Tal día como hoy, empezaron las sacas de Paracuellos

 
La Catedral de los Mártires
 
 
 
EL RESTAURADOR DE LOS JERÓNIMOS Y LA PRIMERA SACA DE PARACUELLOS
 
Mártires del 7 de noviembre de 1936 
Los primeros mártires de Paracuellos
 
 
   De los nueve beatos del 7 de noviembre, todos menos uno -el capuchino Andrés Francisco Simón Gómez (padre Eloy de Orihuela), de 59 años, asesinado en el Pont de l’Amorós de Crevillent (Alicante)- corresponden a la primera saca de presos hacia el camposanto de la localidad madrileña de Paracuellos de Jarama: son cinco dominicos, un jerónimo, un oblato de María Inmaculada y un seminarista salesiano.
 
   Los dominicos eran José Delgado Pérez, de 19 años -había tomado el hábito en septiembre de 1935 en el convento de Almagro (Ciudad Real), de donde fue enviado a la cárcel Modelo-; Isabelino Carmona Fernández, de 28 -profesó en 1925 y se ordenó en 1932, estaba en el convento de Atocha y el mismo 20 de julio de 1936 lo encerraron en la Modelo-; Vicente Rodríguez Fernández, de 39 años -profesor desde 1915 y sacerdote desde 1922, fue expulsado de México por la revolución, en la de 1936 estaba en el convento del Olivar de Madrid, y no lo capturaron hasta el 12 de octubre-; Juan Mendibelzúa Ocerín, de 58 años -profeso desde 1894 y sacerdote desde 1902, también del convento del Olivar y capturado a mediados de octubre-; y Alfredo Fanjul Acebal, de 69 años, que había profesado en 1883, se ordenó en 1890 y era prior del convento del Olivar cuando fue asaltado el 20 de julio, día en que lo apresaron y, tras llevarlo a la Dirección General de Seguridad (DGS), lo encerraron desde la medianoche en la Modelo.
 
   El jerónimo Manuel (de la Sagrada Familia) Sanz Domínguez, de 48 años, pasó de trabajar en los ferrocarriles y ser director de una sucursal bancaria a restaurar en España la orden jerónima masculina. Fue en 1920 cuando, según relata Jorge López Teulón, entró en contacto con la figura de San Jerónimo, de cuya muerte se cumplían 15 siglos. Junto a otros cinco y con el apoyo de las monjas jerónimas de la Concepción,recomenzó en 1925 la vida monásticade una orden que estaba a punto de cumplir los cien años de inexistencia que hubieran significado su extinción canónica. Respecto a los tiempos que corrían, dijo Manuel Sanz: “Suceda lo que suceda, doy gracias a Dios porque me ha concedido un destino grande y hermoso. Si vivo, creo que veré restaurada la Orden Jerónima, objeto de todos mis sueños. Y si muero, seré mártir por Cristo, que es más de lo que podía soñar”. Su mala salud -llevaba dos años enfermo- no fue óbice para que el 5 de octubre lo detuvieran y lo llevaran a la Modelo.
 
   José Vega Riaño, de 32 años, profesó como oblato de María Inmaculada en 1922 y se ordenó sacerdote en 1927. Desde 1930 era profesor de Teología en el seminario de esta orden en Pozuelo de Alarcón (Madrid). Detenido con toda la comunidad el 22 de julio, fue llevado a la DGS y liberado el 25 de julio (entretanto en Pozuelo mataron al estudiante Cecilio Vega el día 24 confundiéndolo con este sacerdote). Hospedado en una casa amiga, el 10 de octubre lo volvieron a capturar, encerrándolo en la Modelo.
 
   Manuel Martín Pérez, de 32 años, seminarista salesiano de la comunidad del colegio de San Miguel Arcángel (Paseo de Extremadura). Emitió los votos temporales en Carabanchel Alto (Madrid) en 1923. Después de estudiar Filosofía fue destinado a Astudillo (Palencia) y Madrid para el trienio de prácticas. Durante la guerra, vivió escondido hasta que, a mediados de octubre, fue arrestado.
 
   La primera saca hacia el cementerio de Paracuellos de Jarama es resumida así por López Teulón:
 
A las tres de la tarde los autobuses de la primera expedición de la cárcel Modelose detienen en Paracuellos. Los presos son obligados a bajar de los vehículos. En grupos pequeños -diez, quince- se los hace avanzar hacia las fosas previamente cavadas al efecto. Así van siendo fusilados, un grupo detrás de otro. Algunos milicianos se ocupan de dar el tiro de gracia a los heridos. Inmediatamente, un equipo de sepultureros arroja tierra sobre las zanjas. Llega entonces un nuevo grupo, con el que se repite la operación. Unas ochocientas personas cayeron en esa primera matanza masiva. Algunas horas más tarde llegó la segunda expedición: unos doscientos presos que conocerán la misma suerte”.
 
   Ese día no hubo dos, sino cinco sacas. Una de madrugada, procedente de la cárcel de Porlier y dos más durante el día, procedentes de la Cárcel Modelo (por la tarde) y la de San Antón (a primera hora de la tarde), respectivamente, hacia Paracuellos del Jarama. Otras dos sacas, procedentes de San Antón, llegaron sanas y salvas a Alcalá de Henares.
 
   Según Pedro Montoliú Camps (Madrid en la Guerra Civil, página 234, la propuesta originaria del agente soviético Mijail Koltsov era trasladar a Valencia a los presos en grupos de 200. La DGS comenzó a elaborar listas de presos el 5 de noviembre, pero la decisión del Gobierno de huir a Valencia paralizó esa acción, no así las sacas, pues el mismo día 5 fueron sacados 38 presos de Porlier y 31 de San Antón, ejecutados en Rivas-Vaciamadrid. A quien el director general de Seguridad, Manuel Muñoz, cedió el 6 de noviembre, antes de salir para Valencia, la responsabilidad sobre los presos de la Modelo, fue al subdirector Vicente Girauta, ordenándole tras reunirse con la diputada socialista Margarita Nelken que le diera a ella un oficio para el director de la prisión, Jacinto Ramos, para preparar el traslado de un millar de presos a la prisión valenciana de San Miguel de los Reyes.