografía de este legionario hecha en la Torre de Espantaperros de Badajoz el 17 de agosto de 1936 junto a un falangista que enarbola una banderola blanca: Juan de Diego Soto-Sánchez. Se trata del mismo falangista que acompaño a René Brut y que sale en al menos dos escenas de las que filmó el francés en El Ronquillo y Almendralejo. Esta foto fue publicada el 18 de agosto de 1936 en el Diario de Lisboa con el siguiente subtítulo: «La bandera blanca que fue izada para la rendición de Badajoz en la torre de Espantaperros».
   Para concluir, hacemos nuestras las palabras de José María Pemán en el artículo antes citado:
 
«Ni Unamuno ni Millán Astray eran hombres a los que les gustara pasar inadvertidos en una sesión en la que hubo con tanta abundancia, ovaciones y entusiasmos. Los dos estaban acostumbrados a exponer el pecho a cuerpo limpio, el uno a las ideas contrarias y el otro a las balas enemigas… Eran dos españoles. Dios los tenga en su gloria, en el lugar que reserva a los santos y mártires de la vehemencia española».
 
   También coincidimos con el profesor Togores en su juicio sobre el episodio del 12 de octubre en Salamanca que careció de verdadera importancia en el remolino de la Guerra Civil.
 
   En efecto, si bien pudo ser manifestación de tensiones entre las diversas corrientes ideológicas que confluyeron en el bando nacional, algunas de las cuales lo aprovecharon para marginar a Unamuno, ha sido sometido a una lectura e interpretación muy distinta a la realidad de lo acontecido  y la intervención de Millán Astray en el mismo ha sido utilizada sesgada y unilateralmente por la publicística posterior para demonizar y desacreditar al bando nacional.
 
   Esperamos que estas imágenes, verdaderamente históricas, y las conclusiones que arrancan de una fotografía hecha en Cáceres, sean valoradas en su justa medida por un mundo académico como el extremeño, ayuno de estudios científicos de cierta relevancia relativos a la Guerra Civil.
 
 

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