De lo que nos libró Franco

Pío Moa

Dichos, Actos y Hechos

Me
preguntaba alguien en tuíter por un buen libro sobre la II Guerra Mundial para
un joven de 16 años. Le dije que no conocía ninguno realmente bueno, aunque en
el plano militar era interesante el de Liddell Hart. Obviamente, disto mucho de
conocer ni siquiera una parte amplia de la bibliografía, aunque sí
he leído algunas historias generales o sobre asuntos o batallas parciales.
Prácticamente todas las historias están escritas desde el punto de vista de los
vencedores, sin concesiones y con los nazis como el mal absoluto. En mi
libro sobre Europa, y en Años de hierro he procurado matizar
algo, aunque de modo muy aproximado en el segundo. En Europa he
enfocado aquella guerra como un conflicto entre tres grandes ideologías
surgidas de la Ilustración y convertidas en una especie de religiones
sucedáneas. Claro está que se complicaban con intereses nacionales o
imperiales, pero lo que le dio su peculiar carácter, la sistematicidad
industrial de las atrocidades, fue precisamente el conflicto
ideológico.

Pero
no quiero hablar ahora de eso. Recientemente ha sido publicada una
investigación de la estudiosa alemana Miriam Gebhardt sobre un asunto
particularmente penoso, las masivas violaciones de alemanas realizadas por las
tropas useñas en la posguerra. Se conocían las violaciones perpetradas por las
tropas soviéticas, que algunos han estimado en dos millones, y que han sido muy
aireadas en las historias prooccidentales. Las correspondientes a los soldados
useños lo han sido mucho menos, de hecho han sido un asunto tabú durante muchos
años, suponiéndose que había habido casos aislados o infrecuentes, duramente
castigados cuando eran descubiertos. La realidad ha sido muy distinta: por lo
menos 190.000 alemanas fueron violadas, probablemente muchas más, por los ocupantes
occidentales. Estos, además, jugaban con la miseria reinante para
prostituir a gran número de mujeres, muy a menudo madres de familia, que así
podían alimentar a esta. En algún sitio, quizá en Años de hierro, señalé
que se decía que los soviéticos violaban y los useños prostituían, pero estos
también violaron masivamente.

En
tuíter tuve una pequeña discusión sobre este asunto, señalando algunos que, de
todos modos, ese tipo de atrocidad fue más masivo entre las tropas soviéticas.
Es cierto. Pero también lo es que Rusia había sufrido una ocupación
sencillamente brutal, y que el ansia de venganza ayudaba a explicar, aunque no
a justificar, la conducta comunista. En cambio, los nazis se habían portado
mucho más civilizadamente en el oeste, no teniendo los anglosajones otra excusa
que el “enfado” por las pérdidas militares que les ocasionó la resistencia
alemana. Parece que los alemanes dejaron en Francia unos 200.000 hijos
con francesas, que no procedieron de violaciones, desde luego. Tampoco pueden argumentar
con la suerte de los judíos, de los cuales se desentendieron básicamente los
gobiernos aliados.

El
sentido de estas consideraciones es recordar que gracias al franquismo España
se libró de tales crímenes. Pese a lo cual hemos oído, con ocasión de
aniversarios como el del desembarco en Normandía (donde creo haber leído que
murieron más civiles franceses que combatientes germanos), a algunos políticos
e historiadores españoles lamentar que no nos hubieran invadido también los
anglosajones. Los mismos canallas pintan los años 40 en España con los más
negros colores, cuando el país se libró de bombardeos, deportaciones,
violaciones y asesinatos (las tropas useñas asesinaron a muchos prisioneros, y
en sus campos perecieron hasta un millón según algunos cálculos, aunque otros
los reducen bastante), etc. De hecho, los años 40 fueron en España
incomparablemente mejores, en todos los sentidos, que en el resto de Europa,
salvo, si acaso, Suiza y Suecia. Y el país pudo luego desafiar y derrotar
el criminal aislamiento que trataron de imponerle los vencedores, democracias y
soviéticos en unión. España no tuvo Plan Marshall, pero supo reconstruirse sin
él, y quedó libre de la inmensa deuda contraída por el resto de Europa
occidental, tanto con el dinero como con las tropas useñas.

Al
inmenso beneficio de haber librado a España de la guerra mundial se suma el de
haber derrotado a los partidos separatistas, golpistas y totalitarios en la
guerra civil. Solo por estos dos méritos transcendentales, la figura de Franco
debe figurar entre los máximos estadistas españoles en varios siglos. Pero,
como sabemos, tuvo otros muchos méritos, a los que me he referido en varias
ocasiones. Solo mencionaré otros dos referidos a aquella década que insisten en
calificar de negra tantos especialistas en “mentira, estupidez y canallería”:
la derrota del maquis, una peligrosa guerra de guerrillas que pretendía
retoñar la guerra civil; y no haber hecho caso a la pandilla monárquica de Don
Juan, que con su notabilísima necedad habría repetido la historia de la última
etapa de Alfonso XIII. Estas cuestiones dan mucho de sí, y pensé que el
publicar Los mitos del franquismo tal vez saldrían al ruedo quienes
piensan de otra manera. Nada de ello ha ocurrido. Naturalmente.


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